Trump presentando a su esposa durante la Convención Republicana de Cleveland
Trump presentando a su esposa durante la Convención Republicana de Cleveland - AFP

Convención republicanaTrump es nominado candidato a la Presidencia de los Estados Unidos

El magnate supera ampliamente la rebelión de los críticos apoyándose en la resignación del «establishment» y en la «amenaza» de Hillary Clinton

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A trancas y barrancas, a su ruidosa manera, con un minoritario sector de delegados de la convención abiertamente en contra y con un «establishment» republicano ya resignado a su suerte y a la de su partido. Así ha avanzado Donald Trump hacia su proclamación como candidato a la Presidencia de EE.UU. El magnate logró anoche los votos necesarios de los delegados republicanos, el definitivo paso requerido para convertirse en candidato a la Casa Blanca. Debía superar los 1.237 compromisarios, la mitad más uno de los 2.468 que votaron en la convención en Cleveland. Trump pasó el listón con suficiencia y se convierte en el primer outsider designado candidato desde 1940. Minutos después de ser elegido candidato agradecía la nominación por Twitter.

Minutos después el magnate se dirigió mediante un mensaje transmitido en directo a los asistentes a la Convención. «Juntos hemos conseguido resultados históricos», afirmó Trump en un mensaje desde Nueva York. El nuevo candidato calificó su victoria de «histórica» y confesó que hoy había sido «un día muy, muy especial, y nunca lo olvidaré».

Su mejor aliado para conseguir esa «histórica» victoria fue el aparato de la formación política que ha denostado durante meses, oportuno salvavidas cuando el movimiento antiTrump puso a prueba su resistencia. Es una alianza precaria, interesada, sólo para evitar una catastrófica desunión. Pero el Comité Nacional Republicano, con su presidente a la cabeza, Reince Priebus, impidió que los delegados pudieran votar en conciencia, la mayor amenaza para Trump y su candidatura. Pese al amago de altercado que protagonizaron los críticos, el magnate logra una apariencia de unidad frente a un enemigo común: Hillary Clinton. Era el único pegamento que podía recomponer las piezas del jarrón chino.

Pero Trump ni cambia ni va a cambiar. Sus tensiones con los responsables republicanos, organizadores de la convención, han sido crecientes. El showman no deja pasar un minuto sin estar delante de las cámaras. Es su convención paralela. Fuera del congreso, entrevistado por las televisiones a cualquier hora. Dentro, saltándose a la torera la tradición de no salir a escena hasta ser proclamado. De nada sirven las sugerencias, porque está determinado a saltar al ruedo todos los días.

Como Nixon en el 68

Rudolph Giuliani, el exalcalde de Nueva York, se ha convertido en uno de los grandes aliados del magnate. Su discurso ante la parroquia republicana logró poner en pie repetidas veces a los miles de delegados y simpatizantes que llenaban el Quick Loans Arena. Y no jugaban los Cavaliers ni LeBron James. Fue el neoyorquino quien mejor interpretó el papel de azote demócrata y de comunicador del mensaje de la seguridad que el país necesita. La violencia racial y el terrorismo yihadista son hoy para algunos el Vietnam y las calles enfrentadas de los EE.UU. de hace medio siglo. Trump protagoniza la campaña republicana más parecida a la de Nixon, cuando en el 68 se presentó como el salvador frente al caos. Un lenguaje que el votante y las bases republicanas entienden bien. Giuliani presentó al millonario como «el único que puede hacer frente a la América amenazada». Y se comparó a sí mismo con Trump, cuando recordó cómo había «limpiado las calles de Nueva York de delincuencia».

El agresivo discurso de Giuliani no fue la única llamada a un guardián protector, un garante de la ley y el orden, que libre al país del terrorismo y la violencia contra la Policía. Frente a Clinton, que representa «la misma debilidad» que Obama. Por el escenario desfiló un rosario de protagonistas que tocaron la fibra sensible de la audiencia. Patricia Smith, madre de uno de los funcionarios fallecidos en Bengasi (Libia), de negro recuerdo para EE.UU. desde el ataque terrorista de 2012 y clavo que martillea Trump, recordando que Clinton era entonces la secretaria de Estado. «¡Decidme por qué ocurrió, por qué ya no tengo a mi hijo!», se dirigía Smith a la ahora candidata demócrata. John Tiegen, uno de los supervivientes del atentado, remataba después: «Hillary Clinton fracasó al no proteger a nuestra gente que se encontraba sobre el terreno».

Horas caóticas

Para entonces, la convención se había reconducido hacia una muestra de mayor unidad, después de unas primeras horas caóticas, protagonizadas por las protestas y los gritos. Liderados por las delegaciones de Utah y Virginia, los antiTrump habían intentado que se sometiera a votación un cambio de las reglas. El objetivo, que los delegados votaran «en conciencia» al candidato del partido a la Presidencia, y no de acuerdo con el aspirante por el que habían sido elegidos.

Algo resignado, pero también convencido de que el partido rival es peor solución, Phil Write, delegado de Utah, reconocía a ABC que pese a la «errónea» decisión del partido de no dejar votar, «el objetivo de todos es derrotar a Hillary Clinton».

A pesar de su derrota, los críticos insisten en que no callarán. El «establishment» que no se conforma, con la figura de Mitt Romney al fondo y presencia notable en una decena de estados rebeldes, aún planeaba alguna medida de presión.

Desde su posición institucional, el único que visiblemente ha mantenido la distancia es el gobernador de Ohio. Decidido a no pasar por el aro, John Kasich ni siquiera ha pretendido en ningún momento aparecer por la convención en su calidad de anfitrión. Es el último polo de resistencia, abocado sin remedio a la derrota final, que ha generado las críticas del propio Trump. Kasich, otro «perdedor» en la amplia lista de candidatos derrotados durante el largo proceso de las elecciones primarias entre los republicanos.

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