Sergi Doria - Spectator in Barcino

¿Volveremos a ser libres?

Cataluña, la autonomía con la tasa de contagios más elevada en la última semana, ejemplifica la instrumentalización de la medicina por el gobierno separatista

Camino de la monitorizada Nueva Anormalidad es la hora de reflexionar sobre el endiosamiento de ciertas elites científicas. Como los arquitectos estrella, más pendientes de la fachada que de las tuberías, científicos y políticos se jactaron de que viviríamos cien años, sin preocuparse de las condiciones de esa eternización: cronificación de enfermedades, déficits asistenciales, residencias geriátricas…

Un virus que habita desde tiempos remotos en los murciélagos se ha cargado el Mundo Feliz. Y para protegernos la única solución fue la cuarentena, como en la Florencia del siglo XIV. “Como el siervo anhelando la sombra, como el jornalero esperando su salario, así he pasado yo meses llenos de desencanto y me han tocado noches llenas de dolor. Si me acuesto, digo: ¿Cuándo llegará el día? Si me levanto: ¿Cuándo vendrá la noche?” La cita es del “Libro de Job”, aunque parezca de ahora mismo.

Quienes arrumbaron las epidemias como asunto tercermundista comprendieron, demasiado tarde, que el coronavirus iba en serio. Tras el ninguneo llegaron las prisas: decenas de miles de sanitarios desprotegidos y contagiados obligados a ser héroes. Mientras llega la vacuna -que llegará- cada laboratorio es un vietnam.

Hans Magnus Enzensberger, el último pensador que queda en Europa, alertó del endiosamiento biotecnológico en “Los elixires de la ciencia” (Anagrama): “Si antes correspondía a los chamanes y milagreros la eliminación de todos los males, hoy en día es tarea de biólogos moleculares y especialistas en genética, y de la inmortalidad ya no hablan los sacerdotes, sino los investigadores”.

La feroz competición por guiar a la tribu tecno-alienada apartó a los científicos del laboratorio para acercarlos a las televisiones para vender su Utopía: los videojuegos genéticos que merecieron más inversiones que las pandemias que, presuntamente, nunca alcanzarían al confiado primer mundo.

La utopía del control total sobre la vida, apuntaba Enzensberger, “no fracasará por causa de sus adversarios, sino por sus propias contradicciones y su manía de grandeza. Nunca hasta el momento se ha despedido la humanidad voluntariamente de sus fantasías de omnipotencia”.

El pensador alemán lo escribió en un artículo de 2001 en Der Spiegel –“Golpistas en el laboratorio”- que conmovió a la opinión pública. A esas reflexiones, recogidas luego en “Los elixires de la ciencia”, añadió el autor un apéndice de notas que certifica el rigor científico de las fuentes utilizadas. Su crítica provocó la ira corporativa de quienes atribuían al autor inquina por el espíritu ilustrado. “Sorprende que precisamente una ciencia que en tiempos entró en escena como adversaria de los dogmas religiosos, adopte una actitud verdaderamente vaticana en cuanto se ve expuesta a reparos críticos”, apostillaba Enzensberger.

Y de lo “macro” a lo “micro”. Y para “micro”, Cataluña. La autonomía con la tasa de contagios más elevada en la última semana ejemplifica la instrumentalización de la medicina por el gobierno separatista. Dos días después del estado de alarma, la -¿todavía?- consejera de Salud anunció a bombo y platillo que el doctor Oriol Mitjà presentaría en tres semanas el primer ensayo mundial de un fármaco contra el coronavirus (49 días después, seguimos esperando).

Encarnación del star system científico del régimen, Mitjà irrumpió en los informativos pidiendo la dimisión del doctor Fernando Simón por su gestión de la pandemia… Aunque un mes antes había afirmado que la infección por Covid-19 era leve y parecida a la gripe: “Es poco probable que un caso aparezca aquí. Se pueden minimizar mucho los riesgos”, declaraba el 11 de febrero… para reconocer el 23 que “los brotes fuera de China apuntan a que la infección no se podrá contener”.

Convertido en valedor científico de la estrategia separatista para desacreditar, por puro oportunismo, cada decisión del gobierno español, Mitjà postuló un pasaporte de inmunidad que la OMS desaconseja. Un comité independiente de expertos en salud pública ha denunciado la guerra sucia de Torra en la crisis sanitaria: “Usan la epidemia para su guerra política y esto, desde el punto de vista profesional, no es serio”. De prometedor infectólogo, a geniecillo de la probeta independentista que agita el tóxico Torra: el precio (oneroso) de la ambición, doctor Mitjà.

Columbramos “La nueva edad oscura” (Debate) que James Bridle atribuye a la tecnociencia. A juicio de este tecnólogo, el método científico es hoy rehén de los algoritmos: “Es la magia de los macrodatos. En la práctica, no necesitamos saber nada sobre lo que estudiamos; basta con depositar toda nuestra fe en la verdad emergente de la información digital”.

La pandemia depara una cura de humildad. De los epidemiólogos supranacionales que la minimizaron; de los politicastros que recortaron presupuestos de sanidad; también de la ciudadanía que prefirió las fantasmadas de la red al aire libre de la vida…

“Que el coronavirus iba en serio” decimos parafraseando el poema de Gil de Biedma “No volveré a ser joven”. Y nosotros, en esta extraña Nueva Normalidad, ¿volveremos a ser libres?

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