Alberto Núñez Feijóo - TRIBUNA

Galicia, un buen modelo

"Desde la implantación del autogobierno, el posesivo con el que designábamos a nuestro país deja de ser retórico para convertirse en algo real"

Alberto Núñez Feijóo
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En los últimos años se ha producido un cambio trascendental en Galicia, que viene a unirse a otros de tipo material. Desde la implantación del autogobierno, el posesivo con el que designábamos a nuestro país deja de ser retórico para convertirse en algo real. Nuestra tierra es realmente nuestra. Lejos quedan las épocas en las que Galicia tenía que inspirarse en modelos ajenos para imaginar su futuro. Hoy, el pueblo gallego marca su rumbo, determina sus prioridades y define las reglas de la convivencia. Galicia acerca su forma de ser a la España de la que formamos parte, defiende la Unión Europea que nos hizo y nos hace más prósperos y participa en el mundo globalizado que nos es contemporáneo.

Nada de eso nos hizo perder nuestra identidad porque, por fortuna, estamos siendo capaces de aprovechar la capacidad que ahora tenemos para regir nuestro propio destino.

¿Cuál fue el resultado? Lo vemos a diario. No conozco ningún tiempo pasado que fuese mejor al de la Galicia constitucional y autonómica. Constitución y estatuto forman juntos una fórmula magistral que permite despertar del sueño e iniciar un Rexurdimento sin precedentes, del que nadie está excluido y que no paga el precio de la fractura social. Galicia avanza, pero sobre todo avanza unida.

Se produce un despertar de energías que se refleja en un progreso material indudable, y también en una modificación esencial de la conciencia ciudadana. Démonos cuenta de que los gallegos somos el mejor modelo para los gallegos. La sabiduría que atesora nuestra gente es suficiente para impulsar el país sin traumas y con certezas. Acierta nuestro pueblo cuando ve en la España democrática el mejor garante de las libertades gallegas. Acierta cuando abraza el ideal europeísta, forjado durante siglos en el Camino de Santiago. Acierta cuando aprovecha el mundo global para abrir las puertas al inversor, y abrir nuevas rutas a los emprendedores gallegos. Acierta cuando no identifica pluralidad con conflicto permanente, ni necesaria rebeldía con destrucción, ni la innovación con el menosprecio a la tradición. Acierta, en suma, cuando no renuncia a ser como es.

La Galicia marinera sabe que ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde ir. Estamos viendo incluso ejemplos de comunidades y estados que, debido a decisiones irreflexivas de sus dirigentes, insisten en buscar vientos desfavorables que están desarbolando su cohesión social Galicia optó democráticamente por otro camino en que las aventuras poco meditadas son sustituídas por logros reales que repercuten en la vida de la gente. El gallego no quiere que sus dirigentes sean profetas o salvadores, sino buenos gestores de los intereses comunes y atentos intérpretes de nuestra realidad plural.

Galicia tiene el viento favorable y sabe a dónde ir. Son ventajas ciertas que no diluyen sin más los problemas que tenemos, pero que nos dan pautas para solucionarlos o atenuarlos. La experiencia democrática que nuestro país tiene acumulada, indica que ninguna solución a un conflicto es buena si agudiza la división, si rompe puentes en lugar de tenderlos. El modelo democrático de canalización de las discrepancias puede parecer lento, titubeante y en ocasiones poco resolutivo, pero ningún otro sistema garantiza mejor la estabilidad. A esa certeza que compartimos con todos los regímenes democráticos del mundo, habría que añadir la predisposición del gallego al pacto y a la transacción, algo que los tópicos equivocados asocian a la ambigüedad. Tras esos largos años de democracia autonómica, resulta indiscutible que el gallego tiene claros sus horizontes y que sabe que no siempre las líneas rectas son la distancia más corta cuando se trata de operar sobre realidades sociales y políticas que están en permanente mutación.

La pregunta esencial que hay que hacerse en este 25 de julio no es si Galicia tiene problemas, que los tiene, sino si cuenta con herramientas para hacerles frente. La respuesta es que sí. La Constitución y el Estatuto ponen a disposición del pueblo gallego un amplio abanico de instrumentos para actuar sin menoscabar la unidad esencial del país. Pero, además, Galicia no camina sola. A su alrededor existe una amplia red de relaciones que sustentan el gran proyecto gallego. La Galicia del siglo XXI forma parte de uno de los estados más poderosos y respetados del mundo, dotado de una estructura económica que garantiza los derechos de los ciudadanos y los pueblos que lo componen. Galicia es España. Galicia también es Europa, y participa con derechos y deberes en la realización de una de las ideas más grandiosas de la historia.

Juntos estamos protagonizando la estampa más venturosa de nuestro país. Sintámonos orgullosos por eso. Aquel posesivo antes retórico hoy es real. Nuestra tierra es plenamente nuestra. A ella nos debemos, por ella trabajamos, en ella encontramos aliento e inspiración y con ella queremos seguir adelante en los momentos más prósperos y también en los más amargos, como hicimos el 24 de julio de 2013, tras el accidente de tren ocurrido en Santiago y que nunca olvidaremos. A Galicia. Con Galicia. Por Galicia. En Galicia. Ahora y siempre. ¡Buen Día de Galicia!

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