Música

Paul Simon, la leyenda que nunca vivió de su leyenda

El de Nueva Jersey sedujo a sus fans en Madrid desde la lejanía, sin pantallas gigantes

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Algunos llevaban veinticinco años esperando, pero para la mayoría era toda una vida soñando con asistir a un concierto del mito Simon en Madrid. Cuántas expectativas acumuladas. El inventario de clásicos del de Nueva Jersey da para mucho, para una velada tan redonda que costaba contener los nervios. Y por si fuera poco, el viejo socio de Art Garfunkel llegó anoche con un señor disco bajo el brazo, un «Stranger to Stranger» que ha vuelto a reconfirmarlo como una de las leyendas de la música popular que mejor conserva su sentido de la ambición en este siglo.

El Palacio de los Deportes lucía asediado en uno de sus laterales por fans de Taburete (el grupo del hijo de Bárcenas y el nieto de Díaz Ferrán, que montaron allí una fiesta por el lanzamiento de su nuevo disco) mientras los seguidores de Simon iban tomando asiento para disfrutar de una experiencia que se antojaba más que inolvidable.

El multitudinario marco para este regreso tan ansiado quizá no fuera el mejor, pues ver una pequeña figura en la distancia seguramente no ofrezca la mejor experiencia posible, sobre todo si no se encienden las pantallas gigantes. Pero era la única que sus fans tenían a mano, y vaya si la exprimieron.

La numerosa banda de acompañamiento, excepcional como no podía ser de otra manera tratándose de Simon, sirvió el primer entremés con una «Gumboots» (un tema de su imbatible «Graceland», así para empezar) que nos ubicó de inmediato en las coordenadas adecuadas. Simon, que ha pasado unos días bastante hecho polvo por la victoria de Trump, lució un aspecto risueño al salir a las tablas, momento que el pabellón entero aprovechó para rendirle tributo con una gran ovación.

La voz de Simon tuvo que pulverizar toda duda en los escépticos. Sigue siendo una tremenda coctelera de emociones, sigue teniendo esa mística especial, y con «The boy in the bubble» sumergió a sus fans en un dulce bamboleo que fue la primera invitación al baile. Tras un pasaje algo alicaído de energía, «America» levantó la épica y «50 Ways to Leave Your Lover» recondujo hacia el espíritu movidito, igual que las animadísimas «Mother and child reunion» y «The obvious child». Cada vez era más difícil estarse quieto en la butaca.

El repertorio brilló incluso más aún con composiciones más recientes como «The cool, cool river» o especialmente las de «Stranger to stranger», pero en la mente de muchos ya iba sonando su «top ten». Y en unos minutos ya estábamos escuchando algunas de ellas: «Graceland», «Still crazy after all these years», «The Boxer» (con el público haciendo el la-la-la), «Bridge over troubled water» como final, y, sí, «The sound of silence» con coros espontáneos y alguna lágrima de alborozo. Completo, divertido y largo, el regreso de Simon un cuarto de siglo después ha cumplido todas las expectativas.

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