«Si no eres independentista, te conviertes directamente en un fascista»

Ciudadanos catalanes residentes en Madrid narran a ABC cómo han vivido el desafío independentista

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Marcelino Abad

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«Si no eres independentista, te conviertes directamente en un fascista». Alba salió de su Barceloneta natal hace ocho años para estudiar Economía en Madrid. Antes de que el avión despegara ya se le había inundado el rostro de lágrimas. Atrás dejaba la familia y los amigos de la infancia, la arena de la playa y el olor del Mediterráneo. No fue casual que antes de pisar la Puerta del Sol preguntara por una tienda dónde comprar una señera. Con el bulto en las manos se fue corriendo a casa. «Lo primero que hice fue colgarla en mi habitación, junto con las fotos de mis padres y otros recuerdos de la adolescencia», explica.

La bandera, sin embargo, no aguantó más de un año colgada. Tras un fin de semana en Barcelona regresó a Madrid y en un arrebato de furia la arrancó de la pared. «Me sentí frustrada. No procedía de un círculo independentista. Ni mi familia ni mis amigos lo eran. Pero de la noche a la mañana se sintieron llamados a defender los Països Catalans. Fue como si hubieran tenido una revelación y yo me hubiera convertido en una apestada», explica.

La crisis económica había tambaleado los cimientos de su casa. El «España nos roba» comenzaba a penetrar en su círculo. Y lo que antes era una familia «moderada», estaba comenzando a abrazar la independencia. «No sabía qué me había perdido, ni por qué estaba calando con tanto ahínco el ideario separatista. Se lo pregunté a mi padre y la discusión fue tal que volví a Madrid sin despedirme», recuerda.

El Estatuto de Autonomía de Cataluña, el origen

El Tribunal Constitucional acababa de resolver el recurso del PP contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Que no se la considerase jurídicamente como una nación, y que se cuestionase el modelo lingüístico de la Comunidad fue la chispa que encendió la mecha. «Mi padre me dijo que no podía opinar porque no padecía los atropellos que el Estado español cometía contra los catalanes, que les estaba arrebatando su identidad. Yo trababa de explicarle que era una decisión judicial, pero no había manera». «Se lo conté a una amiga y mi sorpresa fue encontrar en ella la misma reacción: De repente me había convertido en una fascista».

Carmen comparte con Alba su vecindad, pero también su testimonio. Procedente de la Ciudad Condal, llegó a Madrid hace siete años para estudiar Derecho. Como abogada explica que la convocatoria del referéndum, la ley de transitoriedad jurídica y el resto de normas hacia la desconexión «son un atropello legal porque atentan contra la Constitución».

«Desde la lejanía puedo analizar todo el proceso con mayor libertad, con imparcialidad y sin temor a que nadie me tache de fascista», explica. «A día de hoy es muy difícil manifestarse en Cataluña en contra de la independencia, incluso con tus amigos. Lo peor es que todo el proceso se basa en una mentira. La gente no quiere darse cuenta porque está sometida al bombardeo continuo de noticias pro independencia que se proyectan desde la televisión y la radio públicas, los periódicos o los clubes de fútbol. Pero la realidad es que una Cataluña independiente no tendría ningún viso de prosperar. A la falta de apoyo internacional se uniría la falta de recursos económicos. En un mundo globalizado la independencia es un sinsentido», explica.

«El referéndum del 1-0 carece de garantías»

En su opinión, la situación actual de Cataluña se debe a dos factores principales. De un lado, la coyuntura económica de la que se han valido los líderes independentistas para convencer a los ciudadanos de que solos estarían mejor; y de otro, la demora de los «partidos constitucionalistas» en responder al desafío secesionista, con el Gobierno de la nación a la cabeza.

«En el resto de España no se ha visto el tema del independentismo como una preocupación principal porque no le afectaba directamente al conjunto de los ciudadanos, y de esa pasividad esta situación. Lo que tendríamos que hacer es apagar este fuego desde la fraternidad, convenciendo de que nunca puede saltarse la legalidad, pero sin perder de vista que las leyes evolucionan con la sociedad. Si se quiere articular un pretendido derecho a la autodeterminación, primero hay que reformar la Constitución, y eso exige del acuerdo de todos», explica.

Una opinión que comparte Alejandro, un joven periodista que lleva un año en Madrid. Natural de Barcelona, se manifiesta en contra del referéndum convocado para el próximo domingo «porque carece de todo tipo de garantías». En el caso de que se quiera votar sobre la autodeterminación de los pueblos, «primero habría que reformar la Constitución», comenta.

«Hablamos de adoctrinamiento en las aulas, pero yo no estoy de acuerdo. El ideario comienza en los hogares, no en las escuelas», explica. Aunque reconoce que la situación está enrocada, confía en que el Gobierno de la Generalitat y el central alcancen una solución política con celeridad porque «la situación no aguanta más».

Los nombres utilizados en este reprotaje son ficticios por decisión de cada uno de los entrevistados.

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