Mariano Rajoy, este sábado con la junta directiva de los populares catalanes, en Barcelona
Mariano Rajoy, este sábado con la junta directiva de los populares catalanes, en Barcelona - EFE

Rajoy: «Yo no me voy a rendir ni a dejar abandonados a mis votantes»

El presidente está tranquilo, pero no está quieto. Es discreto y tiene una estrategia

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«Si alguien no se te pone al teléfono es muy difícil hablar con él», explica el presidente del Gobierno. «Yo no es que no me mueva, es que con mis 123 diputados, sin el PSOE, no voy a parte ninguna».

El presidente Rajoy está tranquilo. También algo estupefacto -todo hay que decirlo- por según qué comportamientos, dentro y fuera de su partido. Algunos le acusan de pasividad, como si esperaran de un registrador de la propiedad gallego la exhibición ufana de sus movimientos. Y es que el mayor enemigo de la creación política eficaz no es ni siquiera la pasividad, sino las histéricas. Hay una derecha, entre tontorrona e histérica, que es la «que me exigía que pidiera el rescate o que mandara los tanques a Cataluña», con la que el presidente ha tenido también que lidiar para llevar a cabo su proyecto reformista y moderado.

Además, Rajoy ha entendido siempre que los tiempos de la política no son los del periodismo, y ha ido actuando según su criterio y sin tener en cuenta los aspavientos de los tertulianos de medio pelo que en algún momento se creyeron con el derecho de marcarle el ritmo y la agenda. En este sentido -y en esta arrogancia- los que dicen no entenderle, lo que suelen no entender es que se atreva el presidente a no hacerles caso.

«Yo no he renunciado a nada, pero si Pedro Sánchez, que es quien tiene la llave de la gobernabilidad, no quiere hablar con el Partido Popular y dice que puede conseguir una mayoría alternativa, es él quien debe intentar la investidura. Que lo intentara yo, ¿de qué serviría?». El presidente ve posible que Sánchez logre la investidura, pero no un gobierno con pies y cabeza para hacer frente a los retos que a España se le presentan. En cualquier caso, y pese a su proverbial prudencia, no parece estar empaquetando sus enseres como si tuviera que abandonar La Moncloa dentro de dos o tres meses. Los que tanta prisa tienen por desalojarle, tendrían que revisar sus matemáticas.

«Reina por un día»

Rajoy es discreto, Rajoy es paciente y Rajoy siempre tiene una estrategia. En esta ocasión no ha tenido más remedio que arriesgar un punto más allá de lo que un carácter como el suyo hubiera deseado. Pero el juego es más elaborado de lo que parece, y la cosa está entre tres narcisos y un señor muy inteligente. Mientras Pedro Sánchez protagoniza estas semanas su capítulo especial de «Reina por un día», Pablo Iglesias ve cómo las encuestas pronostican que de repetirse las elecciones superaría al PSOE. Rajoy aguarda su momento: y que por ahora no tenga mayoría para lograr su investidura, no significa que no la tenga para fundirse a Pedro Sánchez.

Los que dicen que unos nuevos comicios poco cambiarían la escena, o no la cambiarían nada, descuidan el hecho de que si Podemos supera al PSOE habrá terminado la carrera política de Sánchez y los socialistas no tendrán más remedio que pactar con el PP, porque sería su suicidio como partido hacer presidente a Pablo Iglesias.

Pese a todo, la dualidad permanece en Rajoy pese a su larga trayectoria política. Si el presidente entiende el juego partidista, y participa de él sin problema; el ciudadano responsable y conservador, normal en el sentido estadístico de la palabra, no puede comprender que el líder del segundo partido del país no se ponga al teléfono cuando le llama su presidente, ni que la izquierda en general sea capaz de insistir en sus bravuconadas y en sus equivocaciones, con los fracasos y la miseria que históricamente han causado. «Yo se lo dije a Tsipras, que no iba a doblegar a la Unión con un pulso a la brava. ¡Si conmigo no transigieron nada, y yo soy España! Y no me hizo caso, y organizó el referendo, y ha tenido que acabar asumiendo medidas mucho peores que las que quiso evitar con su desafío disparatado».

No es Artur Mas

«Será un mes duro», dice Rajoy sobre el tiempo negociador que quiere tomarse Pedro Sánchez. «Pero yo no me voy a rendir, ni voy a abandonar a mis votantes, ni voy a dejar de trabajar para poder seguir defendiendo los importantísimos retos que se le plantean a España». Rajoy no es Mas, que le tuvo tanto miedo a la democracia que prefirió abandonar antes de dejar que los catalanes ejercieran su verdadero derecho a decidir, ese «derecho a decidir» que luego tiene la desfachatez de exigirle a Rajoy cuando él es el primero que intentó siempre esquivarlo, y no ha reconocido los resultados si no han sido de su agrado.

El presidente está tranquilo, pero no está quieto. Si alguien cree que el explícito rechazo europeo al proceso secesionista de Cataluña se produjo porque sí, como la lluvia cae del cielo, es que no tiene ni idea de cómo funcionan las alianzas entre Estados. Se podría parar un tren con la cantidad de cosas que el presidente sabe y maneja, y la canallesca ignora. Es mediocre y provinciano ser un columnista y no haber hecho este cálculo. Que Rajoy no sea un histérico no significa que no sepa perfectamente lo que está haciendo.

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