Música

Los Ronaldos: «Mandar a la mierda a los 40 Principales fue una honestidad inconsciente»

La banda reedita su mítico disco de debut, acompañado de un extenso libreto repleto de anécdotas y fotos inéditas

Los Ronaldos en 1987 ABC

NACHO SERRANO

En 1987, un joven de 16 años llamado Coque Malla formó un grupo que en cuestión de semanas no sólo conseguiría un contrato discográfico, sino también el status de banda de moda y perseguida por la histeria del fenómeno fan. Algunos los llamaron los Ramones españoles, otros decían que no eran tan punks como para merecer la comparación... pero los de Nueva York nunca hubieran mandado a la mierda a los 40 Principales. Señoras y señores, Los Ronaldos .

¿Esta reedición era una cuenta pendiente para ustedes?

(Luis García, bajo) Ha sido una idea de la compañía (Warner). Nos propusieron hacerlo y pensamos que era una idea estupenda.

(Luis Martín, guitarra) Nunca lo habíamos pensado antes, no. Ellos tienen los derechos y el material, así que sólo dependía de ellos. Por eso ni le habíamos dado una vuelta a la idea. Estamos muy contentos porque ahora están las canciones, que son la hostia, pero con la remasterización de José Nortes, que es un crack y ha acercado más el sonido a la visión que teníamos de nosotros mismos. Porque claro, el disco salió de una manera por el contexto, los tiempos, pero también es la hostia.

José Nortes ha dejado incluso pequeñas imperfecciones, que conectan con vuestro arranque como banda casi garajera.

(L. G.) Sí, y llegó un momento en el que quisimos cambiar más cosas. Como en el disco original había cajas (de batería) disparadas, que era lo que se hacía en ese momento, pensamos en cambiarlas, grabar nuevas cajas que representaran mejor el sonido que queríamos tener. Pero al final nos dimos cuenta de que sería alterar demasiado el disco, y dejaría de ser lo que fue. Por eso los cambios son más sutiles, en las mezclas y tal.

¿El arranque del grupo fue tan instantáneo como cuenta la historia? ¿O los primeros ensayos fueron horribles, como en casi todos los grupos?

(L. M.) Avanzamos muy rápido porque nosotros ensayábamos muchísimo, era lo que más nos gustaba.

(L. G.) Cuando entramos a grabar el disco, ya llevábamos grabadas por lo menos cuatro maquetas en un cuatro pistas. Luego hicimos las maquetas de Ramales, con la famosa mesa de sonido de los Beatles que habían traído de Abbey Road.

Casi casi os conocisteis en el propio local, ¿verdad?

(L. G.) Yo conocía a Ricardo (batería) de Los Negativos y Los Monaguillos. Coque era el hermano pequeño de Miguel Malla, que por edad también era más amigo nuestro. A quien conocí en el local fue a Luis Martín.

(L. M.) Sí, yo estudiaba música con Miguel, y un día me dijo que el guitarrista que tocaba con su hermano había cogido hepatitis y necesitaban un sustituto.

«Coque era una fuente inagotable de canciones»

Ese guitarrista era nada menos que el hoy actor Alberto San Juan

(L. M.) Cierto. Cuando me propusieron sustituirle me apunté sin dudarlo. Ensayábamos en Pozuelo de Alarcón, en un almacén de libros. Me acuerdo de que teníamos que coger todos los días el tren en Príncipe Pío para ir.

¿Cómo influyó el no haber sido amigos desde antes? Quizá eso ayudó a ser más disciplinados y dispersarse menos en los ensayos.

(L. M.) Sólo nos conocíamos Ricardo y yo. Pero fui el último en entrar, porque al formarse el grupo yo estaba terminando la «mili». Al salir fue cuando Ricardo me propuso entrar en la banda.

(L. G.) En cuanto a lo de no dispersarnos, es que tuvimos la suerte de que Coque era una fuente inagotable de canciones. Por eso, cada ensayo era currar y currar sin parar. Coque traía por lo menos dos canciones nuevas a cada ensayo, y nosotros éramos sus músicos, los que les daban la forma final.

¿Os sorprendió mucho que Coque Malla fuera tan creativo con sólo 16 años?

(L. M.) Alguien tenía que traer las canciones, y él también traía muchas porque tenía montones de ellas almacenadas. Nosotros a veces llevábamos una de vez en cuando. Todo era muy sencillo. Y sin ser muy «tocones», porque estábamos bastante limitados en cuanto a técnica, las cosas nos salían muy bien.

¿Coque siempre recibía bien vuestras propuestas?

(L. G.) Las acogía sin ningún problema. Había un filtro lógico, pero lo que estaba bien se metía en el repertorio, independientemente de quién lo hubiera compuesto. Todos estábamos predispuestos a escuchar lo que traían los demás.

(L. M.) Pero todos teníamos muy claro cuál era nuestra parcela. Sabíamos que Coque era el «front-man», y estábamos encantados con que lo fuera. A nosotros lo que nos gustaba era estar detrás de él, tocando y currando a lo nuestro.

