Fútbol

El banquillo del PSG, una trituradora cada dos años

El equipo francés, obsesionado por la Champions League y arrinconado por el ego de sus estrellas, ha tenido cinco técnicos en los últimos nueve años, todos de perfil muy diferente

Pochettino, a su llegada al primer entrenamiento como nuevo técnico del PSG AFP

Pablo Lodeiro

El PSG es uno de esos equipos que da sentido a la frase «odio al fútbol moderno»: plagado de estrellas, sin aparentemente demasiada historia y con un contingente económico descomunal. Un organigrama que, sin necesidad de hacer cuentas, estaba en todas las quinielas para llevarse a Leo Messi después de que el delantero argentino enviase el burofax al Barcelona aquella caótica tarde de agosto. Liderados por Neymar y Mbappé, el equipo francés es hoy uno de los claros candidatos a alzarse con la Champions League, una competición que busca con obsesión, y que el año pasado cumplió su primer paso para alcanzarla algún día al perder la final contra el Bayern de Múnich. Cuentan también con uno de los banquillos más exigentes de Europa, que despidió a su último ocupante, el alemán Thomas Tuchel , el 23 de diciembre y al parecer tras varias desavenencias con el director técnico del equipo, la leyenda del fútbol brasileño Leonardo. Llega Mauricio Pochettino para sustituirlo, última apuesta de los parisinos para un puesto que ha tenido cinco técnicos en los últimos nueve años.

Seguramente 2011 fue el año que el destino del PSG cambió, momento en el que el fondo de inversiones catarí Qatar Investment Authority compró el 70% de las acciones del equipo por 50 millones de euros. El grupo se reforzó para la siguiente temporada con algunos nombres punteros, como el de Javier Pastore (jugador que costó 40 millones, casi tanto como el club), Thiago Motta, Blaise Matuidi. Antoine Kombouaré, que había empezado la campaña como entrenador, fue despedido el uno de enero de 2012, momento en el que llegó Carlo Ancelotti, técnico con gran cartel tras su etapa en el AC Milán y seguramente más acorde con las ambiciones del nuevo rico del fútbol europeo. Desde entonces, todo ha sido velocidad, en el césped y en los banquillos.

Los dirigentes del PSG lo han intentado todo, ya que tras Ancelotti, en 2013, vino Laurent Blanc y su palillo, que con Zlatan Ibrahimovic y Thiago Silva dominando las áreas consiguió construir un equipo competitivo y abusivo en liga, pero que fue apeado en los octavos de Champions en varias ocasiones mientras empezaba a construir su enemistad con el Barcelona, verdugo en uno de esos enfrentamientos. Fruto de la necesidad de destacar en Europa, desde el club se apostó en 2016 por quien por aquel entonces era el mayor especialista en eliminatorias continentales, el vasco Unai Emery, que había ganado tres Europa Leagues consecutivas con el Sevilla. Pero el fútbol, destructor de teoría, regaló al entrenador y al club una de las remontadas más humillantes de la historia del deporte, el ya mítico 6-1 que los franceses recibieron contra el Barcelona del 8 de marzo de 2017, otra vez en octavos de final. Se le dio comodín al español, porque ese verano el equipo gastó 222 millones de euros en Neymar y aplazó otra compra rimbombante gracias a una cesión para evitar el «fair play», la de Kylian Mbappé , por el que acabaría pagando otros 180. Dos grandes jugadores que, por otra parte, no evitaron el despido de Emery después de que el equipo fuese eliminado en Champions, otra vez en octavos, esta vez por el Real Madrid.

Thomas Tuchel, que llegó en la temporada 18-19 a París desde el Borussia de Dortmund, contaba con el cartel de la innovación, de la moda, al pertenecer a esa nueva escuela, la de la presión y la de la ida y vuelta, la alemana en definitiva, tan al alza en los últimos tiempos y enaltecida por Jürgen Klopp y su Liverpool, por Julian Nagelsmann y su Leipzig y, en última instancia y de forma sorprendente, por el “interino” Hans-Dieter Flick y su apisonadora bávara. «Había tensión», explicaba Zsolt Löw , técnico asistente de Tuchel en el PSG tras su salida del club, mientras explicaba el germano que contaba con la confianza del presidente Al-Kkelafi, esos penetrantes ojos que tantas veces han expresado decepción desde la grada, pero no con la de Leonardo, que vive su segunda etapa como máximo responsable de la organización, esta vez y según Löw, con máximos poderes deportivos.

Se antoja, pues, que la nueva misión de Pochettino para afincarse de forma estable en París es la Champions, casi nada. El PSG ha ganado siete de las últimas ocho ligas, una infinidad de copas, ha gastado más de mil millones, todo por un sueño expuesto como obligación. Por ejemplo, el Barcelona, fundado en 1898, no ganó su primera Copa de Europa hasta casi 100 años después , con el gol de falta de Koeman en el 92 en Wembley. Levantar la «orejona» también supondría un bálsamo para la plantilla, porque Neymar, casi desde su llegada, y Mbappé flirtean con infinidad de equipos en cada mercado, porque algo allí nos les convence. Para tan ardua tarea, Pochettino, incluso, se ha llevado a su hijo Sebastiano como preparador físico. «Dejaos de tonterías», soltó el entrenador a los pocos días de su llegada.

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