Eurocopa 2016

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Portugal-Francia Deschamps, el entrenador que sabe de lo que habla

Capitán de la mejor Francia, que logró el Mundial de 1998 y de la Eurocopa de 2000, busca repetir gesta como técnico

Deschamps, en el entrenamiento previo a la final
Deschamps, en el entrenamiento previo a la final - AFP

Para cada pregunta, Didier Deschamps (Bayona, 15 de octube de 1968) tiene una broma, rostro cien por cien francés, poniendo morritos antes de hablar y generoso en la sonrisa. Ayer, junto a Sagna y Lloris, tomó un helicóptero desde Clairefontaine, sede del campamento de los anfitriones, y se plantó en Saint-Denis para vender optimismo ante los medios, encargado de alimentar el orgullo de un país que va sobrado de patriotismo.

Francia, su equipo nacional, es hoy en día sonrisas e ilusión, pero no hace tanto había fuego en esa caseta. El turbio asunto de Karim Benzema, acusado de extorsionar a Mathieu Valbuena con un video de alto contenido erótico de por medio, se convirtió en un debate nacional y Deschamps se alineó ahí con la FFF, que castigó al madridista sin vestir la camiseta azul hasta que se emita un veredicto. Lo que sí hizo el técnico fue dejar fuera de la lista de 23 a Valbuena, del que nadie se acuerda. Tampoco de Benzema, quien se sumó a Eric Cantona y abrazó la teoría del racismo como excusa para dejarle fuera de la Eurocopa.

Antes de Deschamps estuvo Blanc, a quien le tocó reconstruir un grupo destrozado por el bochorno de Sudáfrica. En 2010, Francia vivió un motín con los jugadores enfrentados a Raymond Doménech, insultado gravemente por Nicolas Anelka y con Evra desposeído del brazalete de capitán. Con todo, la verdadera mejoría fue con la llegada de este héroe, de momento muy querido y respetado porque el resultadismo se aplica en todos los rincones.

Además, Deschamps puede emular al alemán Berti Vogts y convertirse en el segundo hombre de la historia con una Eurocopa como jugador (2000) y una como seleccionador. «Me siento un privilegiado, es una oportunidad única. Evidentemente es diferente ser jugador que entrenador y vivir una final así. Lo más bonito es vivirlo como jugador, claro, en el banquillo tienes la frustración de no estar en el campo. Pero no tengo estrés ni presión, siento la adrenalina», comparte.

Las fotos más bonitas del fútbol francés las tiene Deschamps. De corto, levantó la Champions con el Olympique de Marsella en 1993, premio a ese equipo que superó al poderoso Milán con ese cabezazo de Boli, la única vez que un conjunto galo ha triunfado en la Copa de Europa. Y con los bleus, jefe del centro del campo para dar valor al talento de Zidane y compañía, se instaló en el cielo de París con el Mundial de 1998 y con la Eurocopa de dos años después en Bélgica y Holanda. Estuvo en el Nantes, dos etapas en el Olympique de Marsella, en el Olympique de Lyon, en la Juventus, en el Chelsea y se retiró en aquel Valencia, carrera de largo recorrido.

Ya en el campo era de los que mandaba. «Están bien los centros bonitos, pero es mejor marcar, ¿vale?», recitaba en un descanso de un partido del Mundial 98, jugador de corte defensivo, de esos que, en el argot futbolero, aportan equilibrio. Dicen que devora fútbol y no hay una mala palabra hacia él, cercano con los que hoy se exprimen en el campo porque no hace tanto de sus carreras y patadas. «Es el arquitecto de todo esto», le define Hugo Lloris, capitán de Francia hasta donde no llega la voz de Deschamps. «Él es la persona que hace el equipo y le da forma, es el que lo ha montado. Nos ha dado confianza a todos los jugadores, nos da serenidad, nos da calma. Es muy importante para una selección, el fútbol que hacemos es el reflejo de ese trabajo», sostiene el portero.

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