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Chacón y la constante búsqueda del momento adecuado: «¿Tú me quieres? Si me quieres no me puedes desear que vuelva»

Desde hace un año Chacón había dado un paso atrás que parecía definitivo

Madrid Actualizado: Guardar
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«Ay Carme, si tú volvieses...». «¿Pero tú me quieres? Porque si me quieres, entonces no me puedes desear que vuelva». El testimonio lo relata una persona que la pasada semana estuvo varios días con Carme Chacón en Miami con motivo de una conferencia que impartió sobre mujeres y política. Aseguran quienes compartieron ese último viaje con ella que trasladaba «la misma vitalidad» que siempre y que se encontraba «feliz» tras abandonar la primera línea política y pese al complicado momento personal que vivía, en proceso de divorcio de su marido, Miguel Barroso.

Ayer, en Ferraz, el mensaje de que «aún le quedaba mucho por hacer» fue recurrente. Pero quienes compartieron con ella sus últimos días creen que al menos la batalla por el liderazgo por el PSOE era algo que nunca volvería plantearse.

«Pero ahora eso ya da igual», añadían.

En su despedida Chacón fue recordada por todo lo que logró en política, especialmente el haberse convertido en la primera mujer ministra de Defensa, pero también por lo que estuvo a punto de ser: la primera mujer en liderar el PSOE. «Tenía madera para haber sido la primera presidenta de este país», se lamentaba una veterana militante que hacía cola desde antes del mediodía para acceder a Ferraz.

En 2013 Carme Chacón decidió dar un paso atrás y renunció a su acta como diputada en el Congreso, tras trece años con su acta bajo el brazo. Aquel 29 de agosto dijo que se iba «con billete de ida y con billete de vuelta». Poco más de un año y medio antes había sido derrotada por Alfredo Pérez Rubalcaba en la pelea por la secretaría general del partido.

Creía que su proyecto de «renovación generacional y política» del PSOE seguía vigente. Y vaticinó, con acierto, que esa necesidad se haría «extensivo a todo el sistema de partidos». Pero en el PSOE de Rubalcaba no terminaba de encontrar su sitio. Repetía la estrategia de 2011, cuando decidió no disputar la candidatura a las elecciones de aquel año para esperar un momento más propicio. Dejaba el escaño «pero no la política», advirtió.

Se marchaba un año para ejercer como profesora de sistemas políticos en la Universidad de Miami Dade. Su nombre no dejó nunca de planear como aspirante al liderazgo del partido. Ayer, en Ferraz, muchos insistían en esa proyección que tenía. Pero lo cierto es que ni se postuló en el proceso de 2014 ni lo hizo en el que vive hoy el partido. Demasiados trenes que se escapaban. Tras el triunfo de Pedro Sánchez volvió a la ejecutiva federal, pero nunca volvió a gozar del protagonismo de antaño.

Un retorno fugaz

Recuperó su acta como diputada tras los comicios del 20 de diciembre de 2015 al liderar la lista del PSC por Barcelona. Volvía a los focos y era uno de los referemtes en la Cámara Baja. Y aunque eran otros quienes asumían las posiciones más relevantes, por entonces su relación con Pedro Sánchez ya era mala.

Pero en abril de 2016, en mitad de la legislatura fallida y con el país ya condenado a la repetición electoral, anunciaba un nuevo paso atrás. No repetiría como cabeza de cartel del PSC. Su decisión se producía tras ser cuestionada como tal por un amplio sector de los socialistas catalanes, a lo que se sumaban maniobras desde la dirección federal para forzar la celebración de unas primarias.

No ocultó que este nuevo paso atrás se debía a razones «políticas» pero, siempre algo enigmática, se negó a desvelar públicamente sus motivos: «Me los quedo para mí porque creo que no son relevantes». Desde la dirección se apresuraron a taponar la brecha de su salida contraponiendo que habían primado los motivos personales. En las conversaciones que se sucedían ayer en Ferraz no se negaba que nunca terminó de encontrar su espacio en la política orgánica.

Su enfrentamiento con la cúpula del PSC cuando la dirección catalana comenzó a enarbolar la bandera del derecho a decidir fraguó una relación complicada con su partido. «Lo tenía difícil, en su propia casa generaba divisiones y era difícil que más allá generase consensos», barruntaba ayer un diputado que se acercó hasta Ferraz. Pese a ello fueron solo 22 los votos que le separaron de la secretaría general del PSOE. Ese tren parecía haber pasado para siempre.

Ahora guardaba un discreto segundo plano. Su nombre apareció en las crónicas entre los históricos dirigentes socialistas que el pasado 26 de marzo arroparon a Susana Díaz en su puesta de largo en Madrid, en el que se recordará como su último acto de partido.

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