Gustavo Reneses - Babilonia en guagua

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Donde se dijo imputado, ahora se dice investigado. Igual la rima era mala, o no era del gusto de todos

Gustavo Reneses
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En estos días azules de marzo, hay algo que sobrevuela por encima de nuestras cabezas —y que conste que no se trata de las lenguas de fuego por la proximidad de la Semana Santa— se trata de la insoportable sensación de que el lenguaje cambia a una velocidad poco asimilable por nuestros sesos.

Vivimos en la era de la comunicación. Todos y todo comunica. Incluso el que está callado en un rincón con los brazos cruzados está comunicando algo. El lenguaje no verbal es algo de toda la vida y poco cambia. Esos morros y el ceño fruncido es un cabreo en toda regla desde el Paleolítico. Es algo inherente a nosotros.

Sin embargo, el lenguaje oral es otra cosa.

Es ese amasijo de palabras que con cierta intención vamos modificando con el tiempo. Quitando las piruetas, empujones y patadas que le damos al lenguaje, los que nos dedicamos al asunto de la comunicación, hay otras personas con intenciones aviesas que con cierto disimulo —y poco decoro— van matizando aquellos detalles semánticos que les hacen la existencia más sonrojante.

Igual es la moda o la evolución natural de los hechos, pero no deja de ser curioso. Donde se dijo imputado, ahora se dice investigado. Igual la rima era mala, o no era del gusto de todos. Ahora mola más. Cosas de elitizar el asunto. Si la cosa se encauza se llama “encausado”, que es más chungo que lo primero. Lo mismo pasa con el cuchipandismo de toda la vida, heredero de las francachelas y que ahora se designa con el neologismo compi-yogui, totalmente ridículo pero real como la vida misma.

Si hay algo todavía más grotesco, es cuando comienzan a enhebrar frases para justificar cualquier cosa, y llegar a un paroxismo lingüístico que pareciera atentar a la inteligencia de los espectadores. Algunos son profesionales de la materia, incluso cobran por ello.

Lo que no está claro es si la corrupción ha elevado la hipocresía a la enésima potencia, o ha sido la hipocresía la que ha parido a la corrupción después de una larga gestación. El caso, es que se extraña la semana donde la prensa no se llene de historias absurdas, esculpidas a golpe de retorcidas palabras que demuestran el calado ético de los que están en el poder, de los que se arriman y de los que se genuflexionan ante los primeros.

El lenguaje seguirá ahí, modelado a nuestra imagen y semejanza, dejando claro que este ridículo existencial tiene cura, pero nadie parece querer tomar de la medicina adecuada. Quizás está más cerca de lo que uno quiera alcanzar, apagando la tele y abriendo un libro.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

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