Otra mirada al paisaje desde la Vega Baja

«Se suman la belleza del lugar, vestigios arqueológicos, monumentos, relatos literarios y miradas desde la pintura»

Cuadro 'En la fuente de Toledo' o 'Mujeres en la Fuente' (1913), Diego Rivera. Museo Dolores Olmedo de Ciudad de México

POR ANTONIO ZÁRATE

La definición de paisaje puede resultar complicada para cualquiera pero, sin lugar a dudas, enfrentados a esa cuestión, todos diríamos que el paisaje es 'lo que vemos', 'lo que contemplamos', 'lo que dominamos con la vista', aproximándonos al concepto estético de paese de los pintores italianos desde el siglo XV, luego de paessagio , pero también del territorio que se abarca con la mirada, coincidiendo con el término germano de landschaft , o el inglés de landscape . O de otro modo, como lo hace el 'Convenio del Paisaje Europeo' en su artículo 1: por paisaje se entenderá cualquier parte del territorio tal como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción e intervención de factores naturales y/o humanos . En cualquier caso, todo paisaje supone un observador, quien lo mira, y un objeto, la naturaleza, que soporta la mirada, y entre ambos, relaciones emocionales y sentimientos que, según el geógrafo Yi-Fu Tuan, pueden ser de topofilia, topolatria, topofobia o toponegligencia . En ese contexto, los paisajes culturales, como la Vega Baja y La Peraleda , que acumulan valores patrimoniales por la intervención del hombre a lo largo de la historia, adquieren especial significado y explican el interés por ellos de la comunidad científica, de los organismos comprometidos con la cultura y de la ciudadanía.

Como ocurre con otros paisajes culturales, en la Vega Baja y La Peraleda se suman la belleza del lugar, vestigios arqueológicos, monumentos, relatos literarios y miradas desde la pintura que los inmortalizan mediante la imagen y el genio de los artistas . Este es el caso de 'En la fuente de Toledo' o 'Mujeres en la fuente', lienzo del mexicano Diego Rivera , iniciado en 1912, durante su estancia en Toledo, y terminado al año siguiente, en 1913, en París. En la actualidad, la obra pertenece al Museo 'Dolores Olmedo' de Ciudad de México, en una bellísima hacienda de finales del siglo XVI, 'la Noria', magníficamente recuperada en el sur de la metrópoli, en Xochimilco.

'Laoconte y sus hijos' (1609-1614), El Greco, y 'En la fuente de Toledo' o 'Mujeres en la fuente' (1913), Diego Rivera. Interpretación por Antonio Zárate

En 'La fuente de Toledo' ejemplifica e l reconocimiento del artista por los valores plásticos de nuestra ciudad , siempre desde la distancia, aquí, desde una altura dominante sobre la Vega Baja que se extiende en un amplio plano con sus paseos arbolados, todavía reconocibles e idénticos a lo que nos muestran numerosas fotografías del Archivo municipal. Entonces, en 1912, con sus huertas y otras tierras de cultivo cuyo riego facilitaban las acequias de la Mina del Corregidor. Los tres paseos arbolados siguen existiendo: paseo del Cristo de la Vega, Mas de Ribero y Carlos II I. Su representación otorga profundidad a la escena mediante una intencionada relajación de la perspectiva renacentista, aprendida en la Academia de San Carlos y recibida de sus maestros, sobre todo, de José María Velasco.

A diferencia de la perspectiva lineal propuesta por Leo Battista Alberti, ya no hay un sólo punto de fuga, sino varios que se entrecruzan, influido por su estancia anterior en Paris, en 1911, donde se relacionó con las vanguardias del momento e inició su evolución hacia la abstracción y un precubismo cargado de simbolismo. Todo eso se expresa en esta obra mediante la geometrización de las formas, que se vincula, no obstante, de manera fundamental, a su admiración por Cézanne, hasta ser más deudor de él que de los grandes maestros del cubismo, en especial en su vertiente analista, Braque y Picasso.

