Vicente Á. Pérez - Corazón de León

Escritores e intrusos

Acaba de concluir la feria del libro de Madrid y, como viene siendo habitual durante los últimos años, los protagonistas no han sido los escritores, sino los intrusos

Vicente Á. Pérez
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Acaba de concluir la feria del libro por excelencia, que no es otra que la de Madrid, y, como viene siendo habitual durante los últimos tiempos, los protagonistas no han sido los escritores, sino los intrusos. Entre la multitud de visitantes, los escritores auténticos sentían la soledad en sus respectivas casetas mientras observaban, con la sangre encendida, la muchedumbre que se agolpaba en las que el famoso presentador de la tele, el tertuliano que de todo sabe y de todo escribe, el cantante que con apenas treinta años ya ha escrito sus memorias… no daban abasto para firmar sus libros y besar a sus admiradores. Lo ha dejado escrito hace un par de días el gran escritor y periodistas Juan José Millás: «Cuando un cocinero se hace famoso, escribe un libro.

Cuando un deportista se hace famoso escribe un libro. Cuando un criminal se hace famoso, escribe un libro (…) Cuando un corrupto se hace famoso escribe un libro. Cuando un ex presidiario se hace famoso, escribe un libro… Y así de forma sucesiva. Todos los caminos conducen al libro. Sin embargo, cuando un escritor escribe un libro no puede hacer cocinero ni deportista ni actor ni político».

Es el negocio editorial; es el poder de la televisión, que no sólo crea líderes políticos o «intelectuales» de tres al cuarto, sino también pseudoescritores (con «negro», incluido) que venden libros como rosquillas mientras los auténticos, no los intrusos, se queman las cejas documentándose y ven amanecer tras noches esperando la llegada de la inspiración, de las musas, de la palabra cierta, de la frase rítmica, del párrafo redondo. Si en la multitudinaria Feria del Libro de Madrid un escritor reconocido por su literatura siente la soledad en su caseta, qué no sentirán tantos escritores, por ejemplo de la provincia leonesa, que ni siquiera tienen caseta ni, aún menos, fama. Pero ahí siguen, inaccesibles al desaliento, con la fe inquebrantable en la escritura, en la literatura y, por ende, en la cultura.

Por tierras leonesas, que siempre fueron cultas y cuna de literatos y escritores, poetas y periodistas, cuentistas y novelistas, ocurrió hace un par de años una de las mayores tragedias en el mundo editorial, cual fue el hundimiento de Everest, ese trasatlántico que navegaba glorioso, un Titanic, con sus bodegas a rebosar de excelentes publicaciones. Pero ante lo que parecía ser la puntilla para tantos autores leoneses que tenían en Everest la gran plataforma para volar por nuevos cielos, la media docena de editoriales que se mantienen a flote en la provincia (humildes, comparadas con Everest, pero valientes y osadas como ninguna) han conseguido mantener el pulso cultural y que el libro leonés sobreviva en la selva de intrusos y de internet. Una heroicidad la de estas editoriales que se juegan los euros por amor al libro y para que los autores leoneses no caminen solos.

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