Poesía

Lutgardo García: «Mi mejor poesía está en el pregón porque está mi visión de Sevilla»

El autor presenta en «El caudal infinito», un diario poético marcado por la muerte y el paso del tiempo, pero con citas a los toros, los «runners» y los libros de lance

El poeta Lutgardo García momentos antes de la entrevista Rocío Ruz

Jesús Morillo

La profesión de médico no solo es una vocación sino una garantía de independencia literaria para Lutgardo García (Sevilla, 1979), figura emergente de la poesía sevillana —ganó el Hermanos Machado en 2015— y que muchos recordarán por su pregón de la Semana Santa de ese mismo año.

«No dedicarme profesionalmente a la literatura me da libertad para leer y escribir lo que quiero», señala un autor que tiene en Aquilino Duque a uno de sus maestros reconocidos de una obra que se inserta en la tradición andaluza de poesía del último siglo y medio, y que se reconoce en los versos de Rafael Montesinos , Pablo García Baena y Fernando Ortiz , entre otros. Lutgardo García acaba de publicar su cuarto poemario, «El caudal infinito» (Renacimiento), que toma su título de una cita de Jorge Luis Borges , y que muestra la evolución de su poesía, en esta ocasión, enriquecida de elementos culturalistas .

Los poemas de este libro fueron escritos entre el 3 de diciembre de 2016 y el 3 de diciembre de 2019, «fechas marcadas por la muerte», escribe.

El último poema del libro es el más antiguo y está escrito el día de la muerte del hijo un íntimo amigo, que, además, el chaval tenía mi edad. Y se da la casualidad que ese día 3 de diciembre es el día que murió mi padre. El libro acaba con ese poema elegíaco sobre el hijo de mi amigo. El poema más nuevo lo escribí también el 3 de diciembre, pero 2019, que es el primero del volumen, «Libros de lance».

Portada del poemario ABC

De hecho, el libro comienza con un tono celebratorio de los libros viejos que vuelven a la vida cuando los compra un lector y se tornando más elegíaco a medida que avanza.

Los últimos poemas los dedico al matrimonio de mis padres, a la muerte de don Eugenio, el cura de Triana… Al final la muerte está muy presente, como en todos mis libros. Ya en el Adonáis cuando me dan el premio, el jurado dice que es un libro de corte elegíaco.

También se aprecia en este libro el influjo de Antonio Colinas, por esas referencias culturalistas…

Esa ha sido una evolución en mi poesía, que ahora incorpora elementos más culturalistas o venecianos, más de poetas como Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, los Novísimos… Lecturas que se han sumado a mi equipaje y que han tenido su poso. Mi poesía se ha hecho un poco más culturalista.

Citas siempre entendidas como pasajes para connotar significados…

Como un pasaje evocador. Porque cuando has leído y tienes una experiencia te das cuenta de que muchas de esas experiencias ya han sido dichas por otros. Uno termina, al fin y al cabo, copiando de otros que ya han copiado. Por eso digo ahí que los libros son sueños escritos en sueños de otros.

«Cuando uno empieza a escribirlo, sabe ya que ese poema va a valer, pero luego soy muy obsesivo con las correcciones»

¿Cuándo se da cuenta de que todos esos poemas forman «El caudal infinito» y tienen algún tipo de unidad?

Este libro está formado por poemas que han ido surgiendo ocasionalmente, no hay un programa definido, como sucedió con «La llave misteriosa» (2017) donde programo una serie de poemas con una temática común que es el flamenco. Este es una especie de diario poético, de experiencias que han ido surgiendo, que se van incorporando y poemas que se van escribiendo. Lo tuve cuando vi que había una serie de poemas que tenían una temática y un tono. De hecho, he excluido poemas que se salían de ese tono. El libro estaba, prácticamente, escrito el año pasado, pero incorporé los cinco poemas de 2019.

¿Es un poeta de reescribir mucho?

Voy teniendo la habilidad de que cuando uno comienza a escribirlo, ya sabe que ese poema va a valer, pero luego lo retoco mucho. Soy muy obsesivo en las correcciones. Eso tiene el peligro de que a veces pierden frescura los poemas, pero no quiero encontrarme después poemas sobre los que diga: «¡Caramba!, me precipité y este final lo tendría que haber cambiado...».

Es cierto que uno de los atractivos del libro es la variedad temática, pero puestos a buscar un hilo conductor, ese podría el paso del tiempo.

Es uno de los grandes temas de mi poesía desde «La viña perdida» (2014), donde el paso del tiempo es fundamental y es el hilo de ese poemario. Un paso del tiempo visto también desde la esperanza, porque yo intento que la visión termine siendo esperanzadora del paso del tiempo. La muerte es otro de los grandes temas.

Uno de los temas más sorprendentes de sus versos de este libro, porque la poesía raramente se detiene en él, es el de los «runners».

