Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre - ignacio gil

Dirigentes del PP culpan a Aguirre y a la corrupción del hundimiento de Madrid

Creen que el varapalo, que también atribuyen a su agresiva campaña contra Carmena, representa su final político

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Esperanza Aguirre contó con esmero cada uno de los votos que recibió en 2011 como presidenta autonómica por ver si le sacaba ventaja en la capital a Alberto Ruiz-Gallardón. Y entonces lo logró, apuntalando así su tercera mayoría absoluta, con un incontestable resultado que pulverizaba el cinturón rojo con el que gobernó Joaquín Leguina. Ayer, sus compañeros hicieron lo mismo con ella. Cruzaron datos y concluyeron que esta vez los guarismos le eran hostiles: mientras la aspirante regional, Cristina Cifuentes, cosechaba en el primer municipio de España 568.503 apoyos, la jefa del PP de Madrid se quedaba a 5.211 de esa marca. Y que el exministro de Justicia se hizo con 193.000 papeletas más que su eterna rival. Una evidencia que cuestionaba la razón que Rajoy arguyó para elegir a Aguirre para una plaza nuclear para el PP: ella era la única que garantizaba la recuperación del voto tradicional, enfadado por la subida fiscal del Gobierno a las clases medias y dispuesto a refugiarse en Ciudadanos.

Moncloa se plegaba así a las aspiraciones de la expresidenta, que abandonaba por sorpresa la política en septiembre de 2012, por lo que calificó como «razones personales», dejando en su lugar a su delfín Ignacio González, al que el presidente cortó su carrera el mismo día que resucitó a Aguirre. Dicen en la cúpula que una decisión estuvo condicionada a la otra. El pasado año se testaron muchos nombres y todas las encuestas internas arrojaron el de Aguirre como ganadora. Visto está que se equivocaron. Por eso ayer, en la planta séptima de Génova y en el mismo Ejecutivo de Rajoy, se aventuraba que «nombres como Sáenz de Santamaría o el de algún ministro, como Ana Pastor» habrían dado mejores resultados «porque no generaban rechazo».

Las mismas fuentes acusaban a la expresidenta de «la hecatombe que ha permitido a una candidata hasta ahora desconocida para el gran público, Manuela Carmena, erigirse en alcaldesa de Madrid con apoyo del PSOE». La ya concejala electa del PP, que ayer no compareció públicamente, atribuyó durante la noche electoral el desplome (pérdida de diez ediles respecto a 2011) a «la crisis, la corrupción y a un cierto desapego a los políticos por la ley electoral».

Movilizó el voto en contra

«Esperanza ha movilizado en contra el voto moderado del PP, que se ha sumado al frente de izquierdas para evitar que ella fuera alcaldesa». Esta frase era repetida ayer, con diferentes formulaciones, por dirigentes madrileños y nacionales. Apuntaban además a una responsabilidad añadida de Aguirre: la agresiva campaña contra la exjueza y otros candidatos madrileños, caso de Raquel López (IU), a la que acusó de no tener formación universitaria. «Que una exministra de Educación infravalorara los estudios de FP tuvo el efecto contrario al deseado», sostenían. A su favor corre, mantienen en su equipo, «que ha tenido que fajarse contra todos los candidatos, para los que ella era la enemiga número uno». Ahora, muchos creen que se ha quebrado definitivamente su carrera.

La sombra de la corrupción

En el PP reconocen que, pese a los intentos de la candidata municipal de distanciarse de colaboradores estrechos como Granados (en la cárcel por el caso Púnica), López Viejo (al que el fiscal pide 46 años de prisión por seis delitos relacionados con la red Gürtel) y decenas de alcaldes imputados, todos ellos nombrados durante su mandato, la sociedad la ha castiago duramente. E incluso, añaden, «ese daño también se ha extendido a otros puntos de España, donde ha pesado el caso de Bárcenas, ligado al PP nacional, pero no más que los de la Comunidad de Madrid, con responsables públicos disfrutando de cuentas en Suiza».

Feos a Botella y Aznar

Otra de sus flaquezas, indican las mismas fuentes, ha residido en su constante distanciamiento con compañeros de partido a los que «ha sometido a correctivos públicos». El caso más llamativo es el de Ana Botella, alcaldesa en funciones de Madrid, cuya gestión afeó en la recta final de la campaña prometiendo «más libertad» para la ciudad y una «bajada de impuestos» que la regidora ya había puesto en marcha, como se encargó de recordarle durante un mitin el propio marido de Botella, José María Aznar. Por no hablar de su ausencia en la despedida de la alcaldesa hoy en funciones el día de San Isidro o de su propuesta de trasladar la sede del Palacio de Cibeles a su primer emplazamiento, la Casa de la Villa, enmendando una de las decisiones más polémicas del exresponsable municipal.

Frialdad con Cifuentes

Tampoco ha sido bien vista la frialdad con su compañera de tícket, Cristina Cifuentes, con la que solo compartió contados actos electorales, en un trasunto de su longeva guerra política con Gallardón. En ese terreno, se subraya la campaña de la plataforma Hazte Oír contra la ya diputada electa a la que se ha acusado durante las últimas semanas de defender políticas abortistas. De hecho en la candidatura de la postulante a presidenta autonómica no sentó bien que su jefa en el partido le impusiera más de un tercio de los nombres de su lista. Lo mismo puede decirse de Botella, que tuvo que llamar a Rajoy para incluir en la candidatura madrileña a algunos de sus más fieles colaboradores, descabalgados por la planta primera de Génova.

Guerra contra Rajoy

Desde el Congreso de Valencia de 2008, la presidenta madrileña no ha ocultado sus divergencias con el liderazgo de Rajoy. Entonces, a pesar de haber amagado con la posibilidad de convertirse en alternativa, nunca dio un paso al frente. Sin embargo, en esta formación se subraya que «el PP de Madrid siempre ha operado como un contrapeso dentro del PP nacional, con ideas abiertamente diferentes». Como «sus contrarreformas» para enmendar la política fiscal de Cristóbal Montoro, uno de los ministros a los que ha criticado más duramente en público. Hasta el punto que todos los ojos se dirigieron a él cuando, en una clara vulneración de las reglas de la democracia y de la intimidad de Aguirre, se hizo pública, al final de la campaña, su declaración de la renta de 2013 y posteriormente sus datos bancarios. Finalmente, tampoco se olvida en el PP que no desmintiera en La Sexta, a preguntas de un periodista, que en su partido «todos habían cobrado sobresueldos menos ella y Gallardón».

Apoyo a los adversarios del PP

Nadie en el PP ocultaba ayer que el nacimiento de Ciudadanos, del que depende hoy la presidencia de la Comunidad de Madrid, no fue del todo mal visto por el entorno de Esperanza Aguirre. Esa fuerza, que emergió para disputarle al PP el electorado desencantado con la tibieza de Mariano Rajoy contra los nacionalismos, fue jaleada desde medios de comunicación afines a la presidenta del PP madrileño. El mismo caso de Vox, una escisión de militantes populares, a los que la propia Aguirre pedía hace unos días que volvieran «a su casa».

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