Muro firmado por el colectivo YES, reconocible por la conjunción de las formas más básicas del graffiti y elementos extraídos de los «ismos»
Muro firmado por el colectivo YES, reconocible por la conjunción de las formas más básicas del graffiti y elementos extraídos de los «ismos» - MIKEL PONCE
CULTURA

Valencia, capital del grafiti

El centro histórico es referente nacional en todas las disciplinas del arte callejero

VALENCIA Actualizado: Guardar
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Al caminar por el complejo entramado de callejuelas del casco antiguo de Valencia, salen a nuestro paso los vestigios de la azarosa historia de la ciudad. Restos de la antigua muralla árabe; los cañonazos de la guerra de la Independencia insertados en los muros de las Torres de Quart; un letrero en bajorrelieve que señalaba la entrada a un refugio antiaéreo durante la Guerra Civil… Son los hitos que apuntalan la memoria de un barrio que hace tan solo veinte años era la viva imagen del abandono. Edificios en ruinas, solares abandonados, medianeras y escombreras compartían encuadre entonces –como ahora– con antiguos palacetes y monumentos históricos. La diferencia es que el paisaje gris de antaño es hoy un laboratorio a cielo abierto en el que decenas de escritores de grafiti y artistas urbanos prueban a diario nuevos estilos, texturas y juegos intertextuales con el entorno.

Imagen de una creación de Bois
Imagen de una creación de Bois - MIKEL PONCE

En vista del interés creciente de los vecinos y los turistas por descifrar los códigos de este arte deliberadamente marginal, en mayo de 2015 una pequeña cooperativa de guías culturales llamada CaminArt decidió poner en marcha una ruta específica. Belén García, doctora en Filosofía por la UV y especializada en arte callejero, es la encargada de conducir a los profanos en la materia por las calles del centro histórico de la ciudad. Al terminar este recorrido de más de dos horas de duración, estos «turistas culturales» ya saben identificar por sí mismos la autoría de muchas de las piezas que proliferan en la zona. Para ellos, la calle ya ha adquirido una nueva dimensión semántica. Toman conciencia de que detrás de cada pieza hay un trabajo previo, sacrificio y conocimientos plásticos labrados con constancia a lo largo de los años.

El escenario idóneo

El desentendimiento municipal con esta zona céntrica de Valencia se remedió parcialmente en 1993 mediante la puesta en marcha del llamado Plan de Reforma Interior de la Valencia Antigua, que a lo largo de diez años logró rejuvenecer el entorno y animó a abrir nuevos restaurantes, bares de copas y pequeños establecimientos. Aunque los turistas comenzaron a llegar en masa, el perímetro que abraza al barrio del Carmen, el del Mercado y el de Velluters (núcleo de la pujante industria sedera valenciana en el siglo XVI) continuaba acogiendo cerca de 170 solares vacíos, casi 60 edificios en ruinas y otros 320 edificios desocupados o en mal estado. Pero donde unos solo veían un grave problema de deterioro urbano, los escritores de graffiti vieron un terreno virgen para trabajar. Ellos pusieron la estética de la decadencia al servicio del arte.

Ese gran lienzo gris se ha convertido en una especie de parque temático en el que se encuentran representadas todas las disciplinas del arte callejero. Un centro de creación al aire libre en el que cada día aparecen nuevas piezas, y que ha servido de trampolín para artistas de fama internacional como Escif, al tiempo que ha atraído a nombres foráneos como Blu o Erica il Cane. Pero esto, como podrán imaginar, no ocurrió de la noche a la mañana.

Imagen de un grafiti de Xemayo González en Guillem de Castro
Imagen de un grafiti de Xemayo González en Guillem de Castro - MIKEL PONCE

Son varios los factores confluyentes que explican por qué Valencia es un referente nacional e internacional en este ámbito. Escritores de grafiti como Bois, Robe, Tabe, Toner, Thom, Fuelle o Azul/Ove abrieron la veda a mediados de los noventa, casi siempre de forma clandestina, haciendo piezas elaboradas o «bombardeando» el barrio con piezas rápidas, corriendo a menudo delante de la policía. Hoy en día permanece el riesgo a ser multado o a que los agentes incauten las pinturas. Sin embargo, existe una cierta permisividad tácita por parte de las autoridades y los vecinos del casco antiguo, lo que no solo ha alentado la incorporación de nuevos artistas, sino el florecimiento de obras monumentales y cada vez más elaboradas formal y conceptualmente.

Estencil de NENA WAPA WAPA
Estencil de NENA WAPA WAPA - ABC

El hecho de disponer de mayor tranquilidad para trabajar y de ciertas garantías de perdurabilidad de las piezas puso las bases de una cultura de la experimentación que no cesa. Los escritores de grafiti, que siempre habían reclamado las calles en solitario, vieron cómo a partir del año 2005 aproximadamente se acercaban a ella nuevos actores y nuevas formas de concebir la intervención urbana. Artistas vocacionales o estudiantes de Bellas Artes que aprovecharon la oportunidad de ganar visibilidad sin tener que esperar la improbable posibilidad de que un galerista se fijara en ellos antes.

Más allá del spray

Florecieron intervenciones urbanas con lenguajes distintos al spray y a los códigos cerrados del graffiti. Ya no solo eran letras, sino pinturas murales meramente figurativas, formales o abstractas (Deih, Julieta XLF, Pantone, Xemayo González, Xolaca), plantillas (Nena Wapa Wapa, Sr. Marmota), encolados (Flug, Guerrilla Spam, Sarench), estructuras de madera (LUCE), tejidos o «arquicosturas» (Raquel Rodrigo), fotografías monumentales (Luis Montolio)… Ya no solo interesaba crear para tu propia comunidad, sino para la vasta audiencia del viandante común. Y todos ellos, conviviendo en un insólito equilibrio, en ausencia de los conflictos de territorialidad que existen en otras ciudades, consiguieron ganarse al público.

Imagen de una obra de Raquel Rodrigo en la Plaza Lope de Vega
Imagen de una obra de Raquel Rodrigo en la Plaza Lope de Vega - MIKEL PONCE

En algunos casos, como el de Pichi&Avo o Escif, el grafiti y el arte urbano ha abierto las puertas de los circuitos oficiales de arte contemporáneo. Los galeristas, ávidos de propuestas frescas y bendecidas por un cierto halo de autenticidad, ven un filón en este tipo de artistas. Esto es muy viejo –ahí están los casos de Basquiat, Haring y tantos otros para demostrarlo–, pero siempre ha sido un asunto polémico para muchos puristas, que rechazan cualquier intento de domesticar el grafiti sacándolo de su entorno natural. Otras voces más flexibles como LUCE o el colectivo YES, ven con buenos ojos que el grafiti entre en las galerías, pero nunca de forma directa, sino en todo caso mediante guiños o reflexiones conceptuales. El debate sigue abierto.

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