Vetusta Morla, exploradores del abismo en el Auditori del Fòrum

La banda madrileña presentó en Barcelona lo que será «Canciones de canciones», álbum en el que rehacen su último disco, «Mismo sitio, distinto lugar»

Vetusta Morla, durante una actuación de la gira GUITAR BCN

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Con «Mismo sitio, distinto lugar» ya quedó claro que Vetusta Morla habían aprendido a echar el freno para modular esa épica a ratos desmadrada que alimentaba sus primeros trabajos, pero los madrileños han decidido ahora ir un poco más allá para rehacer sus propias canciones desde dentro, juguetear con nueva sonoridades y reconstruirse entre teclados, percusiones y sintetizadores. Un ligero cambio de rumbo, apenas un desvío hasta que llegue la continuación «oficial» de su último álbum, que atracó el viernes en el Auditori del Fòrum dentro del festival Guitar BCN como preludio de lo que será «MSDL-Canciones dentro de canciones», álbum en el que rehacen desde dentro las canciones de «Mismo sitio, distinto lugar». Una maniobra de riesgo que superaron con nota en una velada con más misterio que músculo y, sobre todo, con las canciones de siempre servidas desde un lugar diferente y más recogido.  

Primera noche de tres (repiten esta noche y mañana) que los de Tres Cantos despidieron, quien sabe si con un guiño hacia lo que está por venir, con «Punto sin retorno» y esos versos que rezan «cruzaré este nuevo umbral / sin fuel para regresar» aleteando sobre las 3.000 butacas, todas ocupadas, del recinto. Atrás quedaban dos horas de funambulismo rock, himnos despojados de su coraza y notables reinvenciones como las de «Fuego» y «Boca en la tierra», servidas entre injertos electrónicos; una «23 de junio» disfrazada de vals arrabalero; o el irresistible fulgor pop de «Palmeras en La Mancha».

«Se está perdiendo un poco eso de la escucha en estos tiempos tan ajetreados», reivindicó Pucho, cantante de la banda, para presentar un espectáculo con el que, dijo, Vetusta Morla han querido «mantenerse en un segundo plano para que pasen al frente al canciones». Se explica así una escenografía teatral obra de Maral Kekejian en la que la banda, no de etiqueta pero casi, se dejaba envolver por unos cortinajes de flecos que cubrían o mostraban según el caso. Así, con los músicos semiocultos y las canciones rehaciéndose a sí mismas de puerta hacia dentro, fueron cayendo «Mismo sitio, distinto lugar,» una «Rey Sol» con línea directa a los Radiohead de «Kid A» y «El discurso del rey», todas ellas con más implosiones que explosiones.

La procesión, nunca mejor dicho, fue por dentro en el arranque una noche de «magia sin trucos», como prometió el cantante, pero también de algún truco sin magia: la presencia sobre el escenario de los dos operarios especializados que complementaban el diseño de luces resultó por momentos un tanto desconcertante, como en el parco baile se sables de luz que acompañó a «Guerra civil».

Nada que, en cualquier caso, no pudiesen resolver la simpática coreografía de «23 de junio», la apuesta por valores seguros como «Maldita dulzura», «Baldosas amarillas y «Copenhague» y, en fin, el rumbo firme de una actuación que, además de revisar al completo «Mismo sitio, distinto lugar», no rehuyó el pulso urgente y frontal de antiguos himnos como «Golpe Maestro» o «La marea».

Ahí estaban, algo más recogidos, los Vetusta Morla de toda la vida, demostrando que para conquistar a su público no necesitan aplastarlo, como en su última actuación veraniega en el Cruïlla. Entonces, en efecto, los madrileños vencieron por contundente KO, pero en el Auditori del Fòrum prefirieron exprimir a conciencia sus canciones para ver si aún quedaba algo por aprovechar. Y, visto lo visto, las sobras han dado para un buen festín.

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