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la carrera hacia la casa blanca

Dos mujeres para dos 'américas'

23.10.12 - 13:30 -
Dos mujeres para dos 'américas'
Michelle Obama y Ann Romney, candidatas a primera dama en EE UU. / Efe
El duelo por el sillón de la Casa Blanca, la batalla a brazo partido, voto a voto, palabra a palabra por el puesto de más poder del mundo no lo libran solo dos hombres, Mitt Romney y Barack Obama, sino sus mujeres: Michelle, de 48 años y Ann de 63, representantes de dos mundos si no contrarios, sí diferentes dentro de un mismo país. Dos damas para dos ‘américas’ y una de ellas ganará en noviembre.
La lucha soterrada de popularidad la libran una abogada hecha a sí misma, arriesgada, espontánea y negra contra una blanca, rubia que con solo 16 años le dijo "sí" al hijo del gobernador de Míchigan. Ann Davies, con la que Romney lleva casado 47 años, es una mujer que no ha trabajado nunca fuera de casa y que tiene toda la pinta de recibir a los vecinos nuevos con una tarta de frutos del bosque. También es una luchadora tenaz contra la enfermedad. Ha ganado la batalla a un cáncer de mama y hace 14 años le diagnosticaron esclerosis múltiple, el mismo mal que sufrió el padre de Michelle Obama.
Muchos ven en la rectitud conservadora y extremadamente amable de esta madre amantísima de cinco hijos y abuela de 18 nietos, la definición de una WASP (White Anglosaxon Protestant), el vocablo peyorativo para el pijo tradicional y conservador americano. La chica rubia y guapa de las fiestas del colegio, la que solo tuvo un novio, que se hizo mormona como su marido, la niña popular que derivó en una suerte de mujer de Ned Flanders, el beato de Evergreen Terrace (la calle de los Simpson), licenciada en francés por la Brigham Young University.
A Michelle Obama ya la conocen de sobra: es impulsiva, original –quizás demasiado para los Estados Unidos–, bien formada en Harvard y Princeton, y viene de partirse la cara en los negocios de Chicago. Es la primera dama negra de la historia de los Estados Unidos ,y eso ya describe la distancia abismal entre las dos ‘candidatas’.
Según las encuestas, cada una tiene su público, lo mismo que Romney y Obama, que se parecen lo que la noche y el día. El papel femenino en las presidenciales de noviembre va ser mucho más que de mujer florero. Entre demócratas y republicanos se ha abierto una lucha estratégica para captar el voto de latinos y de mujeres, esto es familia, familia y más familia. En esta partida de ajedrez de los sentimientos patrios, las esposas de los dos líderes juegan un papel más crucial que nunca.
Si al lado de todo gran hombre hay una gran mujer, todo candidato a la Casa Blanca tiene a su vera una fémina que se encarga de hacerlo creíble. Cuánto más estupenda sea ella, más lo será él. "Los Estados Unidos creen que esas mujeres pueden dar testimonio del auténtico hombre, de su vida privada y su auténtico carácter", explica la profesora de la Universidad de California, Catherine Allgor.
Con estos argumentos, se entiende que el aparataje electoral de los partidos saque a las damas a bailar a escena sin ningún tipo de reparo. Ninguno. ¿Se imaginan a Elvira Rodríguez soltando en un mitin de campaña del PP que Mariano Rajoy se llevaba muy bien con sus padres pero que prefería que no estuvieran en casa para dar rienda suelta a su pasión adolescente, como dijo Romney? A que no. Pues esto ha ocurrido en Estados Unidos, en las convención del Partido Republicano y del Demócrata.
De novela rosa
Michelle y Ann presumen de ser unas buenas madres. Y eso enloquece a su público. Durante sus discursos, las dos hablan de amor, aunque sus trayectorias se parezcan lo mismo que un casto beso de boda a un desenfrenado morreo en el baño de una disco. Michelle es una pantera comunicativa que lo mismo monta un huerto en el jardín de su casa (Blanca) que lidera una campaña en contra de la obesidad infantil y pone contra las cuerdas a los reyes del ‘fast-food’.
La historia que contó ante sus votantes habla de cómo conoció a Barack en Chicago y de cómo comenzaron una vida juntos. Su padre había trabajado horas extra para pagarle los estudios pese a sufrir esclerosis múltiple. Esta mujer que se denomina "mamá al mando" define su vida con Obama así: "Éramos tan jóvenes, estábamos tan enamorados y tan endeudados..." Según ella, aquel hombre que la besó delante del mundo cuando resultó elegido el primer presidente negro de EEUU, sigue siendo "la misma persona que era entonces".
El camino de Ann Romney puede terminar en el mismo punto, pero arranca en un lugar muy lejano. Curtida en su lucha contra el tumor y la degeneración de su sistema nervioso, se presentó en la convención republicana de la semana pasada y comenzó su charla así: "Esto va sobre el amor". A continuación, relató con pelos y señales un argumento de novela rosa en la que ella, la chica guapa de los 60 en Míchigan, sale con el chico popular. Ella con sus 16 añitos y la falda por la rodilla. Tan guapos y tan ricos, los dos se tomaron un respiro en la puerta del baile del colegio, cuando Mitt, hijo del presidente de American Motors y luego gobernador y miembro de una familia mormona, le propuso que se casaran. Cuatro años después, dijo ‘Sí, quiero’. Y casi medio siglo después, ella defiende la humanidad de su marido frente a su imagen de millonario de hielo alejado de los problemas del norteamericanito de a pie. Ann asegura que puede llevar a EE UU a un lugar mejor del mismo modo que le llevó a ella "a casa después del baile". En su discurso, recordó que aunque eran jóvenes y había amplias razones para retrasar la boda, se lanzaron a la aventura, una aventura que, a pesar del dinero de sus padres, tuvo comienzos humildes.
"Nos mudamos a un apartamento, íbamos juntos a clase, compartíamos las tareas de la casa y comíamos mucha pasta y atún enlatado. Nuestro escritorio era una puerta apoyada sobre caballetes y la mesa de comedor, una tabla de planchar plegable en la cocina... fueron días muy especiales".
Pero no todo fue un cuento de hadas. "Fui diagnosticada con esclerosis múltiple (en 1998) y ahora la enfermedad gobierna mi vida. También es mi maestra, y me ha enseñado que no puedo hacer las cosas que antes podía". Una de ellas, seguir la campaña de su marido.
El debate entre las dos damas es de momento una lucha de guante blanco que puede embarrarse porque está en juego ganarse el corazón del votante. En esa pelea cuenta hasta la ropa. La señora Obama salió a dar su discurso con un atrevido vestido rojo de Nancy Reese de 350 dólares y las uñas pintadas de un gris azulado que se terminó en horas. Mrs. Romney vestía de rojo fuego con una prenda de 1.500 dólares de Oscar de la Renta, diseñador de todas las primeras damas desde Nancy Reagan. La América más tradicional la elogió con un "Ann tiene clase de verdad".
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