Manifestación independentista de la Diada de este año
Manifestación independentista de la Diada de este año - AFP

INDEPENDENTISMO CATALÁNCultura frente al populismo secesionista

Tras el alud de libros independentistas, los autores no nacionalistas recuperan posiciones editoriales

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Después de cuatro años de hegemonía independentista en los libros políticos -aunque algunos títulos de 2014 podrían adscribirse al género fantástico-, los antagonistas del «Procés» han recobrado posiciones editoriales en 2016. Al balance económico de Josep Borrell en «Los cuentos y las cuentas de la independencia», la «Historia mínima de Cataluña» de Jordi Canal, «Cataluña en España: historia y mito» del equipo académico de Gabriel Tortella, el testimonial «¡SOS! Secuestrados por el nacionalismo» que firma Dolores Agenjo, «Cuando pintábamos algo en Madrid» del exdiputado convergente Josep López de Lerma y la novela «El sanatorio» de Nuria Amat -alegoría sobre la sociedad cerrada catalana-, se añaden tres recopilaciones ensayísticas que sitúan al secesionismo en el amplio espectro populista: «Idiocracia» de Ramón de España (Ediciones B), «Totalismo» de Miquel Porta Perales (ED Libros) y «La seducción de la frontera» de Félix Ovejero Lucas (Montesinos).

Vayamos, primero a los neologismos. Inspirado en el título de una película de Mike Judge -«Idiocracy»-, Ramón de España describe cómo la idiotez se ha expandido en el planeta y en una España donde prosperó la corrupción, el populismo en sus diversas versiones, entre estas, el independentismo: «Dudo mucho que nuestra Transición fuera ese ejemplo para el universo mundo de cómo se hacen las cosas cuando toca cambiar de sistema político. Pero tampoco la considero esa mierda pinchada de un palo que ven los nacionalistas y los tarugos de la nueva izquierda», advierte. A los primeros, el autor les dedicó «El manicomio catalán» y «El derecho a delirar», mientras que califica a los segundos de «sarta de indocumentados que van de renovadores, cuando su discurso bolchevique ya me sonaba a viejo cuando los escuchaba en las asambleas de la universidad a principios de los años setenta del pasado siglo».

Aunque de la sátira no se escapa la izquierda, ni la Iglesia, ni el PP, ni los islamistas, Ramón de España ofrece el podio a los nacionalismos. La idiocracia catalana, asevera, es por hoy la más rutilante de Europa: «¿O es que hay otro lugar en el continente donde tanta gente esté convencida de que la independencia de su terruño no solo es posible, sino inmediata?»

Totalismo o totalitarismo

Nacionalismo y populismo, dos caras de una misma moneda que Miquel Porta Perales deposita en la hucha común del «totalismo». A diferencia del «totalitarismo», que emana de dogmas y regímenes políticos, el «totalismo» nace de la sociedad civil para «modular y controlar a la carta -esto es, en función de intereses y objetivos- la concepción del mundo, el pensamiento y la acción de los individuos».

En el catálogo «totalista», el secesionismo comparte con el populismo el abuso del lenguaje, la estimulación emotiva, la movilización permanente, el enemigo exterior a batir, el victimismo patológico, la Terra Prometida… Porta Perales advierte algo de soviético en el nacionalismo catalán: «Las asociaciones de la sociedad civil nacionalista, los artículos, las manifestaciones, los discursos, las proclamas, las pancartas, los lemas, las consignas y el lenguaje recuerdan la agitprop de los revolucionarios soviéticos». Con la «neolengua» de Orwell, el autor compone un glosario del «totalismo identitario»: la «astucia» (deslealtad institucional), el Barça (aparato de propaganda), la Brigada Aranzadi (ridiculización de la legalidad), el «derecho a decidir» -que no figura en ningún tratado jurídico pero que los secesionistas no cesan de repetir-, el «unionismo» que convierte a los adversarios en enemigos… Un «menú de la felicidad» con el que independentistas y la izquierda populista aseguran que la única democracia auténtica es la que ellos postulan.

El mantra del populismo es desdeñar «el régimen del 78» como continuación del franquismo

En «La seducción de la frontera», tercera entrega del ciclo que bautizó «Contra Cromagnon», el profesor de la UB Félix Ovejero Lucas denuncia «la disposición de nuestra izquierda a comprar sin tasarla la mercancía nacionalista». Esa mercancía que juzga averiada, identifica secesión con democracia: «El ideal de ciudadanía, germen normativo de la izquierda, resulta incompatible con una mitología nacionalista que vincula la calidad moral de los ciudadanos -y sus derechos- con su grado de proximidad a una fabulada identidad colectiva… Mientras la ciudadanía, como la igualdad, no admite grados, la identidad, sí. Habría ciudadanos más puros que otros: vamos, que no hay ciudadanos».

El mantra del populismo de izquierda que dice asumir el «derecho a decidir» es desdeñar al «régimen del 78» como una continuación del franquismo y dar oxígeno a un independentismo que se presenta como víctima de la baja calidad democrática española. Unidos por el populismo, «presentan como ‘franquista’ cualquier medida de fortalecimiento del Estado, incluida la simple mención a España. Una práctica que la izquierda adquirió en el mismo lote en el que les compró el viciado relato que tanto ha contribuido a su desbarajuste». En opinión de Ovejero, «la respuesta del contentamiento es el nutriente del nacionalismo, incluso hasta le sugiere una estrategia ganadora, por dónde avanzar: subir la tensión para negociar mejores condiciones».

Con matices -de la comparecencia del catalanismo moderado de CiU que ve en el independentismo un formato más del populismo, a la izquierda no nacionalista que todavía no se había integrado en C’s, pasando por el análisis más académico de politólogos e historiadores- el argumentario antinacionalista recupera peso editorial.

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