Boris Eifman: «Servir al arte siempre es un presidio voluntario»

El coreógrafo ruso presenta en España su espectáculo «Rodin», basado en la vida del escultor francés

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace cuatro décadas, Boris Eifman abrió con sus coreografías una ventana que dejó entrar el aire fresco en el demasiado rígido ballet entonces soviético. Sus trabajos al margen de la oficialidad llamaron la atención de Europa y Estados Unidos y significaron una auténtica perestroika artística. En España se presentó por vez primera en junio de 1989, en el teatro Alcalá Palace (hoy Nuevo Teatro Alcalá). Hoy, veintiséis años después, vuelve a los teatros del Canal, donde presenta los días 11, 12 y 13 «Rodin», una coreografía inspirada en la vida del escultor francés con música de Maurice Ravel, Camille Saint-Saens y Jules Massenet. La compañía ha actuado anteriormente en Valladolid y Oviedo, y tras Madrid se presentará en Vitoria y Bilbao.

¿Qué le atrajo de la figura de Rodin para crear un ballet?

Rodin era un artista que trabajaba con el cuerpo humano y exploraba con la ayuda de medios plásticos la diversidad del mundo espiritual de la personalidad. El coreógrafo tiene delante de sí los mismos objetivos creativos. Pero mientras que la energía emocional de la escultura está plasmada en una forma fija, el autor de un espectáculo de ballet supera la inmovilidad expresando en la dinámica los sutiles sufrimientos del alma y metamorfosis mentales complejas. Además, la figura de Rodin es cercana para mí a nivel personal. Su vida estuvo llena de abnegación, de la labor artística de sacrificio. Como trabajo doce horas al día, lo sé perfectamente: servir al arte siempre es un presidio voluntario. Pero solo al seguir este camino difícil, al renunciarse a muchas alegrías humanas y al hacerse ermitaño se puede crear algo auténticamente de valor.

Ha utilizado música de compositores franceses. ¿Por qué?

En «Rodin» se ha usado la música de Ravel, Saint-Saens y Massenet, que vivieron en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La imagen artística de la época de Rodin es difícil imaginársela sin obras de estos compositores. Cuando me preparaba para la creación del espectáculo, escuché una cantidad enorme de música francesa de aquellos tiempos, pero fueron estos tres autores los que me inspiraron para crear la coreografía. La partitura musical del ballet en mi creación es la base de todo. Hasta que no estén elegidos los compositores capaces de hacerse coautores del coreógrafo, no aparecerá ninguno de los rasgos de la obra escénica futura. La música determina toda la construcción dramatúrgica del espectáculo.

En su primera visita a Madrid, hace más de veinticinco años, usted me dijo que no quería la revolución en el ballet, sino la evolución. ¿Cómo ha sido la evolución de su compañía a lo largo de los años?

Las emociones puras, originales, que se transmiten a través del lenguaje de la danza los espectadores nunca las experimentan navegando por internet o visitando un concierto de música pop
Boris Eifman

Es bastante difícil analizar de modo imparcial los cambios espirituales y estéticos que pasan contigo y con tus artistas. Cuando uno trabaja, crea espectáculos, se mete en el mundo de sus creaciones y en el último lugar piensa en comparaciones. Pero si contesto en breve a su pregunta, resalto: en las últimas décadas nuestra compañía no solo ha logrado conservar el tipo único del teatro creado por nosotros –el teatro de ballet psicológico ruso– sino también ampliar de modo significativo el repertorio y las capacidades artísticas. Hemos obtenido reconocimiento en todo el mundo y hemos probado que el psicologismo como método creativo puede ser propio no solo de un drama sino también del arte coreográfico. Hoy en día vemos que millones de espectadores que representan países, culturas y religiones distintas necesitan de la misma manera nuestra creación. Porque esta da a la gente una oportunidad de vivir una conmoción fortísima, recibir una carga de energía espiritual que alza y ennoblece al hombre. Estas emociones puras, originales, que se transmiten a través del lenguaje de la danza los espectadores nunca las experimentan navegando por internet o visitando un concierto de música pop.

Usted creó su compañía en un momento muy particular del ballet y de la sociedad rusa. ¿Cuál es la situación actual del ballet en general en su país?

Supongo que en la época actual de la globalización, de la integración total, no hay que hablar del ballet ruso, sino del ballet mundial, porque los procesos que tienen lugar en este arte son propios de países diferentes en tal o cual grado. Hoy el ballet está ante una encrucijada. Es evidente que están prácticamente agotados los recursos creativos de la coreografía abstracta que dominaba en el mundo de la danza durante muchas décadas. Por esta razón muchos colegas míos hasta ahora se dirigen a la forma grande e intentan crear espectáculos de ballet con argumento grande. Pero la separación que apareció en el siglo XX entre la danza y el espacio artístico del teatro, sus tradiciones, resultó ser demasiado grande y se ha perdido todo un número de habilidades artísticas. A los creadores de ballets les cuesta mucho volver a pensar como coreógrafos y no solamente enseñar mediante la plástica una secuencia mecánica de acontecimientos, sino expresar sobre el escenario ideas filosóficas de gran envergadura. Pero solo siguiendo este camino los bailarines pueden superar fenómenos críticos como los presentes hoy en día en el ballet artístico. Se trata, ante todo, del déficit de soluciones artísticas vivas y la falta dramática de líderes creativos.

¿Qué lugar ocupa actualmente su compañía; qué la diferencia de otras, cuál es su principal seña de identidad?

Nuestro teatro parece ser la única compañía de ballet que se dedica a la búsqueda del lenguaje coreográfico del siglo XXI. Estoy profundamente convencido de que el lenguaje tiene que basarse en los principios de la teatralidad y el psicologismo, servir de herramienta para conocer el mundo interior del hombre. El siglo XX enriqueció de modo significativo el arte de la danza, pero la nueva era exige un repertorio coreográfico original dirigido a los secretos del contenido mental de nuestro «yo». Llevamos creando este tipo de ballets ya varias décadas. El éxito que acompaña las actuaciones de nuestro teatro en todas las partes del mundo confirma la corrección del método escogido: el camino de la creación de psicodramas de gran escala con un contenido intelectual serio y tensión emocional irrepetible. Creamos arte que, quizás, no dejará indiferente ni a los que no les gusta el ballet.

Ver los comentarios