Mato y Sepúlveda, en la boda de la hija de Aznar
Mato y Sepúlveda, en la boda de la hija de Aznar - efe

La trampa conyugal de Ana Mato

La boda de Ana Aznar (2002) fue la últim acita social de la pareja Mato-Sepúlveda. Los negocios del excalcalde con Correa han tumbado a Ana Mato

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Ana Mato y Jesús Sepúlveda llegan pronto a El Escorial. Es el 5 de septiembre de 2002 y se casa la hija del presidente del Gobierno, José María Aznar. Ella viste de gasa bermellón sobre un traje escotado. Él, obsesionado por su forma física moldeada en partidos de pádel, luce traje azul impecable y corbata de seda con topos. Ella y él parecen una pareja al uso, como la de Francisco Correa y Carmen Rodríguez Quijano, grandes amigos de Jesús. Pero no lo son. En la ceremonia no es fácil captarles hablando o sonriéndose. De hecho, la imagen que acompaña a estas líneas es de las pocas que pudieron tomarse sin que los separaran varios metros de adoquines de la lonja del monasterio.

En el entorno de Mato cuentan que aquel día «casi no se hablaban, solo lo justo». Pero acudieron juntos porque todavía convivían en el chalé de Monteclaro.

Una circunstancia íntima, televisada a millones de españoles, que no hubiera tenido mayor trascendencia si no constituyese, al correr de los años, una clave fundamental, sin la que no se entiende el auto del pasado miércoles de Pablo Ruz. A ojos de todos eran un matrimonio. Y no solo a ojos de los ciudadanos, también a los de Hacienda, cuya oficina antifraude certificó que dilataron el régimen de gananciales hasta 2007, aunque el entorno de la exministra sitúa la disolución en 2004 y justifica el desfase al mantenimiento, por error, de una cuenta bancaria conyugal. Y definitivamente, a ojos de la Justicia: doce años después de aquella cita social, el juez Ruz cree que Ana Mato es «partícipe a título lucrativo como miembro de la unidad familiar» de los sobornos de Francisco Correa a su marido. Más de 31.000 euros que, según el auto de la Gürtel, no fueron gastos exclusivos del esposo, sino de la familia: bolsos de Louis Vuitton, fiestas de cumpleaños, con globos y payasos, y el coste de la comunión de la niña mayor del matrimonio (tienen tres hijos: Borja, Ana y Sol) fundamentan las sospechas del instructor sobre los esposos.

Paradojas judiciales: el disfrute del Jaguar de 52.070 euros, motivo del mayor reproche social a la extitular de Sanidad, no le ha sido atribuido a la política dimisionaria, así como tampoco un Range Rover valorado en 83.000 euros, ambos obsequios de la red. La Justicia se lo endosa en exclusiva al debe penal de su expareja.

Cuando Mato y Sepúlveda acuden a El Escorial lo hacen a un enlace casi familiar. Los Aznar y los Sepúlveda son compadres, ya que los últimos apadrinaron al benjamín del presidente, Alonso. Y además gozan de las mieles de pertenecer de pleno derecho al «clan de Valladolid», un grupo integrado por unos jovencísimos Miguel Ángel Rodríguez, Pilar del Castillo, Miguel Ángel Cortés y Carlos Aragonés, que llevaron a Aznar al poder. Curiosamente, el expresidente tuvo en su mano colocar a Mato en alguno de sus gobiernos y no lo hizo. «Le gustaba más en la organización -rememora un exministro del primer Ejecutivo popular-. Es una dirigente política de despacho y poco mediática. Muy trabajadora y en la que Aznar confiaba, como luego haría Rajoy». Al cabo de los años, cuando el segundo presidente popular la nombró ministra, el miedo a hablar en público (glosofobia, la peor limitación para un político) perjudicaría su carrera. Aunque, desde luego, menos que su matrimonio.

Pero toca a su fin el verano de 2002. Jesús Sepúlveda es ya senador por Murcia. Como su mujer, a la que conoció en la Facultad de Políticas, también ambiciona cargos. Pero él, además, en la cara oculta de la luna: desde su escaño en la Cámara Alta ya ha contactado con el que luego sería cabecilla de la Gürtel. Las empresas de Correa ven peligrar el negocio cuando el PP pierde poder en 2004. Por eso, giran el periscopio hacia los ayuntamientos del noroeste de Madrid (Pozuelo, Majadahonda y Boadilla, el corazón de la trama). Y luego rumbo a Valencia. Un año después de esa boda, Sepúlveda se hace con la alcaldía de Pozuelo y, con ella, con sustanciosos caudales públicos. Según Ruz, el imputado se embolsa en seis años 732.640 euros de origen ilícito. Y su estado civil, aun cuando la distancia emocional con su mujer es gigante, sigue siendo el mismo: casado. El tiempo corre en contra de Mato, pese a que ha descosido ya su vida marital. Pero para la Justicia sigue casada.

La derrota popular en 2004 no solo afecta a la trama Gürtel, sino también al destino de la dirigente del PP. Como si quisiera compartir duelo con Aznar, que cede el testigo a Rajoy, la exministra se «exilia» al Parlamento europeo. Mas al hoy presidente se le queda grabada una escena: la tarde del 13 de marzo de 2004, en la que cientos de personas asedian la sede del PP en plena jornada de reflexión, una de las pocas personas que resisten en su despacho es Ana Mato. Mientras la exesposa de Sepúlveda está en Bruselas, ni ella ni Rajoy saben que la Fiscalía Anticorrupción investiga ya la presunta red de corrupción que afecta de lleno al PP de Madrid y Valencia. No será hasta 2008 cuando el presidente de su partido la recupere, situándola como número dos en Génova, en una relevante secretaría electoral que llevará al PP directamente a la victoria de 2011.

Para entonces, su estado ha cambiado. Separada ya del exalcalde, que ha iniciado una relación con una de sus colaboradoras, Mato parece aliviada. El macroproceso Gürtel ya ha estallado y la Justicia pisa los talones del que fue su pareja. Pero ella parece exonerada de responsabilidades. Hasta que en febrero de 2012 la ya ministra de Sanidad, por fin ministra, se desayuna con un informe de la UDEF en el que se le apunta como posible destinataria, a título lucrativo, de los millonarios «detalles» de Correa. Sepúlveda, que ya vive en un ático en Valdemarín tras haber roto su segunda relación, sale al paso con una nota para exculpar a la madre de sus hijos. Se une Rajoy, quien la defiende a ultranza en un convulso comité ejecutivo nacional por la investigación policial. En público, será la última vez que cierre filas con su amiga antes de que durante la crisis del ébola la aparte de sus funciones para encargarle a su vicepresidenta la gestión del contagio.

Semanas después del informe de la UDEF, Sepúlveda causa un nuevo dolor de cabeza cuando se conoce que sigue a sueldo de Génova. El enésimo escándalo que parece dar la razón a Rajoy: «Jesús es la tumba de Ana». El miércoles acabó con su carrera.

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