Nick Cave, en una imagen promocional
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Nick Cave, la delgada línea del esnobismo

Jorge Alonso, autor de la biografía «Compartiendo las Semillas», disecciona el personaje tras el que se esconde el artista australiano, que llega esta semana de gira a España

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Mide casi un metro noventa, pero no es precisamente su altura lo que impone. Son sus ojos, tan penetrantes que parecen adivinar los secretos inconfesables, las vergüenzas, las debilidades, el talón de aquiles de quien pueda aguantarle la mirada. Un «man in black», refinado pero con un corazón salvaje. Si hay pose detrás de Nick Cave, está diseñada a la perfección. «Es una persona extremadamente compleja, desde luego, y es prácticamente imposible traspasar su coraza para ver quién es realmente», opina Jorge Alonso, autor de «Nick Cave & The Bad Seeds. Compartiendo las Semillas» (66 rpm Edicions), uno de los poquísimos libros en castellano sobre el artista.

La idea inicial de Alonso era «traducir sus letras al castellano, nada más», pero al sumergirse en la investigación empezó a darse cuenta de que «sin explicar el contexto de cada canción, muchas veces no se acaban de entender, por lo que el libro se quedaba cojo.

Si uno conoce las circunstancias personales de Cave en el momento de escribir, las canciones adquieren una dimensión mucho más relevante. No tiene nada que ver lo que escribe cuando está en Berlín con lo que escribe cuando está en Sao Paulo o Melbourne, o lo que compone cuando está en medio de una crisis de pareja, que cuando está tranquilo y feliz, o cuando estuvo enrollado con PJ Harvey», explica. Por eso remodeló su proyecto de libro, se lió la manta a la cabeza y se lanzó a biografiar la trayectoria de este antihéroe del rock, sinuosa como pocas.

La madre de Cave era profesora de música, y su padre, de literatura. Lo cual explicaría todo acerca de su vena creativa. Pero la oscuridad de su arte venía de otra parte: el paseo por el lado salvaje. Por eso, uno de los capítulos de su vida «que había que contar impepinablemente», dice Alonso, es el de sus primeros contactos con las drogas. «En Melbourne había dos márgenes del río, una punk y otra indie, un poco como pasaba entre Getxo y Bilbao. Él estuvo en el lado de la heroína. Cuando se fue a Londres su adicción creció, y en Berlín el tema ya empezó a convertirse en un serio problema para él. La capital alemana era perfecta para un toxicómano amante de las vanguardias. Allí tenía un carnet de artista con el que accedía a subvenciones, los bares nunca cerraban, la droga era barata... Y se le fue la mano, aunque en aquel momento eso quedaba muy bien, era lo más cool».

Agresividad e intelectualidad

A lo largo de su carrera, Cave ha construido un personaje que desprende agresividad e intelectualidad a partes iguales, epatando a los admiradores de esa escuela de «rock culto» fundada por Lou Reed, e inspirando docenas de ensayos e incluso estudios académicos sobre su obra. «Ahí hay un punto de esnobismo. Hablando claro... a mí me parece una sobrada llegar tan lejos», bromea Alonso. «Yo he leído varios ensayos monográficos, y estoy seguro de que el propio Cave se reiría a carcajadas con lo enrevesadas que son algunas teorías sobre sus canciones. Seguro que detrás de muchas hipótesis sesudas sobre su música, muchas veces hay una verdad de lo más sencilla: un tipo colocándose y escribiendo lo primero que se le pasaba por la cabeza. Creo que también ocurre con Dylan, pero hacerlo con Cave es como más "guay", por aquello de que está en esa delgada línea entre el mainstream y el underground".

Hay, sin embargo, un momento especialmente revelador en la biografía de Cave, que dice mucho de su afán por trascender, por emerger del underground como un artista de culto adherido «con uñas y dientes a la búsqueda del éxito», según Alonso. «Después de un parón en los años noventa, vuelve en 2001 con "No more shall we part", más tranquilo, con piano y violín, que denota un cambio muy claro. Pero cuando se le vio el plumero de verdad fue cuando empezó a convocar ruedas de prensa en museos, por ejemplo. A partir de ahí quiere pertenecer a la alta cultura, salirse del estatus de rockero. Empieza a involucrarse en guiones, bandas sonoras, novelas, a convertirse en alguien que está mejor visto que un simple compositor de canciones. Busca la élite cultural a codazos. De hecho, yo apostaría a que se irá alejando progresivamente del rock, para meterse más y más en el mundo de la literatura. Puede que haga dos o tres discos más de puro oficio. Aunque claro, un disco de oficio de Nick Cave es un discazo».

Un ángel oscuro

El músico australiano llega este jueves al Auditori del Forum de Barcelona y el viernes al Palacio Municipal de Congresos Madrid (ambas citas con entradas agotadas y acreditaciones de prensa a ¡96 euros!) para dar sendos conciertos acompañado por los Bad Seeds Warren Ellis (guitarra, violín, mandolina y loops), Martyn Casey (bajo), Thomas Wydler (batería) y Barry Adamson (teclados y vibráfono). «El objetivo es crear un espectáculo único, algo especial y fuera de lo común», ha asegurado Cave. Y Alonso (que por cierto ofrecerá un debate sobre Cave en la sala Apolo este viernes, con la participación de Nacho Vegas) cree que cumplirá su palabra. De hecho, recomienda el directo como primer encuentro con su música. «A mí no me llamó mucho la atención al principio. Al oírlo pensaba "no te metas ahí, que no te vas a enterar de nada". Hasta que lo vi un día en un concierto, y me voló la cabeza. Así que sí pienso que el aspecto visual es un arma fundamental para él, un elemento imprescindible para enganchar. Cuida los vídeos, la escenografía, su estética, todo. Lo que pasa es que por encima de todo, tiene carisma. Su carisma da miedo, y él es consciente de ello. Lo sabe desde que tenía 18 años. En parte gracias a su padre. Odiaba el punk que hacía su hijo, pero cuando le vio subido a un escenario por primera vez, al terminar el concierto le dijo: "Hijo, parecías un ángel"».

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