La escena en primer plano, dos mujeres a la izquierda que llenan sus cántaros en la fuente y tres a la derecha , girando en círculo a modo de un baile sin fin, aportan movimiento y fijan la atención del espectador. En estas figuras se hace ya evidente la admiración de Rivera por El Greco y su influencia : las figuras alargadas y su distorsionismo, también presentes en Ignacio Zuloaga, otro de los pintores por los que Rivera se interesó en España. Asimismo, es fácil apreciar la geometrización en los cuerpos de las mujeres, en sus vestidos, en sus formas femeninas e incluso en los rostros afacetados, sin por ello perder carga expresiva. El empleo de colores complementarios, blancos, amarillos, azules, morados, rosas y ocres y marrones muy limpios , contribuye a la armonía de la escena en el primer plano, y del paisaje, en el segundo, e l de los campos de la Vega Baja y sus paseos arbolados , y en el tercero, el del fondo, con el escarpe de falla de aspecto montañoso en el que se sugiere la ciudad, el tránsito desde la terraza fluvial al macizo cristalino de Toledo.

La tendencia a la abstracción y geometrización constituyen las características fundamentales de este cuadro; a través de esos recursos se crea la profundidad de los 3 planos en los que se estructura la obra : desde el primero, las mujeres con la fuente hexagonal y donde el suelo, de suave color ocre, de las arcillas del lugar desde el que se pinta, el cementerio o el llano de las Monjas, se concibe como escenario del tema principal, terminando en un gran arco que se repite con elipses y triángulos en el segundo plano, el de la Vega, y en el tercero, el frente montañoso. Por otra parte, rectángulos y triángulos definen los campos, los relieves alomados y las sombras en las vertientes montañosas, todos reforzados por contrastes cromáticos que conectan con la tendencia colorista y abstracta del cubismo que recibió del poeta Guillaume Apollinaire en 1913 la denominación de orfismo o cubismo órfico, y entre cuyos protagonistas figuran Sonia Delaunay y su marido Robert Delaunay, con los que Diego Rivera trabó relaciones de amistad.

De todos modos, ni las formas ni los colores llegan a una abstracción que impida la identificación del lugar , todo lo contrario, la 'Vista de Toledo' pintada por Rivera es reconocible, aunque el artista la descomponga según sus intereses expresivos, como los campos de olivos y encinas, sobre las tierras ocres y rojizas propias de los depósitos arcillosos de la derecha del río , aquí desplazadas a su izquierda, al igual que hace El Greco en su 'Vista de Toledo' del Metropolitan, con la catedral a la izquierda del alcázar y no a su derecha, como es en la realidad. En ambos casos, el paisaje se reinterpreta y se carga de emociones que se trasmiten al espectador, y las semejanzas artísticas se intensifican cuando se compara expresamente 'En la fuente de Toledo' con el cuadro de 'Laoconte y sus hijos' (1609-1614), del Greco , de la National Gallery de Washington (Figura 2).

Cuando el pintor mexicano se instaló en Toledo en 1912 con su primera mujer, Angelina Beloff, probablemente ya traía en la retina el cuadro de 'Laoconte y sus hijos', que debió conocer en París en 1910, recién comprado por el galerista Durand-Ruel al Infante D. Antonio de Orleans y Borbón, y vendido en 1915 a Paul Cassirer en Berlín. La composición es semejante en los dos cuadros: En 'Laoconte y sus hijos': en un primer plano, la escena principal, el sacerdote y sus hijos luchando con las serpientes, y a la derecha, las tres figuras de variable interpretación que aquí no corresponde comentar, todas con su característico alargamiento y escorzos que proporcionan movimiento; en segundo plano, la Vega con el caballo, y en tercero, la ciudad con el relieve montañoso del fondo. La principal diferencia entre ambos cuadros es el mayor desarrollo que Rivera concede a la Vega Baja, atraído por su belleza, por la importancia de la naturaleza para los paisajistas desde el siglo XIX , y porque actúa con mayor libertad en su expresión artística.

