Sebastián Álvaro - Análisis

Percepción del riesgo

Sólo podemos aprender y tratar de que no vuelva a producirse un accidente como el de ayer

Sebastián Álvaro
Madrid Actualizado: Guardar
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Dice mi amigo Alberto Ayora en su libro «La Gestión del Riesgo» (editorial Desnivel), que saber «leer» el riesgo al que te enfrentas es esencial para poder acometer cualquier actividad que se desarrolla al aire libre y no estar expuestos a accidentes que, muchas veces, tienen consecuencias graves.

La estadística nos confirma que cuanto menos peligro se percibe mayores riesgos cometemos en nuestras acciones. No hace mucho leí que cuando se instalaron los primeros sistemas de freno con ABS no descendieron los accidentes sino que todo lo contrario: aumentaron. Los conductores «percibían» menos peligro y asumieron mayores riesgos. Es probable que esa sea la causa de buena parte del aumento de accidentes en la práctica del descenso de barrancos, una actividad aparentemente sencilla y la mayoría de las veces divertida y placentera.

Sin embargo, todos los años cuando los servicios de rescate de la Guardia Civil (Greim) hacen recuento del número de accidentes, más de un 10 por ciento del total son en barrancos. Esta actividad la comenzaron a practicar primero los espeleólogos franceses y luego se generalizó en España, a partir de los ochenta, en buena medida por su influencia en el Pirineo.

Luego serían alpinistas hasta que se generalizó convirtiéndose en una de esas actividades que parecen asequibles a cualquier persona. Pese a ello, en el fondo de los cañones cualquier incidente es la antesala de un accidente y sus consecuencias mucho más graves: una torcedura, una piedra que cae de arriba, una cuerda que se bloquea, un anclaje que salta, una poza con una piedra oculta, sifones, rebufos y, muy en particular, una tormenta que descarga en la cabecera del torrente y se canaliza por el fondo del barranco convirtiéndose en una ola destructora que barre cuanto encuentra a su paso.

Probablemente esta sea la causa del terrible accidente que provocó la tragedia que ayer nos conmovió a toda España. No hay palabras de aliento ante estas situaciones. Y sé muy bien lo que se siente: el 26 de mayo del 2003 en un barranco de la isla Guadalupe sufrimos un accidente mortal que se cobró la vida de un compañero. Sólo podemos aprender y tratar de que no vuelva a producirse.

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