Novela

Sara Mesa: «Creemos que todo está montado por un poder maquiavélico, pero es estúpido y cruel»

La escritora sevillana publica «Un amor», una novela en la que narra una compleja red de relaciones de dominación en una comunidad rural

La escritora Sara Mesa M. J. López Olmedo

Jesús Morillo

Sara Mesa ha logrado en media docena de novelas consolidarse como una de las voces imprescindibles de la narrativa española actual , gracias a una literatura tan compleja como desasosegante, tan ambigua como generadora de hilos a través de los que internarse por algunas de las zonas menos definidas, y por tanto más inaprensibles, de la condición humana .

Esta madrileña de nacimiento, pero residente en Sevilla desde la niñez lleva una trayectoria en continuo ascenso desde que se situara definitivamente en el mapa literario con «Cicatriz» (2015), saludada de forma unánime por la crítica, y volviera a sorprender con su siguiente novela, «Cara de pan» (2018).

Ahora publica «Un amor» (Anagrama), que vuelve a revelarse como su mejor novela hasta la fecha, al narrar la historia de Nat, una traductora que se marcha a vivir a una pequeña comunidad rural que la sentirá como un cuerpo extraño y en la que sufrirá las intrincadas relaciones de poder y dominación , entre lo inhumano y lo absurdo, que le dan estabilidad y que pueden leerse como una maqueta a escala de las que rigen en la sociedad occidental.

«Un amor» incide en los temas que han marcado sus novelas recientes, aunque en esta ocasión abre el foco para narrar la relación entre la protagonista una comunidad rural.

Esto es lo verdaderamente central en la historia, las diversas relaciones que Nat establece con el resto de personajes. Por eso suelo decir que el título es una especie de trampa, no es una novela centrada en la relación amorosa y ni siquiera estoy segura de que en ella aparezca una relación amorosa… Desde luego, no una convencional.

Como escritora, ¿le interesaba explorar la relación entre el individuo y la comunidad, con normas, como sucede en la obra de Kafka, muchas veces incomprensibles o inhumanas?

Kafka es uno de mis padres literarios y aunque sé que con esto no digo nada extraño ni novedoso, es cierto que siento un profundo hermanamiento en la mirada, en la forma de entender la sociedad humana como una colmena que funciona de acuerdo a órdenes y reglas que no son siempre precisas ni eficaces. Tendemos a creer que todo está montado por un poder inteligente, maquiavélico y opresor, como un engranaje perfecto… Más bien creo que ese poder es estúpido, cruel y absurdo, aunque tan potente que se filtra en las acciones de cada uno de nosotros. No somos inocentes.

«Siento un profundo hermanamiento en la forma de entender la sociedad que tiene Kafka, como una colmena que funciona con órdenes y reglas, no siempre precisas ni eficaces»

¿La cuestión sobre hasta dónde llega la libertad individual le interesa como materia de sus novelas?

Sí, aunque no me lo planteo como un tema previo al libro, algo abstracto sobre lo que montar una historia «ilustrativa». Yo más bien me dejo llevar por la intuición y la observación. Pienso, por ejemplo, en las cosas que podrían ocurrirle a una mujer de la edad de la Nat en un contexto cerrado como el de La Escapa. En ella se combinan la tendencia a la sumisión y la, por así llamarla, buena educación, con una insatisfacción y una rebeldía interior muy profundas. Con esta personalidad se desencadena el resto: Nat es como la pieza del puzzle que no encaja.

¿La violencia hacia aquel que se aparte de los caminos marcados es otra de las consecuencias de no seguir la norma en una sociedad cerrada?

Sí, esto es esencial en la novela —y diría que en muchos de mis libros—: la tendencia al linchamiento social y la búsqueda de un chivo expiatorio. Ocurre en todas las sociedades, grandes y pequeñas, ya lo decía el antropólogo René Girard. Y en esta historia ocurre. Nat llega a un núcleo rural que no conoce y, sin quererlo, altera el equilibrio de una comunidad que ya estaba formada y engrasada. El equilibrio ha de ser restituido por la comunidad a través de la expiación y el castigo. Y esto es lo que ella percibe intuitivamente como algo profundamente injusto.

Una de las posibles lecturas que encierra la novela es que la protagonista asuma al final de su periplo que ha recorrido un posible camino de liberación aunque no le conduzca a ninguna parte.