En 'Laoconte y sus hijos', el tema se pone al servicio de la fama y gloria de la ciudad, de acuerdo con su mítica fundación por troyanos según círculos humanistas. Toledo se identifica con Troya a través del sacerdote de Apolo y de sus hijos, y del caballo que se acerca a la puerta de Bisagra en alusión al de los aqueos para introducirse en el recinto troyano. Por otra parte, como detalle más de inspiración en El Greco, en la obra de Rivera el jinete que se dirige hacia la ciudad no puede tener mayor parecido con el caballo del Greco en la obra citada, en su forma, posición, color y en su marcha pausada, al paso.

La imitación del cretense también se hace evidente en el tercer plano, pero con las coherentes diferencias de tiempo y estilo en que fueron pintadas: El Greco representa la ciudad de manera explícita, para mostrar simbólicamente su fama y gloria, Diego Rivera lo hace de modo abstracto, las formas desaparecen , el peñón se sugiere por un relieve triangular, y la ciudad, por un estrecho camino hacia una mancha de color, alusión a la puerta de Bisagra , y en lo más alto, una arquitectura cúbica evocadora del alcázar o la catedral . A la izquierda, al otro lado del torno del Tajo y del río, aludido con largas pinceladas en azul que reaparecen en la Vega, se destaca otro relieve triangular con el supuesto castillo de San Servando en la cumbre, una mancha obscura que se funde con el celaje. Y otra vez más, las relaciones reaparecen en el friso del cielo, donde azules y grises dan corporeidad a las nubes, con predominio de triángulos, y crean un discreto dramatismo que recuerda los cielos de tormenta del Greco.

Por otro lado, las escasas arquitecturas de 'En la fuente de Toledo', como la casa de labor de la Vega y las antes identificadas del fondo, con volúmenes cúbicos y planos desde distintos enfoques, nos vuelven a hablar de desestructuración formal próxima a otra de las vanguardias del cubismo, la del grupo Section d'Or, a la que pertenecieron los Delaunay, Duchamp, Léger, Metzinger y Picabia. Todos ellos, como ahora Rivera, se interesaron por la abstracción matemática que buscaba el tratamiento simultáneo de la forma a través de sus distintos planos, y la descomposición intelectualizada de la realidad. Se aspiraba así a acentuar volúmenes y a incorporar la cuarta dimensión, como el cubismo analítico, pero con más imaginación y un colorismo relacionado con el orfismo.

En definitiva, 'En la Fuente de Toledo'es una obra de juventud de Rivera , en la que está presente el interés por el paisaje aprendido en la Academia de San Carlos y una tendencia a la abstracción que aumenta hacia el fondo y se apoya en el protocubismo de la Sectión D´Or y el orfismo, en la geometrización de Cézanne y en la técnica escultórica del Greco, en su manejo de la luz y el color y en la distorsión de las figuras, a lo que no es ajeno la influencia de su amigo, el también pintor mexicano, Ángel Zárraga, que le acompañó en Toledo y fue uno de los mayores admiradores del Greco. Por otro lado, todo está cargado de simbolismo y espiritualidad en 'La Fuente de Toledo', donde la Vega Baja alcanza protagonismo y revela motivos por los que la ciudad fue declarada Monumento en 1940 y Patrimonio de la Humanidad en 1986 .

La reiterada representación de la Vega Baja por artistas como El Greco, Aureliano de Beruete, Ignacio Zuloaga y Diego Rivera, entre otros, evidencia su singularidad como paisaje identitario de la ciudad y contrapunto necesario para el conjunto amurallado, portador además de valores medioambientales, monumentales y patrimoniales. A través de 'La Fuente de Toledo' s e muestra una vez más por qué la Vega Baja y La Peraleda , parte de una misma unidad geográfica y cultural, exigen un tratamiento unitario, no fragmentado y puntual , que permita desde la experiencia del geógrafo su preservación y uso como espacio de ocio y recreo, como parque arqueológico y superficie de importancia medioambiental junto al Tajo, con capacidad vertebradora de la ciudad y de hacer de Toledo una isla de verdor y un referente contra el cambio climático y la reducción de gases invernadero, de acuerdo con el pacto verde de la Unión Europea.

Antonio Zárate Martín

Real Sociedad Geográfica.

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