Radiodisco de La Voz de América enviado a la Casa Americana de Madrid a mediados del siglo pasado
Radiodisco de La Voz de América enviado a la Casa Americana de Madrid a mediados del siglo pasado - abc
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La era de los discos como paellas

El Departamento de Estado norteamericano distribuyó por el mundo algunos de los álbumes más grandes jamás fabricados, de cuarenta centímetros de anchura

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Por cuestiones de tamaño, no hay forma de escuchar su contenido en los platos convencionales, y aún menos en los nuevos tocadiscos de maleta que, con salidas USB, permiten su conexión a los ordenadores domésticos y ponen tan contentos a los coleccionistas de segunda generación. Algunos sonaban de dentro afuera, como una canción satánica, y otros, algo más avanzados, seguían el curso de los tiempos y movían la aguja de manera convencional. Medían dieciséis pulgadas -alrededor de cuarenta centímetros, más que una buena pizza familiar- y los distribuía La Voz de América para ser radiados por su red internacional de emisoras y ahorrar a estas el gasto de contratar una orquesta que no podían costearse. En Madrid los pinchaban en la Casa Americana de la calle del Marqués de Riscal, a pocos metros de donde estuvo una checa que la propaganda antisoviética grabada por el Departamento de Estado norteamericano se encargó de exorcizar.

Fabricados en goma laca, de usar y tirar, y más tarde en vinilo, estos discos eran tan aparatosos como desaprovechados. A 33 revoluciones por minuto, su grabación (o transcripción eléctrica, más exactamente) no pasaba del cuarto de hora por cada cara. Estos artefactos arqueológicos, en su mayoría destruidos por las embajadas norteamericanas, cuando no arrojados a la basura, no solo reflejan hoy las dificultades físicas de unas comunicaciones cuya revolución coincidió con el nacimiento del rock y permitió su inmediata expansión internacional, sino una obsolescencia tecnológica -usar y tirar, como una canción fabricada en goma laca- que no es patrimonio ni invento del siglo XXI. La cosa de que los cacharros se queden viejos viene de largo, y de ancho.

Las emisoras llegaron a utilizar discos de veinte pulgadas

Aunque las emisoras de radio norteamericanas de la primera mitad de la anterior centuria llegaron a utilizar discos de hasta veinte pulgadas, una paellera a la que solo le faltaban asas para poder moverla, los discos que el Departamento de Estado envío a España medían cuarenta centímetros. Estuvieron discretos. Fabricadas por la Allied Manufacturing Record Company, estas transcripciones eléctricas contenían inocentes fragmentos de música clásica o de baile (dance music, se puede leer en los álbumes grabados con canciones interpretadas por la Jimmy Dorsey Ochestra), agrupadas en programas de radio cuya numeración los identificaba. Antes de que TVE se sacara de la manga y el archivo aquellos «Minutos musicales» que utilizaba como continuidad en caso de siniestro, La Voz de América envasaba melodías en comprimidos de quince minutos para darles un respiro a sus locutores.

Los ejemplares que aún quedan en España de la Allied Manufacturing Records Company debieron de llegar a Madrid antes de 1950, cuando la Embajada de Estados Unidos cerró la casa que mantenía en Marqués de Riscal. Limpia de demonios comunistas, la capital pasaba página y se preparaba para sintonizar otra señal, la de la base militar de Torrejón, bastante más llevadera y, sobre todo, productiva en el ámbito de la difusión de mensajes. Abreviando, la nueva era del rock cabía ya en un disco de siete pulgadas.

Dis cortesía de Lost Things.

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