Irene Villa se hace fotos con el público durante la firma de ejemplares de su libro «Como el sol para las flores» en una de las casetas de la 75 edición de la Feria del Libro de Madrid
Irene Villa se hace fotos con el público durante la firma de ejemplares de su libro «Como el sol para las flores» en una de las casetas de la 75 edición de la Feria del Libro de Madrid - EFE

Los otros papeles de la Feria del Libro

Entre el recreo de picnicy la cita de cañas

Madrid Actualizado: Guardar
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Tenemos ya en marcha la Feria del Libro, en su 75ª edición, que es lo de siempre, pero de otra manera. La Feria está en su papel, el de los libros propiamente dichos, y luego en el otro papel, que son varios papeles inevitables y festivos, todos entre el picnic de solecito y el botellón sin pasarse. El gentío va a la Feria del Libro como el que acude a la verbena. Van funcionando casi cuatrocientas casetas, y llegamos casi a los quinientos expositores, con lo que se superan cifras del año anterior.

Arranca «La Fiera del libro», según ironizan algunos editores, y otras gentes del gremio, aludiendo a lo que de show más o menos bestial tiene el acontecimiento.

A lo que de gran esfuerzo supone para sellos editoriales de poco talonario, que vienen siendo todos o casi todos, últimamente. Pero hay que estar en la Feria del Libro. Pero hay que ir a la Feria del Libro. Se trata de una gran fiesta de encuentros de amistad, mucho más allá de su mayor o menor carácter de cita intelectual. Bienvenida sea. Quiero decir que los autores suelen acudir más a tomar unas cervezas que a firmar unos ejemplares, entre otras cosas porque los ejemplares suelen firmarlos los llamados «autores mediáticos», que no son precisamente autores de literatura, sino quizá todo lo contrario.

Le venden un selfie al peatonaje, a precio de libro urgente y volandero. La gente no va a comprar un ensayo último, sino a sobar un poco, mientras el retrato de móvil, a alguna señora o señorita que sale en la tele. A los puristas de la literatura la Feria del Libro les suele dar un poco o un mucho de alergia o desprecio, pero tampoco es eso, porque la industria necesita sus escaparates, y hay que celebrarlos.

No diremos aquí que celebrar la Feria del Libro con mucha verbena es algo que nos da igual en la ciudad, pero sí que estas verbenas de calle primaveral no tienen demasiado que ver, en rigor, con la esencia de la cultura, en general, y aún menos con el alma de la lectura, en particular. Eso sí. Pero hay estar a gritos con la vida de los libros, aunque sea en fechas de algarabía, en calendario de multitud que va a que le regalen un abanico, y no a comprar una novela en condiciones.

Por estos días, además del gran show del Parque del Retiro, la ciudad ha improvisado tolderías en la acera para colgar libros, que quedan con vaivén fantasma, tan pendientes de un solo hilo, y la gente los ojea en vilo, pillándolos casi del aire mismo. Estamos fundando así una especie de transeúnte de bestsellers, que no es el lector buscón y pulcro, sino acaso todo lo contrario. Pero algo es algo.

Lo que vengo a decir es que los varios escaparates de la Feria del Libro pudieran ser lo contrario a la Cuesta de Moyano, por ejemplo. Al Retiro va a ir mucha peña a pasar el rato, como tantos autores, porque firmar, lo que se dice firmar, firman los de siempre, que son los famosos de plató. No necesariamente cada transeúnte es un lector, pero alguno habrá. Algo es algo. Mucho: la fiesta se pone a tope. Entre el picnic y el tapeo.

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