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Joaquín Sabina: «Tras el concierto en Madrid lo pasé tan mal que pensé en retirarme»

El cantante de Úbeda publica el próximo martes un doble CD+DVD grabado en directo en Buenos Aires

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Joaquín Sabina atesora un cancionero de valor incontestable. Sus historias de ambiente canalla a la par que sentimental, condensadas en unos pocos minutos y lanzadas con su voz ronca, han seducido por igual a hombres y a mujeres, y, lo que es más sorprendente, de una y otra afinidad política, a pesar de que nunca ha ocultado sus opiniones: «Cuando me dicen eso siempre me acuerdo de un día en que coincidí con Alberto Ruiz-Gallardón en Televisión Española, y yo le dije “Alberto, tú y yo nos parecemos en una cosa, a ninguno de los dos nos quieren en el PP”. Y él me dijo: “A ti sí”», comenta sin poder aguantar la risa.

Con un pañuelo de calaveras pintadas al cuello, fumando a la mínima oportunidad y dando muestras de su proverbial buen humor, habló con ABC con motivo del lanzamiento, el 3 de marzo, del álbum «500 noches para una crisis», el registro sonoro y visual grabado en el Luna Park de Buenos Aires, de su gira por Iberoamérica, Madrid y Barcelona, y que tuvo su cita más accidental en la capital el pasado 13 de diciembre.

-En un programa de televisión dijo que no sabía ni cuándo se publicaba el disco...

-Es por una especie de dejadez. No quiero agobiarme. Por ejemplo, en las giras, mi gente está autorizada a decirme dónde canto al día siguiente, nunca después, porque entonces me aturullo con exceso de responsabilidad y con creer que ya es demasiado y que me he dejado liar otra vez.

-¿Por qué la grabación en el Luna Park?

-Porque allí dimos diez conciertos. El Luna Park un sitio muy grande y muy mítico, y muy agradable para dar conciertos, y al tercer día ya te sientes como en casa. Así que primero decimos a la gente que llenamos durante diez días un sitio tan grande, y luego porque sí, tenemos un especial amor, una especial relación con Argentina, y solemos dar buenos conciertos allí. Es un público muy cómplice, muy apasionado, y cuando eligen a un artista, a un cantante o a un futbolista, lo demuestran de un modo muy efusivo y muy conmovedor. De esta forma les devolvemos algo de lo que nos dan.

Que se oigan los carraspeos

-¿Qué representó para usted «19 días y 500 noches», el disco cuyo 15 aniversario se celebra con esta gira?

-Cuando me preguntan cuál es mi disco favorito, siempre he dicho que ese. Porque lo escribí en estado de tensión, excitación, intensidad, ansiedad, sin dormir... Estaba 24 horas seguidas dedicado a cubrir las canciones. Eso en el proceso de composición, y para la grabación decidí que quería el sonido más puro, el menor maquillaje posible, ni siquiera para mi voz. Quería que se oyeran los carraspeos y la ronquera, y eso me gustó mucho.

-En el concierto de Madrid, cuando le dio aquel vahído, ¿ha sido la vez que peor lo ha pasado en un escenario?

-Sí, porque alguna vez en el pasado un poco remoto, cuando yo llevaba una vida mucho menos soleada que ahora y me subía a un escenario sin dormir, alguna vez he estado mal de voz o tenía problemas. Pero eso de vomitar entre bambalinas, entre canción y canción, justo en esa gira que venía siendo tan apabullante, me dio una crisis de falta de responsabilidad con el público. En realidad lo que me pasó es mucho más simple. Las señoras mayores estamos delicadas del estómago, y me dio una indisposición. Pero me dio en el escenario, y en Madrid. Si no hubiera vuelto a cantar en el mismo lugar cuatro días después, tal vez me hubiera retirado, porque lo pasé muy mal esa noche.

-Y en esos cuatro días, ¿cómo se mentalizó para volver a cantar?

-Con ese pensamiento, o vuelvo a subirme al escenario y lo hago bien, o esto se acaba. Eso fue el motor. Luego estuvimos también en Barcelona, donde seguimos el tour y también fue francamente bien. O sea que ¡curado!

