Sánchez se aleja de Podemos y llevará al PSOE a negociar los grandes pactos de Estado

No presupone acuerdos pero sí negociará en materia de pensiones o financiación

Pedro Sánchez en una rueda de prensa en Ferraz EFE
Víctor Ruiz de Almirón

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Siempre alerta y a la expectativa de lo que suceda en Cataluña, el nuevo año se presenta como el primero desde 2013 en el que no hay programadas elecciones en nuestro país. Un año «valle» que no obstante será muy diferente al de hace cinco años. Para Pedro Sánchez la ausencia de citas electorales inmediatas es escenario desconocido.

Y eso supondrá un enorme descanso para él, que siempre ha vivido las citas electorales como una doble contienda: la que de por sí representaban las urnas y la que internamente suponía para su liderazgo en el PSOE . 2018 es pista de despegue de un nuevo ciclo electoral que arrancará en el primer trimestre de 2019 con las elecciones andaluzas, seguirá con las elecciones municipales y autonómicas y los comicios al Parlamento Europeo. Siempre con la probabilidad de que Rajoy decida llevar el fin de la legislatura también a ese año y no al ecuador de 2020.

En ese ciclo electoral, mucho más comprimido que el que dejamos atrás, Sánchez se lo vuelve a jugar todo. Pero hasta entonces tendrá paz. En forma de calma tensa, pero sin que nada haga previsible que las heridas socialistas, todavía en fase de cicatrización vuelvan a abrirse. Sánchez prepara al PSOE para encontrar un complejo equilibrio entre ser la alternativa al PP a la vez que responde a la llamada en asuntos de Estado y para ser izquierda y oposición sin dejarse atrapar por Podemos. «Oposición de Estado», «izquierda de Gobierno» o «izquierda constitucional» serán los mantras comunicativos que más desplegará Ferraz para diferenciarse por un lado del PP y por otro de Podemos.

En el PSOE se identifica a Podemos «a la deriva» y se constata la «fragilidad» de Pablo Iglesias como referente de la izquierda. Sánchez se siente legitimado para ocupar ese espacio y está convencido de que su historia personal le blinda de los ataques que llegarán de Podemos si en determinadas cuestiones se acerca al Gobierno.

Límites muy claros

El líder del PSOE se dispone a un acercamiento «moderado», dicen desde la dirección, que «en ningún caso presuponga acuerdos» pero que si traslade la disposición del partido a negociar los asuntos nucleares para el funcionamiento del país. Así ha sido en lo referente a Cataluña y Sánchez está dispuesto a negociar con Rajoy otras cuestiones como la reforma de las pensiones, el sistema de financiación autonómico, todo lo referente a la lucha contra el terrorismo yihadista y la posición de España en torno a la reforma de la Unión Europea. También existe disposición a lograr avances concretos en el pacto de Estado por la Educación, para el que ya existe una comisión en el Congreso de los Diputados.

Frente al amago de Podemos con abandonar el espacio del Pacto de Toledo, Sánchez hizo en la campaña catalana un ofrecimiento que pasó inadvertido en los titulares de aquellos días pero en el que ofrecía al PSOE para negociar un nuevo modelo. Ya en verano hubo un primer contacto con el Gobierno en el que los socialistas definieron sus prioridades: recuperar estrictamente el IPC como referencia en la revalorización de las pensiones y empezar a sufragar el sistema vía impuestos, con la creación de un tributo para ello.

En financiación autonómica el Gobierno lo tiene claro: no habrá un nuevo modelo si no es acordado con el PSOE. Eso refuerza la capacidad negociadora de Sánchez, pero a la vez le introduce más presión interna, ya que sus barones reclaman ya ese acuerdo. De momento el punto de encuentro en el PSOE es que el Gobierno debe presentar su propuesta y luego negociar . Es la mejor forma de dejar patente su impronta en el acuerdo final. Esta voluntad de acuerdo tendrá un límite: el PSOE centrará su oposición en la cuestión de las desigualdades y de la calidad del empleo, por lo que no habrá acuerdos en un terreno en el que Sánchez demanda la derogación de la reforma laboral.

Sánchez está decidido a marcar distancias con Podemos, a quien el pasado septiembre definió como su aliado «preferente» y con quien se propuso crear un espacio de trabajo y coordinación permanente en el Congreso de los Diputados que no ha dado ningún resultado. «No tenemos ninguna sociedad, más bien hemos tenido un problema» , aseguraba el pasado viernes José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE. Se pone así de manifiesto la cuestión territorial y la expulsión del PSC del Gobierno de Barcelona. Y es que para Sánchez la cuestión esencial es la de la credibilidad y la experiencia de gestión del PSOE como elementos diferenciadores frente a Podemos y también contra Ciudadanos.

Sánchez hizo de su rechazo a Rajoy el ingrediente fundamental en el que cocinó el relato de su campaña para recuperar la secretaría general. Su regreso a Ferraz abrió un escenario de incertidumbre política que dibujaba un PSOE radicalizado. Ahora pretende hacer compatible su oposición al presidente del Gobierno-«Rajoy es fracaso» es el lema que eligió el PSOE para hacer balance del año- con la creación de una imagen «presidenciable», que precisa de un perfil más institucional que el que representa un Podemos que en Ferraz cada vez consideran más instalado en las posiciones clásicas de la izquierda no gubernamental.

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