Donald Trump firma un autógrafo sobre una foto de él mismoy de Cruz
Donald Trump firma un autógrafo sobre una foto de él mismoy de Cruz - REUTERS
Partido Republicano

Trump, favorito, por delante de los hispanos Cruz y Rubio

Arranca el proceso electoral republicano más poblado de candidatos y más incierto

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Cuando el estado de Iowa celebre el 1 de febrero sus tradicionales caucus para elegir candidato, dará el pistoletazo de salida a las primarias republicanas más inciertas en décadas. Y, desde luego, a las más pobladas de precandidatos de la historia. De la multitud de 17 aspirantes que se sumaron a la carrera a lo largo del pasado año, medio año y seis debates después, todavía se mantiene una docena de ellos. Lo cual no quiere decir que la carrera no haya hecho una primera preselección, ya que al menos la mitad de ellos no tiene opción alguna de llegar con éxito a la meta en el mes de junio. La precampaña ha sido protagonizada por Donald Trump, el millonario neoyorquino que desde que iniciara su escalada el pasado verano hasta colocarse en cabeza, no sólo se ha mantenido, sino que ha aumentado las distancias.

Del conjunto de las últimas encuestas publicadas, lo menos que se puede decir es que lleva al menos dos dígitos (10 puntos) al segundo, el senador por Texas Ted Cruz. Y una distancia mínima de 20 puntos al tercero, el también hispano y senador por Florida, Marco Rubio.

Pero lo que caracteriza a esta campaña insólita es el momentáneo triunfo del mensaje antiestablishment, el que ha manejado hasta ahora con picardía Donald Trump y el que ha convertido los últimos días el republicanismo en un campo de batalla. Hasta hace poco, la lejanía de las primarias y la realidad demostrada de que el proceso suele producir cambios repentinos habían dado esperanzas al Partido Republicano sobre sus considerados candidatos favoritos, Jeb Bush, y, en menor medida, Marco Rubio. Lejos de esa realidad, el exgobernador de Florida sucumbe de momento víctima de su mala campaña y de una opinión pública que huye de la política clásica, y no digamos nada de las sagas. Entre el 30% largo de apoyos a Trump y el 3-5% que recibe el menor de la familia Bush hay una distancia sideral, por mucho que la campaña de Jeb Bush cuente con artillería. Más bien parece pólvora mojada, como reconocen ya muchos de sus donantes. La alternativa generacional e hijo político del anterior, Marco Rubio, con una media en torno al 14%, puede tener opciones. Su problema es que por ahora no aparece con grandes posibilidades de ganar en ningún estado, ni siquiera en su Florida natal, que también lidera el hasta ahora omnipresente Donald Trump. La dirección del partido, que empieza a asumir que el magnate y a Ted Cruz (en torno al 21%) son las dos serias opciones a la candidatura, ha irrumpido los últimos días con filtraciones y declaraciones previas de miembros del establishment, que intentan que ninguno de los dos aspirantes consolide su posición. Cuestión ya de supervivencia, porque la creencia general es que pueden ser el peor enemigo para el Partido Republicano. Primero, por su condición de incontrolables. Y segundo por el efecto bumerán en que, estiman, puede convertirse una campaña radical de su candidato, sea quien sea. El principal temor ya no sólo es una derrota en las presidenciales, sino que abra un proceso de desgaste interno que ponga en peligro también la actual mayoría republicana en el Congreso, en las legislativas de 2018.

En el debate abierto en la dirección, se impone la tesis de que la opción menos mala sería la candidatura del temido Trump, a quien aún se considera más proclive a un entendimiento con el establishment que Ted Cruz. A juicio de la mayoría, el hispano, de fuertes convicciones religiosas y que profesa el cristianismo evangélico por influencia de su padre, está visto como un político más inflexible y menos tendente a buscar el entendimiento con los demás representantes del partido. Sus diatribas contra el establishment son igual de duras que las de Trump, pero más consistentes en el tiempo, según la interpretación de la dirección. Está por ver si el apoyo a Trump de la exgobernadora de Alaska y miembro ejemplar del Tea Party, Sarah Palin, muy bien considerada en el mismo caladero de votos que el de Cruz, termina inclinando la balanza en Iowa hacia el magnate, o no es suficiente para arrebatar al hispano su primera victoria. Un triunfo de Cruz podría dar un vuelco a la situación, mientras que si es Trump quien vence en Iowa (en Nuevo Hampshire hoy es más favorito), su inicio sería prometedor.

Otro de los considerados antiestablishment, el neurocirujano retirado Ben Carson, llega en cuarto lugar a las primarias, después de protagonizar uno de los comportamientos más extraños que se recuerdan. No sólo por su carencia total de conocimientos políticos, en particular en el exterior, sino también por un mensaje rayano en lo mesiánico. Después de llegar a liderar las encuestas hace apenas dos meses, a medida que el proceso entró en los debates de mayor contenido y hubo que profundizar en contenidos, de poco sirvieron sus apelaciones religiosas y sus alusiones personales a cómo esas creencias cambiaron su vida. Su incapacidad le ha llevado al cuarto lugar, ya con escasas opciones. Sobre todo porque su condición de enemigo de la política clásica ya está sucifientemente representada en la parte alta de los sondeos.

La condición de políticos expertos y con discurso moderado de los gobernadores Chris Christie y John Kasich está siendo insuficiente para poder cambiar la tendencia. Sin posibilidad alguna en un estado conservador como Iowa, ambos fijan su objetivo para levantar el vuelo en Nuevo Hampshire, uno de los considerados más abiertos. Aunque Trump está en cabeza en los sondeos, los dos gobernadores, así como Marco Rubio, pueden jugar su primera baza en estas primarias.

Carolina del Sur y Nevada, los siguientes estados en el proceso de votaciones, pueden constituir el final para algunos candidatos, antes de que el Supermartes, el 1 de marzo, en el que se votará en una quincena de estados, marque el gran corte en la carrera. Los expertos creen que si Jeb Bush no logra un buen resultado en Carolina del Sur, un estado donde ha puesto mucho empeño, podría ser su principio del fin.

A Fiorina, Huckabee, Paul, Gilmore y Santorum apenas se les considera con posibilidades de ser algo más que testigos del proceso. Hasta que renuncien.

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