Fernando Verdasco posa en la madrileña Ciudad de la Raqueta
Fernando Verdasco posa en la madrileña Ciudad de la Raqueta - BELÉN DÍAZ

Fernando Verdasco: «En Qatar echo de menos el cocido madrileño»

El tenista vive a caballo entre Doha y el resto del mundo, siempre acompañado de su pareja Ana Boyer

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Fernando Verdasco (Madrid, 1983) sufre igual ante la raqueta de Djokovic en la pista de un Grand Slam que ante la grabadora encendida de una periodista en Madrid. Extremadamente tímido, circunspecto y serio, mide sus palabras al milímetro y frunce el gesto cuando aflora en la conversación el nombre de Ana Boyer, con la que sale desde el otoño de 2013. Le repele hablar sobre su vida privada. Ya nos lo habían advertido. A diferencia de su novia, quien nació prácticamente bajo los flashes de los paparazis, al número 40 de la ATP aún le cuesta encajar cualquier pregunta que trascienda lo meramente deportivo.

Verdasco recibe a ABC en la Ciudad de la Raqueta de Madrid para presentar su papel como embajador del nuevo Peugeot 3008.

Viste americana de cuadros marrón y un vaquero oscuro. Su rostro bronceado contrasta con el día gris y lluvioso que ha amanecido en la capital. «Acabo de estar en Australia y hacía un tiempo estupendo», confiesa antes de comenzar la entrevista.

Mudanza a Doha

Su buen color algo tiene que ver también con su nuevo lugar de residencia. A finales del pasado año, el tenista hizo las maletas y se instaló en Doha (Qatar), donde trata de reinventarse a sí mismo exhibiendo a un nuevo Verdasco. «Estoy feliz allí. Me encanta. El clima es siempre muy bueno para entrenar, quizá demasiado calor en julio pero llevo una vida muy tranquila que me permite estar concentrado. Si tengo tiempo libre, voy al cine o a cenar... Mi vida es muy aburrida, el tenis me tiene muy absorbido con los torneos y los entrenamientos».

Verdasco, durante la entrevista
Verdasco, durante la entrevista

El tenista se ha adaptado a las mil maravillas en el pequeño país árabe, al que llegó de la mano de su íntimo amigo Nasser Al-Khelaïfi, dueño del PSG (el club de fútbol París Saint-Germain). El deportista reconoce que echa de menos a los suyos y ciertas tradiciones de casa. «Estoy acostumbrado a vivir fuera, desde que tengo 15 años. Soy un ciudadano del mundo, llevo toda la vida viajando. Me siento español, pero paso muy poco tiempo aquí. Cuanto estoy en Qatar echo de menos la comida, ciertos restaurantes y un buen cocido madrileño», relata entre risas.

En su constante periplo por el planeta, de torneo en torneo, Fernando no viaja solo. El pasado 2016, Ana Boyer, de 27 años, se tomó una excedencia laboral para acompañarle hasta cualquier inhóspito rincón del mundo. A finales de diciembre, la hija de Isabel Preysler y Miguel Boyer voló a Doha para pasar con su chico unos entrañables días navideños a casi 30 grados. Juntos, se perdieron por el desierto, fueron de compras a un lujoso centro comercial e incluso tuvieron tiempo de degustar un típico té qatarí. «Mi pareja es mi gran apoyo. Ella lleva bien el que esté todo el rato viajando porque cuando nos conocimos ya era así. Nos organizamos bien. Yo tengo planificadas mis semanas con los campeonatos con mucha antelación y eso nos permite compaginarnos bien», confiesa el tenista.

Ana Boyer no ha barajado la posibilidad de instalarse de forma continua con él en el poderoso país del Golfo Pérsico. La joven continúa residiendo en el espectacular ático de El Viso (un exclusivo barrio del norte de la capital) que alquiló con Fernando en marzo de 2016. Desde este momento, los rumores de boda se han sucedido una y otra vez, aunque la propia Ana ha salido a desmentirlo en más de una ocasión. La pregunta es obligada. ¿Realmente pasarán este año por el altar? «No me gusta nada hablar de ese tipo de cosas, la verdad. Estoy muy tranquilo, no soy una persona de hacer planes de futuro. Me quedan pocos años de carrera y tengo que aprovecharlos», sentencia Fernando sin querer entrar en detalles.

Tras la pista

Verdasco es consciente de que el tiempo corre en su contra dentro de la pista. Sabe que la retirada no está lejos y comienza a plantearse vagamente a qué se dedicará una vez cuelgue la raqueta. Menciona como posibilidad, entre muchas otras, montar una academia para formar a niños y jóvenes promesas del tenis. «Supongo que le gustan los niños», puntualizamos en un paréntesis de la entrevista. Fernando vuelve a mostrar una vez más su desconfianza y el miedo a pronunciar una palabra de más. «Ya sé por dónde va la pregunta...», se ríe. «A mí me gustan los niños, las niñas... ¿Quieres que te diga que me gustan los niños? Sí, me gustan los niños, no tengo nada en contra de ellos». El novio de Ana Boyer parece bien instruido en el arte de responder siempre con una elegante evasiva.

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