(L. G.) Sí, de hecho él se quejaba a veces de que no le acompañábamos en el escenario, quería que le ayudáramos más a animar al público.

(L. M.) Eso pasaba también en las entrevistas. Aunque nosotros tuviéramos muchas ganas de hablar, él era el que pintaba más. Y por eso dejábamos que llevara la batuta.

(L. G.) Yo creo que además, por la tradición de su familia, Coque era el que mejor entendía el sentido del espectáculo, de lo que es esta industria. A pesar de lo joven que era.

(L. M.) Yo me acuerdo de que después de nuestra reunión de 2008, Willy de los Ilegales, que fue nuestro técnico, me decía: «¿Pero por qué volvéis a separaros? Sois el único grupo que conozco que no tiene problemas de liderazgo, los demás vais detrás de Coque como si nada, ¡y no os importa!».

¿Aquella segunda separación fue consensuada?

(L. G.) Hombre, la decisión fue de Coque, pero ahora viéndolo con tiempo, te das cuenta de que la cosa ya caía por su propio peso. Era lo lógico. Ricardo se había ido del grupo, los tiempos cambiaban, y Coque lo propuso.

(L. M.) Aun así, íbamos a dar 14 conciertos y al final fueron tres años de gira. Además, aquella reunión fue bastante espontánea, porque nació en un homenaje que nos hicieron en la sala Siroco. Estaban Pereza, Garaje Jack y más gente... Estábamos nosotros cuatro y de pronto nos subimos a tocar, sin haber ensayado en años. Nos pusimos a tocar «Árboles cruzados»... y se nos cayeron los huevos, a nosotros y al público. Aquello sonaba a puro veneno.

¿Hablaron esa misma noche de la posibilidad de reunirse?

(L. M.) No lo hablamos, pero todos lo teníamos por dentro ya...

(L. G.) Ahora no nos vamos a reunir porque Coque tiene mucho lío, y no se dan las circunstancias. Pero vamos, encantados de que Warner haga esta reedición con tanto cariño. De ahí a algo más, de momento no hay nada.

En aquella época, ¿cuándo se dieron cuenta de que Los Ronaldos se había convertido en algo enorme?

(L. M.) Para mí fue en el primer concierto gordo de la gira «Saca la lengua», en la Plaza de Toros de Málaga teloneando a James Brown. Me acuerdo de que en nuestro camerino estaba Antonio de la Torre, el actor, que era muy fan nuestro.

(L. G.) Para mí fue cuando al sacar este disco, nos llevaron al programa de Jesús Hermida. Tocamos seis o siete canciones y todo cambió. Hasta ese momento por la calle sólo me conocía la gente de Malasaña que venía a nuestros conciertos. Pero después de lo de Hermida, me metí en el metro y fue una locura. Todo el mundo nos pedía autógrafos.

Luis García, Ricardo Moreno, Luis Martín y Coque Malla ABC

¿Dio vértigo?

(L. M.) Un poco, pero éramos muy inconscientes.

(L. G.) Volviendo a lo que decíamos antes... es que Coque era la cara conocida.

(L. M.) Claro. Nosotros teníamos la suerte de que quien se nos acercaba para saludarnos, es que era muy, muy fan. Y esos te entran de otra manera. Te tratan como a un músico y no como a un famoso.

¿Cómo eran las juergas post-concierto de los primeros Ronaldos?

(L. G.) No ten digo que no lo disfrutáramos. Es lógico, con la edad que tienes, la fama, el dinero, todas las titis detrás de ti... Pero nunca llegamos a malos momentos de exceso.

(L. M.) Claro, porque para todo hace falta entrenamiento, y para la juerga también. Ahora nos costaría muchísimo más, ¡jajaja! Yo ahora me dedico a los riesgos laborales en conciertos, y muchas veces me toca cubrir la noche. Me lo paso bien, pero no bebo alcohol. Y me acuerdo de aquellas noches y me da hasta miedo, ¡jajaja!

¿Se llevaron alguna decepción en aquella primera época?

(L. M.) Hubo un momento en el que discutíamos mucho con EMI, nuestra discográfica, porque no nos gustaba la forma en que llevaban nuestra promoción. Tuvimos bastantes problemas con eso, y de hecho dejamos de aparecer en los medios por ese motivo. En ese momento todos los grupos españoles grandes empezaban a viajar a América, y nosotros nos quedamos en tierra porque nos negamos a hacer ciertos tipos de promoción.

(L. G.) Si no nos gustaba algo, no nos lo callábamos. De hecho tuvimos un problema bastante grande con los 40 Principales porque los mandamos a la mierda y nos vetaron para siempre.

(L. M.) Fue una honestidad inconsciente. Éramos muy honestos y muy inconscientes en esa época.

