Art Garfunkel, durante su actuación de anoche en Barcelona
Art Garfunkel, durante su actuación de anoche en Barcelona - EFE

Art Garfunkel, postales ajadas de un pasado glorioso

El cantante americano, algo justo de voz, revivió en Barcelona los grandes éxitos del mítico dúo que formó con Paul Simon

BARCELONA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lleva una década en el dique seco, el ensortijado y frondoso peinado afro de antaño se ha convertido en una despejada planicie y su carrera, discreta y poco dada a la algarabía comercial, siempre ha discurrido a la sombra de la de su exsocio y, según el día, también examigo Paul Simon. Con todo, a Arthur Ira Garfunkel, el segundo en discordia de Simon & Garfunkel, aún le quedan las canciones. Unas canciones que, de acuerdo, llevan la firma y el sello de calidad de Paul Simon, pero que difícilmente habrían sido lo mismo sin la elegante y aterciopelada voz de Art Garfunkel.

Tampoco es que, a sus 75 años, el estadounidense tenga la garganta para demasiadas alegrías, pero voz y canciones -amén de un guitarrista y un teclista- fue todo lo que trajo anoche a Barcelona para despedir el Festival Jardines de Pedralbes e intentar reivindicarse como algo más que el prodigioso vocalista que puso brillo y deliciosas armonías a canciones como «April Come She Will».

Una tarea harto complicada cuando el principal reclamo de la noche son versiones maltrechas y magulladas de «The Boxer», «Scarborough Fair», «A Heart In New York» y «Homeward Bound», grandes éxitos del dúo dinámico del folk de los sesenta que sonaron ayer debiluchas y afónicas. Postales ajadas de una época gloriosa que el tiempo ha acabado partiendo en dos para demostrar que ninguna de las partes puede sobrevivir por separado.

Sí que funcionó, aunque fuese por contraste, su teatral lectura del «Real Emotional Girl» de Randy Newman, pero ni la voz, a un paso del drama y del descarrilamiento cada vez que tocaba enfilar un agudo, ni unos arreglos instrumentales más bien discretos acabaron de despegar tras ese intermedio de 20 minutos que llegó después de apenas media hora de concierto.

A falta de mayores alegrías y mientras el público esperaba las inevitables paradas en «Kathy’s Song» y «Bridge Over Troubled Water», Garfunkel se arrimó al repertorio de Gershwin para recuperar «Someone To Watch Over Me», rescató piezas de su cancionero en solitario como «Perfect Moment», amagó con bordar las delicadas «Bright Eyes» y «Goodnight My Love» y se ejercitó como showman parlanchín con la mirada siempre fijada en el pasado.

«No me puedo creer que siga haciendo este trabajo», bromeó al poco de salir del escenario. Será que, después de toda una vida cantando piezas de orfebrería como «The Sounds Of Silence», uno no tiene más remedio que seguir haciéndolo. Aunque sea sin mal. Aunque sea sin voz.

Ver los comentarios