«Hacker», empresario y chef: las mentiras del «Don Juan de Marín» que estafó a más de cien mujeres

Las embaucaba por internet y con una de ellas llegó a tener un hijo del que se desentendió

Vídeo: Detenido en Madrid el «Don Juan de Marín» (ATLAS) ABC

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Su nombre es Rodrigo Nogueira Iglesias y tiene 42 años. Le llaman Roy. Pero también de otras diez maneras distintas, tantas como identidades falsas utilizaba: Roi González Iglesias, Roy Pérez Alonso, Leto Scorssi Delarco, Alex Bethancourt, Alex MacLoud... Sin embargo, en ambientes policiales se le conoce como el «Don Juan de Marín» , localidad pontevedresa de la que es oriundo. El Grupo de Fugitivos de la Comisaría General de Policía Judicial le dio caza el martes, después de meses de investigación. Se sospecha que está detrás de la estafa a más de cien mujeres a las que habría seducido para sacarles dinero.

El arresto se produjo en el barrio de Pacífico (Retiro), donde residía con su novia. A Roy le constaban dos órdenes de detención e ingreso en prisión de juzgados de Bilbao (con fecha del pasado 16 de abril), por estafa, y Burgos (23 de octubre), por malos tratos. Asimismo, un juez de Torrelaguna (Madrid) había emitido una requisitoria de detención y personación por estafa y otro de Valencia una averiguación de domicilio.

Este sujeto llevaba desde 1997 embaucando a sus víctimas por internet. Empezó con los antiguos chats IRC, y con el paso de los años hizo lo propio con páginas de contactos (del tipo de Adopta a un tío) y redes sociales como Badoo, Facebook, Instagram y un largo etcétera. Con medio cuerpo tatuado y pendientes de dilatación , se hacía pasar por «hacker» informático, diseñador gráfico, empresario o incluso «el Chef número 13», uno de sus alias como «instagrammer»... Su especialidad: timar miles de euros a las mujeres.

«Modus operandi»

Pese a no tener un físico especialmente atractivo, posee una extraña habilidad para «camelarse» a aquellas a las que consideraba más vulnerables . Féminas de distintas edades carentes de afecto a las que, en un momento dado, engañaba con una tarjeta de crédito que no funcionaba (ni siquiera existía) o cuentas corrientes en el extranjero con las que habría tenido algún tipo de problema. También conseguía que le dieran objetos de valor que nunca reintegraba, desapareciendo finalmente, indican fuentes policiales. Eran los ardides que utilizaba para pedir dinero a sus víctimas. Incluso tuvo un hijo con una de ellas, ahora de 16 años , del que se ha desentendido.

El pasado julio, el Grupo de Fugitivos se puso manos a la obra, puesto que había dejado de acudir a firmar a un juzgado vizcaíno, que había declarado el «apud acta» como medida cautelar a la espera de ser juzgado.

Ha dejado rastro de sus fechorías por una veintena de ciudades, hasta el punto de que le buscaban l a Policía Nacional, la Guardia Civil, los Mossos d’Esquadra y la Ertzaintza . Ahora le espera una etapa entre rejas.

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