Sí, es una lectura muy ajustada al sentido del libro, que reconozco que es ambiguo y da pie a otras muchas lecturas posibles. Hay también otro momento importante: cuando Nat, tan pendiente siempre del juicio ajeno, pierde el miedo a lo que digan de ella, se expone a las miradas reprobatorias e incluso reflexiona sobre el sentido de la palabra dignidad. ¿Hacer ciertas cosas presupone perder la dignidad?, se pregunta. Depende de lo que se entienda por dignidad.

«La tendencia al linchamiento social y la búsqueda de un chivo expiatorio es esencial en la novela y en muchos de mis libros»

Es significativo que en un momento de vuelta a lo rural y una cierta alabanza de aldea en la literatura española, usted acuda al campo para mostrar una sociedad cerrada y violenta, ¿el campo español está más cerca de la Escapa que de «Walden»?

No lo sé, no conozco la realidad del campo y los pueblos en profundidad, pero no creo en la idealización bucólica ni tampoco en la leyenda negra de lo rural. Si escogí ese entorno fue porque era idóneo para la historia que quería narrar, para la descripción de una comunidad pequeña y cerrada. Pero La Escapa no es en sí un pueblo, sino una pedanía, una zona con unas pocas granjas, almacenes y algunas casas donde vive gente, un lugar sin identidad, en cierto modo artificial, donde, como dice una de las habitantes «no ha nacido nadie».

Como autora se mueve entre el relato y la novela corta, ¿esa es la extensión que le piden sus historias? ¿La longitud de las novelas tiene muchas veces que ver con lo comercial?

Pienso que mi voz narrativa se acomoda bien a estas distancias cortas. Como lectora aprecio todo tipo de formatos, pero como escritora me siento cómoda en el cuento y la novela corta. Es, como se apunta en la pregunta, un asunto de tensión narrativa pero también una cuestión de estilo. A mí jamás me han pedido que escriba más páginas ni que alargue una historia. Los buenos editores saben que estirar el chicle es contraproducente y dejan que cada cual respire como quiera. Dicho lo cual, es cierto que los «best seller» suelen ser libros largos o muy largos. Es un formato popular acogedor, así que tiene cierta lógica.

«Me sentiría incapaz de tener una columna fija en la que opinar de diferentes temas. Todo lo que tengo que decir solo sé decirlo a través de mis libros»

Ha dejado su trabajo para dedicarse a tiempo completo a la escritura, ¿se puede vivir en España solo de escribir o hay que alternarlo con conferencias, colaboraciones...?

Yo he tenido mucha suerte porque me han salido bastantes traducciones de mis últimos libros y, dentro del ámbito literario, tengo lectores fieles que garantizan un cierto número de ventas. Es decir, tengo la fortuna de, al menos por ahora, hacer lo que quiero. Colaboro esporádicamente en prensa, normalmente con artículos culturales y alguna vez doy charlas etc, pero no es mi principal ocupación.

Usted, que es periodista, ha sido muy crítica con los medios de comunicación y como escritora mantiene la distancia con la prensa, ¿cuál es su posición con respecto a los medios?

Aunque me lo han ofrecido algunas veces, me sentiría incapaz de tener una columna fija en la que opinar de diferentes temas. Todo lo que tengo que decir solo sé decirlo a través de mis libros y a menudo no es sobre cuestiones de actualidad. Como periodista he publicado algunos reportajes y la crónica «Silencio administrativo» sobre las trampas burocráticas de las ayudas sociales, pero fue sobre temas que me indignaron especialmente. He tenido la suerte de encontrar el lugar donde publicarlos, pero me gusta mantener mi independencia con los medios.

¿Cuál debe ser entonces el papel del escritor en la sociedad?

Aunque parezca una tautología, siempre digo que el mejor objetivo al que puede aspirar cada escritor, cada escritora, es ser lo mejor que pueda llegar a ser. Es decir, cada uno de nosotros tenemos una voz propia y una manera única de enfocar la realidad y hay que encontrarla. Tratar de impostarla o forzarla para alcanzar otras pretensiones no suele ser bueno. Por supuesto que tengo mis propias ideas políticas pero, como escritora, trato de no explicitarlas de forma doctrinaria: ellas solitas se van filtrando, lo quiera yo o no, en mis libros. Mi objetivo es, entonces, escribir lo mejor y lo más honestamente posible.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación