El coche que escapó del sino del Titanic

Un taller de Guipúzcoa ha restaurado el Brush D24 que debió ser transportado a Liverpool en el famoso transatlántico

Bilbao Actualizado: Guardar
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Un coche debió embarcar en el Titanic en abril de 1912. No se trata de un automóvil cualquiera, sino de un Brush Runabout D24, un revolucionario y lujoso biplaza que utilizó por primera vez muelles en lugar de ballestas en la amortiguación. Los acontecimientos que dieron con el transatlántico en el fondo marino obligaron a los cargueros a transportarlo desde Nueva York hasta Liverpool en el Olympic, otro de los buques de la compañía británica White Star Line. Un centenar de años después, un taller de Astigarraga, en Guipúzcoa, ha cumplido con éxito la compleja tarea de restaurarlo.

El reto no era fácil, dadas las condiciones en las que llegó el coche al garaje: «Estaba destrozado, muy abandonado -afirma Julián, uno de los responsables de Carrocerías Mena, firma especializada en este tipo de trabajos-.

Tenía las maletas caídas, ralladuras… Daba pena». Por esta razón, los mecánicos se vieron obligados a rehacerlo por completo «como un puzle, tornillo a tornillo». Un arduo proceso que se ha alargado durante cerca de tres años. «Son unos maestros, de los mejores de Europa», destaca a Efe el presidente de la Fundación Titanic, Jesús Ferreiro, que acudió al taller guipuzcoano para tener el Brush a punto para exhibirlo en Bilbao.

Según explica Ferreiro, su institución compró el vehículo a un coleccionista francés que lo mantenía en «pésimas» condiciones. Varios años tardaron en dar con él, aunque, admite, cuando vio su estado quedó un poco desanimado. Hoy por hoy, asegura, no tiene ninguna intención de deshacerse del biplaza: «Un empresario mexicano muy relacionado con los medios de comunicación llegó a ofrecer 210.000 dólares -destaca-. Es lo máximo que nos han ofrecido, pero es que no lo venderíamos ni aunque nos hubiesen ofrecido 500.000».

De hecho, no existe consenso acerca de cuál es el precio del Brush. En su época se vendía por 639 dólares, cuando el sueldo medio mensual del trabajador estadounidense rondaba por entonces los 30 dólares. Según Julían Mena, en la actualidad podría alcanzar «fácilmente» los 250.000 euros, puesto que posee piezas únicas imposibles de encontrar a día de hoy: «Se suele llegar a un acuerdo entre el comprador y el vendedor, puesto que, como no se puede conseguir en el mercado normal, este tipo de coches solo lo compran los coleccionistas.

Gracias a la puesta a punto de los Mena, el coche que se hizo famoso por el barco en el que nunca embarcó consiguió volver a arrancar. El piloto de carreras Andrés Vilariño fue el privilegiado que accionó el motor del vehículo, que en las próximas semanas podría ser expuesto en Barcelona y París. Sin embargo, aún no hay nada oficial: «Tenemos que decidirlo», destaca Ferreiro.

Para los que se hayan quedado con ganas de más, el palacio de Euskalduna de Bilbao acogerá hasta el 19 de febrero una réplica de 12 metros de longitud y 4,5 de anchura del Titanic: «Es la más grande y espectacular de cuantas se han hecho hasta ahora de la majestuosa nave», destacan los encargados del museo. La exposición no cuenta solo con réplicas exactas de las estancias del barco, sino también de objetos personales de los supervivientes.

Sello Cadillac

El Brush Roadster D24 custodiado y reformado por Carrocerías Mena es, según los propios mecánicos, un «capricho de la restauración» que tuvieron que meter «a empujones» dentro del garaje. Tiempo atrás, sin embargo, el biplaza supuso toda una revolución en el sector automovilístico. Fabricado en 1909 por los hermanos Alanson y William Brush, dos detroitinos que diseñaron algunos de los primeros Cadillac, la reliquia está dotada de diez caballos y es capaz de alcanzar los 39 kilómetros por hora, trece más que el límite de la época.

El coche se convirtió a su vez en un símbolo de la lucha por la libertad de las mujeres en EE.UU., pues fue el primero en ser conducido por una norteamericana. Se trata de Alicia Huyler Ramsey, quien, en 1960, fue nombrada «motorista del siglo» por la Asociación Automovilística Estadounidense.

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