Atletismo

El ejército con trampa de Ma

Las atletas chinas que coparon los récords del medio fondo en los 90 se sometían a un dopaje sistemático, según revela una carta

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Surgieron de la nada como un ataque de termitas que devoran todo a su paso. Atletas chinas de poco peso y pelo corto que protagonizaron esa reedición de «Cuando ruge la marabunta» en una aparición brutal que amenazó con cambiar la historia del atletismo. Fue en 1993, en el Mundial de Stuttgart, donde Wang Junxia, Qu Junxia y Bo Jiang coparon récords mundiales, medallas de oro y eco mediático en una estratosférica irrupción que dejó al mundo con la boca abierta. Era el ejército de Ma Junren, un entrenador, exmilitar, al servicio del gobierno chino que regaló un titular a los cuatro vientos. El único secreto de sus chicas eran los entrenamientos bestiales y la sopa de una tortuga que, según él, solo se criaba en un paradero desconocido.

Dos de los récords de Wang Junxia siguen vigentes hoy, 23 años después, y ninguna atleta parece en condición de asaltarlos. Pero el tiempo suele recomponer la realidad. No había milagro, sino dopaje sistemático. Así lo ha desvelado una carta firmada en 1995 que nueve reclusas del ejército de Ma enviaron a un escritor y que este miércoles ha publicado el portal de noticias chino Tencent.

Wang Junxia sacaba más de media pista a sus adversarias de otras nacionalidades, volaba mientras las otras solo corrían y solo sus compatriotas la seguían. El récord de los 3.000 metros (8:06.11), todavía vigente, se explica solo: las cuatro primeras del ranking son chinas de aquella época y la quinta, la keniana Hellen Onsando Obiri, está a casi 15 segundos. En 10.000 metros (29:31.78) sucede más o menos lo mismo: la segunda, la etíope Meselech Melkamu, está a 22 segundos. Las asiáticas arrasaron en las pruebas de fondo y medio fondo con tres oros, dos platas y un bronce en 1.500, 3.000 y 10.000 metros.

Esa explosión en 1993 y su continuación en los Juegos de Atlanta 1996 tuvieron que ver con el dopaje y no con la sopa de sangre de tortuga o las esencias de caballito de mar que proclamaba Ma Junren. La carta de las nueve atletas ofrece un relato estremecedor. «Nuestros sentimientos son tristes y complejos a la hora de exponer sus actos. También estamos preocupadas porque pudiéramos dañar la fama de nuestro país y reducir el valor de las medallas que tan duro hemos trabajado para conseguir. Somos humanas, no animales». Se explica cómo algunas atletas trataron de rebelarse contra los métodos de Ma, vomitando las pastillas que éste les daba, pero que aún así recibían inyecciones de productos prohibidos de su preparador. Liu Dong huyó del grupo y no volvió a destacar. Otra atleta, cuyo nombre no se ha conocido, se suicidó por la presión, según recogió el ABC en una información entonces.

Wang Junxia, que hoy tiene 43 años, habló en una visita a España de los métodos despóticos de Ma Junren. Hoy vive anónima en los Estados Unidos.

La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) comunicó que procede a la verificación de la carta, ya que si se prueba su autenticidad, Wang perdería sus dos récords al confesar el consumo de sustancias dopantes.

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