Juan Soto - El Garabato del Torreón

Las chicas bien

A las mujeres podemitas se les exigen requisitos como ser de casa rica

Juan Soto
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Aunque no lo parezca, hacer carrera política en España se ha puesto muy difícil. Por ejemplo, a las mujeres de la cucaña podemita se les exigen ciertos requisitos que no están al alcance de cualquiera: ser de casa rica, no haber dado golpe y poner las vergüenzas a disposición del público en general. Quien no disponga de cuenta corriente saneada, cierto nivel de impudicia y cero días de actividad laboral que se olvide. En el currículum de la portavoz de Carmena en el Ayuntamiento de Madrid figura como mérito destacado el haber asaltado la capilla de la Complutense con las tetas al aire. Una criatura, en cualquier caso, todo delicadeza y sensibilidad, si se la compara con la jefa de prensa de Colau. A tal prójima se le computó como principal aportación curricular el haberse fotografiado haciendo pis en plena Gran Vía de Murcia, faldas arriba, bragas abajo y el pasillo en jornada de puertas abiertas.

O sea, que no se entiende el revuelo por lo de la chica de los Bescansa dando el pecho nutricio en el escaño y pasando luego el rorro al magreo fotográfico del comité ejecutivo. La chica de los Bescansa está llamada a los mayores éxitos dentro de la actividad política remunerada. En realidad, a esta compostelana de la cosecha del 71 no la imaginamos en ningún cargo por debajo de una subsecretaría, ni en ningún despacho en cuya decoración falten candelabros de plata firmada y bargueños con taraceas de nácar. Adoctrinada a base de tocas almidonadas y educada en el arte de usar la pala del pescado, su unidad de destino en lo universal no iba a ser la antedilviana Sección Femenina del Movimiento ni siquiera el ingenuo revoltijo de las Xuventudes Socialistas, una peña en la que incluso eran admitidas (¡qué horror!) chicas de familias humildes de Santiago.

Su rumbo y su meta eran otros, absolutamente consecuentes con lo que nunca debe faltar en el ordenamiento personal y profesional de una zagala de buena crianza. El detalle de hacerse acompañar de la niñera hasta la misma puerta del hemiciclo y allí recoger a la criatura en sus propios brazos confirma que no nos ha defraudado: está en el buen camino. Y al que le pique, que se rasque. Y a los estreñidos, el laxante de casa. En grageas, naturalmente.

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