(L. G.) Sí, por eso cuando intentamos meter el siguiente single en Los 40 nos dijeron que no. Pero quizá gracias a eso nos empezaron a hacer más caso en Radio3. Otro caso fue el de Iñaki Gabilondo, que nos llamó para ir a tocar «Adiós papá» a un programa suyo en el que hablaban del dinero y los jóvenes. Dijimos que estaba totalmente fuera de contexto y que no queríamos ir. Y claro, la EMI en plan: «Si no vais os cortamos la promoción». Pues cortad la promoción, qué queréis que os digamos. No nos tragábamos nada que no nos gustara.

Después de aquello, ¿se notó un bajón en los conciertos o en las ventas de discos?

(L. M.) Años después sí. Sobre todo lo notamos con lo de las giras por América. Cuando ya habían ido Gabinete Caligari y Hombres G, nosotros decíamos, «joder, ¿por qué no nosotros?». Sólo estuvimos una vez en un concierto de Amnistía Internacional en Chile, y luego volvimos allí porque EMI Chile pidió que fuéramos a hacer promoción. Nada más. Cosas chungas ha habido en la historia de la banda, pero no tan chungas como para hacer que dejemos de ser amigos y quedemos a comer de vez en cuando con nuestras familias.

¿Sentían afinidad con otras bandas del momento?

(L. G.) Eso era lo mejor, el buen rollo que había entre los grupos.

(L. M.) Yo, cuando me transporto a la época del primer disco de Los Ronaldos, me acuerdo de Las Ruedas y del disco «Ferpectamente» de Los Enemigos, que salieron a la vez. Estábamos siempre juntos en Malasaña, en La Vía Láctea, el Nueva Visión, El Palentino...

(L. G.) Compartíamos local con Las Ruedas y Los Enemigos, y éramos muy amigos de Sex Museum, siempre de copas en el Agapo.

La nota de promoción de esta reedición decía: «Coque no estará en la promoción porque quiere centrarse en su carrera en solitario». ¿Una cosa no tiene por qué quitar a la otra, no?

(L. G.) Es porque está liado de fechas. Está mezclando un disco, creo. Con que esté el día que hagamos la escucha, perfecto.

(L. M.) Además, es algo que nos lleva pidiendo toda la vida. Lo que mencionábamos antes, que él siempre se encargaba de todo lo promocional en las entrevistas. Pues ahora lo hacemos nosotros.

(L. G.) Tenemos una relación en la que ya es absurdo plantearse dudas a estas alturas de la película. Si no viene es porque no le cuadra, y oye, estupendo. No pasa nada.

Creo que en los primeros tiempos, Coque no estaba muy seguro de su propia «voz de pato», como él mismo decía.

(L. G.) Es su sello personal. Puede cantar la canción que sea, que vas a saber que es Coque.

(L. M.) Yo me acuerdo de que cuando poníamos el disco en vinilo él decía «joder tío, tengo voz de pitufo», y yo le decía que era el plato, que estaba un poco acelerado, ¡jaja! Apenas le había cambiado la voz, si es que era un chaval. El contrato discográfico lo tuvo que firmar su padre al ser menor de edad.

¿Qué es lo que recuerdan con más añoranza?

(L. G.) La sensación de que estaba todo por hacer.

(L. M.) Sí. Tener esa sensación y ver que las cosas van bien, que el gruopo sube y sube, es una pasada. Cuando me decían que me buscara un curro serio yo contestaba que Los Ronaldos era el curro más serio del mundo. Yo, por mi parte, no he durado diez años en ninguna otra empresa.

(L. G.) Fueron diez años de una relación tan intensa que ni siquiera la tienes con tu familia. Haciendo lo que nos gustaba, siendo un poco los amos del cotarro... no había nada malo.

¿Creeis que a un joven millennial les gustará el desparpajo de Los Ronaldos que se puede escuchar en esta reedición?

(L. M.) Yo creo que sí. Cuando escuché blues de los años sesenta por primera vez, yo era un crío y me encantó. Yo creo que éramos tan primitivos, tan primarios, que a cualquier chaval le encantará.

¿Cómo fueron los primeros días tras la separación de Los Ronaldos?

(L. M.) Un poco desquiciantes, la verdad. No sabíamos por dónde ir.

(L. G.) Claro, fue un poco la sensación de que se para todo. Lo que dicen los tópicos, no suena el teléfono... Pero bueno, ahí seguimos.

(L. M.) Precisamente esa pregunta fue el leitmotiv del texto que escribí hacer poco para un documento para la Junta de Autores de Música, que lucha contra los obstáculos que se pone a los autores. Conté cómo me sentí al dejar el grupo. Te ves sin pasta, sin curro y con obligaciones. Tienes que tirar para adelante como sea. Luis y yo estuvimos tocando juntos en otro grupo un temporada...

(L. G.) Como no fue una decisión tomada porque alguien se peleó con alguien, por una pelea irreconciliable o algo así, y fue una decisión consensuada y bien, pues se aceptó.

(L. M.) Bueno, consensuada y bien no... Porque nos quedamos muy tristes. Yo creo que en ese momento ni Coque estaba del todo seguro. Pero bueno, nos dolió pero comprendimos que tenía que ser así.

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