Carlos Sánchez-Tembleque: «La cocina ha sido una boya en mi vida después de casi diez años de depresión»

Natural de Consuegra, ha sido segundo en el certamen nacional de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Pimiento del Piquillo de Lodosa (Navarra)

«Todas las noches, desde que tenía cinco años, dedico una media hora a la lectura. No tengo criterio a la hora de leer, pero sí muchas ganas», dice a sus 30 años

Carlos Sánchez-Tembleque, después de conseguir el segundo puesto

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¿De dónde le viene a Carlos Sánchez-Tembleque Ortiz su pasión por los fogones? Dice que su madre, María Luisa, tiene muchas cosas buenas, pero no cocina nada bien. «Cuando viví en Madrid con mi hermano -recuerda-, no nos gustaba comer de los táperes de mi madre y los dos comenzamos a cacharrear». Además, se define como muy sociable, «me ha gustado tener cuidada a la gente», y ha sido siempre entre los amigos el que se lía el mandil a la cintura.

Ahora tiene 30 años y acaba de firmar el segundo puesto en el certamen nacional de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Pimiento del Piquillo de Lodosa (Navarra) , el primer concurso al que se presenta. ¿Su plato? Buñuelo de piquillo y bacalao, aceite seco de ajillo y crujiente ahumado, con el que ha conseguido repetir el podio qie su compañero de estudios Juan Gabriel García Márquez logró la edición pasada.

«El segundo puesto va a ser la mejor excusa para juntarnos toda la familia y que prueben mi pimiento» , lanza la idea.

Natural de Consuegra (Toledo) y «manchego de pro», en marzo terminará en la Escuela de Hostelería Toledo el doble grado de Cocina y de Sala, que comenzó en 2019. Cuenta que comenzó tarde a estudiar cocina, pero que ha sido una boya, un ancla, en su vida turbulenta. «Estudié primero Derecho y Ciencias Políticas, pero no conseguí terminar la carrera; empecé Historia, más de lo mismo; y me agarró por el camino una depresión de caballo bastante 'chunguilla' con la que llevo casi diez años, aunque estoy a punto de tener el alta», resume.

Plato de Carlos Sánchez-Tembleque en el concurso

Para superar esta década ruidosa, Carlos ha contado con varias manos que no le han dejado hundirse. Por eso agradece la ayuda de sus padres, su entorno y, sobre todo, de su psicólogo, Roel García, que «ha sido un apoyo increíble» . Pero también tiene palabras para la cocina, que le ha contribuido a recuperar el rumbo. «Hay un momento en el que no sé a qué dedicarme y, como siempre me ha gustado cacharrear, pensé en probar. Algo había que hacer con la edad que tenía y he encontrado una cosa que me ha ayudado a ordenar mucho mi vida, me ha centrado muchísimo; ha sido una boya, un ancla muy importante», expresa.

Carlos es, además de un cocinero incipiente, un devorador de libros desde su infancia; y se nota en su lenguaje fluido. « Todas las noches, desde que tengo cinco años, le dedico una media hora a la lectura. De pequeño no sabía leer y entonces era mi padre, Cándido, quien me leía los libros, y decía que me los sabía de memoria».

Dice su gente cercana que, con 14 años, Carlos era un lector maduro que a esa edad leía filosofía, «un niño-sabio» según su tío Antonio, catedrático jubilado de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Pero Carlos reconoce que no tiene criterio a la hora de leer, aunque «sí muchas ganas», y lo mismo le da ciencia ficción que fantasía, novela histórica o ensayo. También en los fogones encuentra literatura. «Además de recetas, la cocina popular nos habla de la historia de los pueblos, de las comunidades. Al final, he tenido la suerte de entroncar con la cocina un montón de facetas que me habían interesado siempre. Aunque no conseguí terminar carreras académicas, sí he logrado seguir explorando esos intereses».

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