-¿Se quedó todo en un mal recuerdo?

-Y un buenísimo recuerdo, porque el público, en lugar de echarme al pilón, fue absolutamente comprensivo y cómplice. Se merecen la santidad laica.

Ni móvil ni internet

-¿Y que pensó de todas las muestras de cariño posteriores?

-Voluntariamente he renunciado a tener ese pálpito de la gente que a otros artistas les gusta tanto. No estoy en redes sociales, ni tengo móvil ni ganas. Estoy bastante recluido en mi casa, y cuando viajo suelo ir a sitios donde no me conoce mucho la gente y a casas de amigos. Prefiero que el que suba al escenario y se quita el bombín se convierta en un ciudadano normal, y esa es una gimnasia mental que le va bien a mi salud psíquica.

-Y esa mala época de la que hablaba...

-No fue mala época, lo pasé muy bien, pero era una vida muy desordenada. Fue una época fantástica (ríe).

-El personaje de la imagen canalla, ¿se adueñó de la persona?

-Sí, el loco borrachín, nocherniego y mujeriego. Todo eso me aburrió mucho, muchísimo. Decidí no seguir dando pábulo a esa leyenda ridícula. Eso llegó a parecer una caricatura excesiva. Se acabó, eso se acabó.

Un Parlamento alejado

-A pesar de no tener internet, ¿siguió el debate sobre el estado de la nación?

-Lo he seguido un poco, y lo más grave que me pareció es que el partido con casi la mayor intención de voto que es Podemos, y otro que va creciendo con el tiempo que es Ciudadanos, o Ciutadans, como dice Carlos Floriano, no estaban. Es decir, la separación entre el Parlamento y la calle fue más brutal que nunca, y eso me parece que define un poco lo que está sucediendo.

-¿Qué puede significar el fin del bipartidismo?

-No tengo ni idea. Estoy todos los días muy interesado en lo que hace Syriza y lo que hacen todos los poderes financieros europeos que están contra él, porque es el espejo de Podemos aquí. Ya no tengo mucha capacidad de entusiasmo en cosas políticas, pero sí veo que la sacudida que se le está dando a la vida muelle de la política española es muy importante. No tengo ni idea de lo que saldrá de ahí. Como buen ciudadano quiero y deseo lo mejor para todo el mundo, pero no sé muy bien qué es lo mejor.

Podemos

-Usted mismo tuvo un conflicto con Podemos.

-Sí, me dijeron una cosa muy graciosa, que me dedicara a cantar y no a opinar. Ellos, que dicen que el pueblo se empodere. Es verdad que luego Monedero, que fue el que dijo eso, el día que me pasó aquello en Madrid, me mandó una cartita muy entrañable, y eso yo lo agradezco. Pero la frase me pareció asombrosa, viniendo de alguien que quiere dar la voz al pueblo (ríe).

-La gira y el álbum se titulan «¿500 noches para una crisis». ¿La crisis es algo más que económica?

-Sí, desde luego es una crisis absolutamente moral, de valores. Ya sé que tener la sopa en la mesa y el hijo en el colegio es importantísimo, pero a mí me parece atroz la crisis brutal de valores, de decencia cívica, y que falla desde abajo, desde la escuela. Cada nueva ley de educación que se hace es peor que la anterior. Y el aprecio de este gobierno por la cultura es asombroso.

- ¿Cómo es el Joaquín Sabina de 66 años, y cómo se imaginaba que iba a ser?

-Yo me imaginaba muerto (ríe). A mí me gusta mucho la frase de Rimbaud, que dice que la gente de más de 40 años no tiene vergüenza. Yo no me imaginaba así de ninguna de las maneras. Nunca hubo un momento en mi vida que dijera «voy a ser cantante». Quería ser escritor y profesor de literatura en un instituto de provincias, como Machado, y en mi mitología adolescente no entraba cantar. Eso fue porque estaba en Londres lavando platos y vi que había gente cantando entre las mesas que ganaba más dinero y se llevaban a más chicas. Y hasta hoy.

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