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Barack Obama, el presidente pragmático

07.11.12 - 22:59 -
Barack Obama, el presidente pragmático
Barack Obama, presidente de EE UU. / Kevin Lamarque (Reuters)
Barack Obama ha logrado este martes la reválida que tanto le había demandado -implorado casi- a los estadounidenses para completar el programa de cambio que le aupó a la Casa Blanca hace cuatro años.
Una victoria menos ajustada de la que vaticinaban algunos analistas en una noche, no obstante, de incertidumbre, dará paso a un segundo mandato, que se abrirá oficialmente el 20 de enero de 2013 cuando vuelva a prometer su cargo ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, el mismo que le tomó juramento hace cuatro años mientras el primer presidente afroamericano de EE UU depositaba su mano sobre una biblia empleada en su día por Abraham Lincoln, en el que entrará en vigor su gran logro legislativo, la reforma sanitaria, y en el que su principal reto será afianzar la recuperación económica registrada por el país en los últimos meses y reducir la tasa de desempleo, situada actualmente en el 7,9% -Obama es el primer mandatario desde Franklin D. Roosevelt que logra la reelección con un nivel de paro superior al 7,2%-.
Obama aguardaba los resultados en su cuartel general de Chicago (Illinois) como hace cuatro años, pero su imagen es ahora muy distinta. Más mesurado, maduro, encanecido por su estancia en la Casa Blanca, prescindió durante la campaña de su mensaje más esperanzador, obviando casi hasta el último momento su célebre "Yes, we can", consciente de que el carisma de antaño ya no podía volver pero con la esperanza de que su imagen de mandatario que sabe hacer frente a las crisis, cimentada en las últimas semanas gracias a su gestión de 'Sandy' -en las antípodas de la del 'Katrina' que hundió definitivamente la popularidad de George W. Bush- reemplazase a esa poderosa capacidad para conmover a las masas que le instaló en el 1600 de Pensilvania Avenue. Así ha sido, a tenor de los resultados que han arrojado las urnas.
Obama concluyó el lunes en Des Moines (Iowa) la última campaña electoral de su vida y esta noche ha completado el viaje que inició el 10 de febrero de 2007, cuando lanzó su candidatura a la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos en Chicago, la principal ciudad del estado al que venía representando en el Senado desde poco más de dos años atrás. Por entonces, no pasaba de aportar un tinte exótico a una carrera que parecía ganada de antemano por la todopoderosa senadora por Nueva York Hillary Clinton.
Con una magra experiencia legislativa, la principal baza del que fuera primer presidente negro de la 'Harvard Law Review' era un carisma arrollador apoyado en una hermosa oratoria que había deslumbrado tres años antes en Boston, escenario de la Convención Demócrata que entronizó a John Kerry y que sirvió como trampolín a un brillante político que sedujo a los delegados con su llamada a superar las divisiones entre estados rojos y azules en un discurso titulado 'La audacia de la esperanza'.
Luces y sombras
Cuatro años después, Barack Obama se presentaba ante los electores como una obra inacabada ante un rival, Mitt Romney, al que atacó continuamente por sus cambios de opinión y al que trató de presentar, en un giro en el que, según algunos analistas, tuvo mucho que ver el consejo de Bill Clinton, como un extremista que había abrazado las tesis de los sectores más radicales del Partido Republicano.
El bagaje de sus cuatro años en el poder presentaba luces y sombras. Rodeado por veteranos curtidos en la Administración Clinton, lo que desató las críticas dado el mensaje de cambio a cuyos lomos había llegado a la Casa Blanca, Obama tuvo que capear una furibunda oposición de los republicanos, quienes desde el momento de su elección en 2008 se marcaron como principal objetivo impedir su reelección y que tumbaron muchas de sus propuestas gracias a la mayoría en la Cámara de Representantes de que gozaron desde que se impusieron en las elecciones de mitad de mandato.
Se salvó de la 'quema' la única materialización de esa presidencia transformadora de que hablara el exsecretario de Estado Colin Powell cuando anunció su apoyo al demócrata: la reforma sanitaria, denominada despectivamente por los republicanos como 'Obamacare'. En virtud de la misma, unos 30 millones de estadounidenses que carecían de seguro médico podrán acceder al mismo a partir de 2014. Los ciudadanos más acaudalados, las compañías de seguros y la industria sanitaria soportarán la mayor parte de la carga económica que conlleva la legislación. Allá donde numerosos mandatarios habían encallado, Obama salía triunfante.
Pero Guantánamo sigue sin cerrarse y tampoco ha llevado a cabo la reforma migratoria que demandan cientos de miles de indocumentados, a los que ha prometido que la tendrán en el segundo mandato. Tampoco ha logrado solucionar satisfactoriamente el más pernicioso de los efectos de la crisis, el desempleo, estancado en un 7.9%. Y tampoco han quedado atrás las divisiones, exacerbadas por un Tea Party empeñado en derribar el mito y colocar a uno de los suyos, Paul Ryan, en el puesto de vicepresidente.
La economía, el gran talón de Aquiles de Obama, con una deuda pública que se ha elevado en más de cinco billones de dólares durante los últimos cuatro años y un porcentaje de población situada bajo el umbral de la pobreza que ha aumentado en casi dos puntos, ofrece algunos signos esperanzadores, con un PIB que ha aumentado un 2%, un ritmo de crecimiento insuficiente para hacer descender el paro.
Mucho más exitosa ha sido su política exterior. Obama ha recuperado para Estados Unidos buena parte del crédito perdido durante la Administración Bush. Apelando a lo que Joseph S. Nye denomina como "poder blando", ha contribuido a los cambios operados en varios países árabes. Ha cumplido su promesa de sacar las tropas de Irak y las operaciones en Afganistán atraviesan sus últimas fases. Además se anotó el tanto de eliminar al enemigo número uno de EE UU, Osama bin Laden, despejando cualquier duda que pudiese haber sobre su capacidad para actuar como comandante en jefe en los momentos más delicados. Y, consciente de que el mundo que se abre de cara a las próximas décadas volverá a ser multipolar, ha tornado los ojos de su país hacia la región de Asia-Pacífico, donde está reforzando su estrategia comercial y militar.
Esto son los éxitos y fracasos que Obama ha presentado al pueblo estadounidense. Despojado de su aura, le ha bastado con una victoria a los puntos para continuar en el Despacho Oval. Ahora tiene ante sí cuatro años más para dejar su sello en la historia de Estados Unidos. Sin necesidad de nuevos cálculos electorales, sus seguidores esperan que actúe con más decisión para transformar verdaderamente el país tal y como prometió.
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