El cierre de Dean & DeLuca supone el fin de una era y de 40 años de historia de Nueva York

La icónica cadena de establecimientos gourmet llevaba tiempo ahogada por las deudas

EFE
Salvador Sostres

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En 1977, cuando el Soho aún no era lo que fue, un empresario y un representante de quesos, Joel y Giorgio , Dean y DeLuca, fundaron la primera tienda gastronómica moderna. Y lo que en francés se llamaba delicatessen y lo encarnaban Fauchon o Hédiard; y en Barcelona -y años más tarde en Madrid y Marbella- se llamaba aún contrabando y lo representaba Semon, se elevó, como casi todo en Manhattan a obra de arte, sensual, fashion y chic, y sin descubrir nada nuevo, pero sabiendo copiar con mucho gusto, y mucha clase, lo que habían aprendido por el mundo, mejorando incluso al original, fueron durante décadas, aunque sobre todo en los 90, una indiscutible referencia mundial.

«Felicity» , «Will and Grace» o «El diablo viste de Prada», entre tantísimas otras fueron algunas de las series y películas que iconizaron a Dean and DeLuca, con su maravillosa nevera de quesos , sus productos importados de todo el mundo como aceites, foies, caviares, pastas, vinagres balsámicos, tés, cafés, y todo lo que pudiera hacer ilusión sólo con verlo a sus sofisticados clientes.

El Soho empezó a ser el Soho y los 90 fueron los años dorados de esta tienda , que contribuyó a entronizar el urban style, la austeridad inteligente, y sus bolsas de papel con las letras impresas de la marca fueron las primeras bolsas ecológicas -lo que en Manhattan empieza siendo libertad, en el mundo acaba siendo obligatorio-, aunque si se pusieron de moda no fue por la ecología sino porque se convirtieron en el símbolo de un estilo de vida. Hasta tal punto llegó la influencia -y el poder- de Dean and DeLuca.

Ahora cierra sus puertas, en bancarrota, arruinada. Es la misma suerte que ha corrido su competencia , y los que hoy aún sobreviven han cambiado de dueños, de estrategia, y ya no tienen su antiguo esplendor. ¿Es su culpa? No es su culpa. ¿Es que de repente se olvidaron de hacer bien las cosas? Tampoco. Algunas de las inversiones de los años previos a la crisis -sobre todo en Dean and Deluca y Semon- fueron discutibles, pero igualmente el final les habría llegado.

En un mundo en que puedes por Internet tener cualquier producto de cualquier país a veces el mismo día y en cualquier caso en menos de una semana en tu casa, no tienen demasiado sentido los intermediarios. También ha cerrado Colette, en París, que era el Dean and DeLuca de la moda. La gente sabe lo que quiere, sabe dónde encontrarlo y se lo dejan en casa el día y hora estipulado. La tienda gastronómica moderna, que buscaba en cualquier rincón del mundo lo mejor, lo más apetecible, lo más sexy, ha sido superada por influencers, youtubers, la inmediatez de un tweet y que ya no quedan lugareños lo suficientemente brillantes para hacer algo que merezca la pena, que sean a la vez lo suficientemente idiotas como para no poder crear una simplísima estrategia de venta para todo el mundo. Lo que hoy gusta, lo que hoy fascina, lo que hoy se pone de moda, está en todas partes y casi todos tenemos acceso a ello.

Hemos cambiado nosotros, nuestro estilo de vida . También recibimos menos en casa. Antes, sobre todo en Londres, pero también en Nueva York, ir a restaurantes era de turistas, de fulanas y de hombres que engañaban a sus esposas.

Algo fuera de lugar

Acudir regularmente a los restaurantes es un hábito reciente, y todavía en Londres, algo que las grandes familias consideran ordinario. Si Isabel Windsor ingresara en Nobu -y mira que le queda al lado- se derrumbarían siglos de vida civilizada.

La comida de Dean and DeLuca perdió, por lo tanto, además del interés de la novedad, la utilidad, que es el corazón de cualquier negocio de nuestro tiempo. Nada es eterno y Dean and DeLuca ha servido con dignidad y con prestigio, ha sido una marca mundial y siempre ha jugado limpio. Se ha ganado cada gramo de fama que ha tenido, en su momento supo aportar a nuestras vidas algo valioso y nuevo . Para los que alguna vez fuimos sus clientes, y sus proveedores, fue un honor.

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