Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

De Re Chronométrica

No podemos evitar que el silencio del Big Ben nos traiga a la memoria la disputa sobre el reloj más famoso de Galicia

La semana pasada dieron cuenta los papeles de que durante cuatro años permanecerá en silencio el Big Ben, el más famoso de los relojes del mundo, insignia y atractivo turístico de la ciudad de Londres y aún de todo el Reino Unido.

Por aquello que decía Camba de que noticias, anécdotas y cerezas se engarzan unas con otras, no podemos evitar que la nueva del Big Ben nos traiga a la memoria aquella vieja cuestión, planteada en forma de encuesta entre los lectores de El Pueblo de Gallego —el periódico de Vigo que pasó de Portela Valladares al Movimiento y tiro porque me toca— para tratar de averiguar cuál sería el más famoso reloj de Galicia. Cada uno se divierte como mejor le parece y la cosa acabó en una disputa a dos, es decir, entre la compostelana Berenguela y el Obelisco coruñés. Es decir, entre el arzobispo Vélez, aquel franciscano más reaccionario que humilde, y don Aureliano Linares Rivas, diputado por circunscripción herculina en un montón de legislaturas y ministro de más de una cartera. El cronista no es capaz de recordar quién resultó airoso de aquella ociosa controversia, en la que habían salido a plaza, por aquello del minuto de gloria, relojes tales como el de la casa consistorial de Lugo (de compostura inglesa y que desde hace años alterna el mal funcionamiento con la parada sin contemplaciones), y el del obispo Arciniega, en la catedral mindoniense, cuya historia contó nuestro inolvidable y sabio amigo don Enrique Cal Pardo.

Al cronista (que no supo de la pintoresca indagación periodística hasta bastantes años después de publicada) le gusta suponer que detrás de la singular pesquisa estaba el doctor Sánchez de Movellán, o sea, Fernando Landeira de Compostela, médico de nación compostelana aunque ejerciente en Luarca de Asturias y perito eruditísimo en relojes, relojeros y relojerías. Ahora que se cumplen sesenta años de la edición de su Theatro Chronométrico del Noroeste Español tal vez nos animemos a dedicar una de estas columnillas a su ilustre memoria. El verano es, como se sabe, tiempo propicio para el ejercicio del periodismo más bien intranscendente.

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