La caída de la productividad ensombrece el camino de recuperación salarial

Los expertos dibujan un escenario económico oscuro si competitividad y costes laborales no siguen trayectorias paralelas

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Empecemos primero por las buenas noticias: la recuperación comienza a notarse en las nóminas. O al menos eso parecen reflejar las estadísticas. A pesar de que la herida provocada por los estragos de la crisis está lejos de cerrarse, los costes salariales de las empresas (que comprenden todas las remuneraciones, tanto en metálico como en especie) subieron un 1,7% entre enero y marzo respecto al mismo periodo del año anterior, situándose en 1.876,19 euros por trabajador y mes, según los datos publicados por el INE esta semana. Los salarios encadenan así siete trimestre consecutivos de alzas intereanuales, pero lo más significativo es que por primera vez en este periodo crecen por encima de la inflación (los precios se incrementaron un 1,1%). El coste laboral medio por trabajador y mes (que incluye las remuneraciones y las cotizaciones sociales) ascendió a 2.550,27 euros en el primer trimestre, un incremento del 2,1% respecto al mismo periodo de 2018, su mayor alza en cinco años. «Bienvenidas sean estas subidas, porque los salarios se devaluaron mucho durante la crisis y aún no se han recuperado. Hace falta un periodo de incrementos salariales porque no tenemos problemas con la inflación y porque España no puede ser un país en el que se gane poco, especialmente los jóvenes, eso no es sano. Y tampco es bueno para la economía. Ahora que España tiene superávit por cuenta corriente igual es momento de llegar a un equilibrio apostando por más consumo e inversión»», defiende Gayle Allard, economista de IE Business School.

Pero la tendencia también esconde peores noticias. La trayectoria de los costes y los salarios no avanza en paralelo a la de la productividad, lo que dibuja un escenario oscuro para la competitividad de nuestra economía y de sus empresas. Con un retroceso del 0,2%, ya en 2018 España rompía con dos décadas de incrementos interanuales de la productividad por hora trabajada. Según la previsión del Programa de Estabilidad que el Gobierno envió a Bruselas, las caídas se repetirán hasta 2021 (un 0,4% este año).

Tampoco está claro que el incremento de los costes laborales esté relacionado con la evolución real del mercado de trabajo. «No podemos decir que estemos teniendo tensiones por altos niveles de empleo, seguimos en una tasa del paro del 14%, y lo que se percibe es una desaceleración del ritmo de creación de puestos de trabajo», asegura Emilio González, profesor de Economía de Comillas ICADE.

Aunque difícil de cuantificar, la sombra de la subida de más del 22% del Salario Mínimo Profesional (SMI), hasta los 900 euros, podría explicar parte de ese crecimiento acelerado de los costes laborales. «El impacto, lógicamente, ha sido relevante e inmediato y es la causa fundamental del incremento. Relevante por la subida porcentual que ha supuesto respecto de la situación anterior e inmediato en cuanto a su aplicabilidad, con una revisión al alza de la totalidad de los contratos en vigor», valora Juan Ignacio Sanz, profesor de Esade.

«Hay que dar más valor añadido a nuestros productos. No podemos competir con precio»

«No solamente se trata del sueldo, también se incrementan las cotizaciones que el empresario debe pagar a la Seguridad Social», recuerda Emilio González. «Además, hay que tener en cuenta las subidas que se les están aplicando a los empleados públicos y las mejoras que se están pactando entre los agentes sociales para recuperar poder adquisitivo», añade el profesor de Comillas Icade. Según los datos del Ministerio de Trabajo , los 60.000 trabajadores que han firmado este año un convenio de empresa han conseguido un aumento salarial del 3,42%, el mayor incremento en una década. Algo más modesta es la subida pactada en los convenios sectoriales, un 2,21% de media hasta mayo.

En su reciente informe sobre la economía española, la CEOE alertaba del peligro de esa divergencia entre productividad y costes laborales. «Puede complicar la competitividad de la economía española, que ha sido uno de los factores fundamentales para apuntalar la última etapa expansiva», reza el informe de la patronal. Emilio González conincide en el pronóstico:«Si no se compensa esta subida de costes con un incremento de la productividad estamos sacrificando la competitividad y eso probablemente explique por qué estamos reduciendo tanto el superavit de la balanza de pagos y está a punto de entrar en déficit. El 70% de nuestro comercio exterior es con la UE, especialmente con la zona euro, y si en esos países crece más la productividad estamos perdiendo nuestro principal mercado, porque no hay un posible mecanismo de compensación como son los movimientos de tipo de cambio».

Fernando Gómez-Bezares, catedrático de finanzas de Deusto Business School, considera que «es muy difícil cuantificar el impacto del SMI en este repunte de los costes labores», pero subraya que es imprescindible acortar la brecha entre los salarios más bajos y los más altos. «Es un problema que se ha ido agravando en los últimos años: los salarios que antes eran medios ahora son bajos y los más altos han crecido, incluso dentro de una misma empresa. Es un problema gravísimo en todo el mundo desarrollado, pero especialmente en España. Esto hay que atajarlo, es una cuestión de justicia, pero que además puede acabar provocando inestabilidad social o dar alimento a los populismos». Según un reciente estudio de la escuela de negocios Eada y el grupo ICSA, entre 2015 y 2018, el salario de los directivos creció ocho veces más que el de sus empleados.

En todo caso, Gómez-Bezares subraya que esa brecha «no se puede cerrar por decreto». Necesita medidas y estrategias a largo plazo en las que, además de atender la situación concreta de cada empresa, es esencial garantizar la competitividad. «Y eso se logra con formación e innovación. La productividad se gana fundamentalmente mejorando el capital tecnológico que hay alrededor del trabajador y dotándole simultáneamente de nuevas competencias para hacer otras cosas. Si queremos seguir jugando en la primera división mundial tenemos que dar más valor añadido a nuestros productos. No podemos competir con precios con otros mercados, y si lo pretendemos, nos quedaremos sin trabajo o tirando aún más los salarios, y ese no es el camino».

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