Análisis

Tomás Gómez se iba a dejar coleta

Sánchez tuvo una pesadilla... Gómez como vicepresidente de Podemos en Madrid y el PSOE desahuciado en las generales

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¿Y si Pedro Sánchez sospechara que Tomás Gómez iba a cerrar un acuerdo con Podemos para arrebatar Madrid al PP a espaldas de lo que pudiera decidir la dirección del PSOE? Tres han sido los motivos para explicar el desahucio fulminante de Gómez: un puñetazo en la mesa de Sánchez para demostrar autoridad y que nadie le tenga por un nuevo bambi guapete; la incapacidad de Gómez para aglutinar el voto de la izquierda moderada y la ineficacia de su mensaje frente a Podemos; y su imputación preventiva en un caso de corrupción por haber inflado de 90 a más de 300 millones de euros el coste de un tranvía local cuando era alcalde de Parla.

Sin embargo, faltan argumentos más convincentes para saber por qué Sánchez decidió realmente desmantelar el PSM con tanta virulencia y de modo tan clandestino.

En el PSOE hay precorruptos a los que no se expulsa, hay aspirantes con menos carisma aún que Gómez, y hay modos menos agresivos y más eficaces para ganar autoridad… Y no hay terremotos tan fulminantes. Por tanto, es gratis especular.

En voz baja, pocos en el PSOE atribuyen a Tomás Gómez un mínimo respeto por la disciplina interna, por la autoridad del secretario general, sea quien sea, o por la humildad. Ya demostró su rebeldía en el pasado. De Gómez se comenta abiertamente que es un ególatra renuente a acatar los principios ideológicos, a aceptar una renovación si le perjudica o a ser un sumiso a estrategias impuestas. Es un «verso suelto», un díscolo caprichoso que se vio crecido tras ganar su batalla política más cruenta: el pulso que planteó a Pérez Rubalcaba para controlar la federación madrileña del PSOE sin someterse a los dictados de Ferraz. Su obsesión es -era- expulsar al PP de las instituciones madrileñas. Al precio que fuera. Como su tranvía.

Entre los socialistas surge una doble sospecha: con Gómez el PSOE habría obtenido el peor resultado de su historia; y en vista de que en el PP aumenta su desgaste porque «tiene Madrid perdido», se especula con que Gómez habría sido capaz de repartirse el botín con Podemos independientemente de que Ferraz lo desautorizase. Nadie propone pactos antes de unas elecciones. El objetivo de una campaña es dejar todas las puertas abiertas. Los pactos se negocian después, con escaños, con papeles y con intercambio de cromos sobre la mesa. Porque una vez cerradas las urnas, los acuerdos ya no son entre las Ejecutivas de los partidos, sino entre cargos electos. A ellos, y no a los partidos, pertenecen ya los sillones en los parlamentos o en los ayuntamientos. Gómez lo sabía. Y Sánchez lo sospechaba. Era muy alto el riesgo de que Gómez, cuya ambición de poder es inversamente proporcional a su prestigio como candidato, arrastrara a todo el PSOE a la trampa de Podemos: a la democracia del cinismo, la dictadura de los tránsfugas y la ética de los trileros bajo la aparente legitimidad del consenso entre mayorías. Gómez es un rebelde con causa. Y la causa es él mismo: su obsesión por gobernar Madrid.

Cerrado un hipotético acuerdo con Podemos en Madrid -¿con el escondido Monedero?-, Pedro Sánchez sería carne de tanatorio… político, entiéndase. El PSOE no va a concurrir a las elecciones generales como un partido cuasi-marginal frente a Podemos. No va a encargar su propia esquela a través de Gómez avanzando «de victoria en victoria hasta la derrota final». Si lo hubiese consentido, Sánchez habría acreditado una nula expresión de autoridad; todo un secretario general se habría dejado engañar por un barón sin aura; habría hipotecado la estrategia del PSOE en las elecciones generales frente a Mariano Rajoy; y habría permitido a una opción antisistema de extrema izquierda fagocitar a una bolsa enorme de su electorado clásico. El PSOE lo echaría sin pestañear.

El miércoles, Sánchez se despertó sobresaltado por una pesadilla. Tomás Gómez, vicepresidente de un Madrid gobernado por Podemos, aparece por Ferraz con coleta, una camisa a lo Varufakis y suelta: «Pedro, tengo una idea... Propón la refundación del FMI como Fondo Monedero Internacional». El jueves a primera hora Sánchez cambiaba las cerraduras de la sede del PSM dejando dentro hasta la réplica de la Vespa de Gómez… Normal.

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