Gary Johnson. / Archivo
Es probable que al lector ni le suene el nombre de Gary Johnson: es un exgobernador de Nuevo México (1995-2003) por el partido republicano y ahora aspirante a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Libertario.
Solo pudo ser admitido a participar inicialmente en dos debates entre aspirantes para las primarias republicanas y fue rápidamente excluido, sin fondos, un argumento capital en los usos político-electorales de los Estados Unidos, y sin respuesta pública. Pidió votar a Ron Paul en las primarias… pero se declaró finalmente candidato por el Partido Libertario que concurre desde 1972 y nunca ha podido pasar del 0,5 por ciento del voto popular.
Este partido es indefinible en términos europeos y su referencia teórica podría ser, haciendo un esfuerzo generoso y un poco forzado, el célebre "American Individualism", de Herbert Hoover en 1922, manual del perfecto defensor de la desregulación. Aunque visto lo visto el autor no parece del todo el Hoover que llegó a ser presidente en 1928.
La esperanza de Johnson ahora es recibir los votos de Paul en las primarias, que no fueron pocos, pero tal esperanza es puramente retórica: Ron Paul tuvo terceros puestos en varios estados y porcentajes muy notables en otros, pero el fenómeno del voto útil hará su efecto en las presidenciales del seis de noviembre, que van a conocer, por lo demás, la elevada abstención habitual.
Libertarios, en décimas…
Paul ya fue candidato, a su vez, del partido libertario en 1988 y no pudo pasar del infranqueable 0,5 por ciento de votos y, sin embargo, ha sido regularmente reelegido como representante (diputado) por una circunscripción tejana desde 1997, aunque anunció que para concentrarse en las primarias renunciaba a concurrir en la competición al congreso. Es decir, anuncia por esa vía que a sus 77 años muy bien llevados, este médico pertinaz deja la política…
Es cierto que los casos de ambos tienen ciertos parecidos: Paul ha sido elegido y reelegido como diputado federal y Johnson llegó a ser gobernador y reelegido en un Estado, Nuevo México, pero entonces, 1995, él era candidato del venerable y clásico partido republicano, no un aguafiestas. Y ninguno de los dos tiene ni ha tenido nunca el perfil nacional de un aspirante solvente a la presidencia.
Otra cosa es saber cuantos votos puede restarle a Romney o a Obama y la respuesta es que prácticamente ninguno: los dos grandes aspirantes tienen un voto estable y práctico y quienes puedan dar su sufragio a Johnson, como lo hicieron en su día con Paul, son solo testimonialistas. Porque tampoco han pretendido nunca, o no han sabido hacerlo, animar un "tercer partido" algo que sí hizo con cierto éxito Ross Perot en 1992 (un 19 por ciento de voto popular). Se llamó "Partido de la reforma" y cuatro años después, con solo un ocho por ciento, desapareció. El fuerte, radical, esencial y arraigado bipartidismo impuso entonces, como hará ahora, su ley… Gary Johnson pierde su tiempo.
