Imágen de la cornada al picador Marcial Rodríguez
Imágen de la cornada al picador Marcial Rodríguez - efe

Feria de Albacete: Sangre de un picador en estampa goyesca

Los tendidos, colmados en más de dos tercios, se llevaban las manos a los ojos como no queriendo ver el rostro más tremebundo de la Fiesta

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Los sangre de los picadores también es roja. Y la suya derramó el varilarguero Marcial Rodríguez. La cara del horror se holló en la arena como una pisada que comprimía la vida. El espectacular toro de La Quinta que estrenó la feria derribó al del castoreño, que quedó a los pies de «Quincallero». No le perdonó el cinqueño santacoloma en una escena de cuadro de Goya. Sobrevolaba aquella «Cogida de un picador» inmortalizada en 1793, tan terrorífica, tan violenta, aunque ahora ya con el caballo protegido y a salvo. La furia del toro se hundió con toda su saña en las carnes de Rodríguez, colgado del pitón durante varios metros, en segundos de eternidad y espanto.

Los tendidos, colmados en más de dos tercios, se llevaban las manos a los ojos como no queriendo ver el rostro más tremebundo de la Fiesta.

Pero allí estaba la brutal faz, tan decimonónica y tan de siempre, tan real. Marcial, nombre del «más grande», apretaba las manos mientras lo trasladaban a la sala médica. El parte del dolor confirmó la gravedad del percance: cornada de 35 centímetros en el muslo, muchos destrozos y evisceración de testículo. Este «Quincallero», que sabía latín, resultó una prenda: humillaba pero por dentro y recortando, buscando siempre a Eugenio de Mora, que extrañamente brindó al público... Las de Caín pasaría el veterano matador, sobre todo en la suerte final. De milagro no compartió hule con su caballero. Con el brusco y mulote cuarto pasó con más pena que gloria.

Un velamen de impresión portaba el segundo, con el que Manuel Escribano se entretuvo en torear tremendamente despacioso por ambos lados a un animal que embestía con nobleza casi bobalicona, aunque salía con la cara por las nubes y distraído de cada muletazo. Hubo naturales de suma cadencia y un circular invertido en el que llevó perfectamente cosido a su tocayo, pues «Escribano» se llamaba el ejemplar, que le permitió dibujar bonitos apuntes. Letal con la espada, paseó una oreja.

El blandito quinto era tan abierto y asfino de cara como estrechito de atrás, el menos aparente de la serísima, variada e interesante corrida. La plaza se puso en pie cuando protagonizó un par sentado en el estribo, al quiebro y por los adentros, que parecía captado por la cámara superlenta. De antología. La emoción siguió con dos pases cambiados sin pestañear. Escribano se hizo el amo de la situación en una meritoria faena con un toro que se dejó en su ir y venir. Por el acero se le escapó la salida a hombros.

Sí se la ganó Joselito Adame, decidido desde que ganó terreno a la verónica y en el quite por Chicuelo al tercero. Listo y técnico el mexicano, con un toro con boyante movilidad, que planeaba y se abría, aunque en ocasiones saliera desentendido, unas veces por su propia naturaleza y otras por el toreo aplicado hacia fuera... Aun sin explotarlo del todo, Adame aprovechó el excelente pitón derecho en tandas emotivas, que dicen por su tierra, y abrochó por sanjuaninas antes de la estocada recibiendo, que cayó contraria. El bravo «Detenido» seguía con la boca cerrada... Oreja para el matador y gran ovación para el toro entre la sonrisa del ganadero, Álvaro Martínez Conradi, y los herederos de su encaste.

El escalofrío recorrió la piel de nuevo cuando el sexto derribó al piquero. Por fortuna todo quedó en un susto y la mirada se fijó en un Escribano que sujetaba el caballo por las riendas mientras «Fogonero» empujaba. Como empujó luego en la estupenda vara de Quinta. Inteligente otra vez el dispuesto Adame. Si el toreo es para listos, este Joselito hidrocálido lo es. El estoconazo al encuentro desató la pañolada. La primera puerta grande fue suya.

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