Siendo yo mismo un «runner». La gente los domingos no va a misa, queda para correr. Sales para ir a misa con tus chiquillos y te encuentras a la gente corriendo… Ese poema juega con la salvación de los cuerpos y de las almas.

«El poema es también petrificar el instante y salvarlo del tiempo»

Su familia está siempre muy presente en sus poemas.

Es el otro gran tema junto con el paso del tiempo. De mí dijo Enrique García-Máiquez que era un poeta conyugal. Es verdad, conyugal y familiar. Mis poesía va un poco a ritmo de fotografías. Hago una foto de mis hijos o de mi familia que me gusta y de ahí me sale un poema, para petrificar ese instante.

Esa es una de las funciones de siempre de la poesía.

Claro. Yo soy muy aficionado a los libros antiguos y me llegó el otro día uno de Juan Ramón Jiménez, «Estío», y cuando lo abrí había una mariposa disecada dentro. Esa es la función de la poesía, disecar la mariposa y dejarla en su pleno color y que podamos contemplarla después, no vuela pero para ti es como si volara. Eso es el poema también, esa captación del instante y salvarlo del tiempo.

En poemas como «Pascua de Resurrección» se muestra como un poeta de raigambre cristiana.

Escribo todos los años un poema navideño y otro de Pascua de Resurrección. La mayoría de la gente me conoce por mi faceta ligada al mundo de las cofradías, que es un mundo penitencial, de pasión y de muerte, pero soy un poeta más de vida, que de muerte.

«La mayoría de la gente me conoce por el mundo de las cofradías, de pasión y muerte, pero yo soy un poeta más de vida que de muerte»

Esa vinculación con la Semana Santa, ¿le perjudica en el mundo literario, especialmente fuera de Sevilla?

Yo creo que no. Yo he llegado a la conclusión de que es un tema que ha dado más que me ha quitado. Porque para mí la Semana Santa, aparte de todo, ha sido también un tema literario. Es como cuando Lorca decía que el mundo gitano y el flamenco eran solo un tema y que tenía otros. Para mí la Semana Santa ha sido un tema. Además, en un momento en el que yo no me decidía a publicar mi poesía, la Semana Santa me ayudó a hacer mano. Como cuando Manuel Alcántara escribía de boxeo o como cuando Alberto García Reyes escribe de flamenco, que le encanta pero le sirvió en gran parte para forjarse un estilo. Y a mí la Semana Santa como tema me ayudó también a hacer mano, pulir un estilo y a ser respetuoso con las formas, buscar imágenes sugerentes, tener una medida… Y luego el pregón me ayudó a dar sonoridad a mi poesía.

A darle una mayor oralidad…

Mi poesía no sería hoy la que es si no hubiese pasado por el camino del pregón. El pregón le ha dado a mi poesía oralidad, sonoridad y una cosa muy importante: la capacidad de terminar los poemas, porque los poemas hay que terminarlos bien. El final es fundamental. Cuando tienes que leer un poema ante personas que lo van a oír, no a leer, tienes que hacer un buen final. Un buen poema puede tirarse a la basura por un mal final. Ese cuidado de los finales me lo ha dado el mundo de la Semana Santa. En el balance salgo ganando...

Vamos, que le aporta mucho más que le haya podido restar en los cenáculos literarios…

La poesía de mi pregón yo la puedo defender y me siento muy orgulloso de ella. Creo que mi mejor poesía casi está en el pregón, porque está la visión de mi ciudad. Pero con los temas literarios hay que tener una precaución, me ha pasado también con el flamenco. Es como lo de «Farewell» de Neruda: «Amo el amor de los marineros que besan y se van, dejan una promesa, no vuelven nunca más». Es decir, tienes un tema, que es la Semana Santa, la besas y te vas. De hecho, no he vuelto a escribir nada más de Semana Santa. Con el flamenco, igual.

En este libro hay dos poemas dedicados al mundo de los toros, uno de ellos a Manolete.

Ese tiene una historia muy bonita. Un tío mío me contó la tarde de lluvia de Manolete en la Maestranza el año que murió, en la que estuvo colosal. Escribí ese poema porque vi una foto de aquel día y lo fui construyendo. Manolete en ese poema es como un Cristo moreno y del sur, que después va a ser sacrificado. Estamos en tiempo de Resurrección, está en la plaza lloviendo y va a morir por su arte y por el toreo después. Cuando le leí ese poema a Aquilino Duque, mi maestro en la poesía, me respondió que aquella tarde había estado en la plaza. La poesía tiene también esos secretos. Uno escribe ese poema y resulta después que Aquilino estuvo allí y que vio aquella tarde que yo he reconstruido.

«De todos los géneros literarios, la poesía española es la que goza de mejor salud»

En el segundo de esos poemas condensa lo que puede ser para usted su idea del toreo.

Este poema está escrito en un momento en el que creía que los toros ya no me interesaban. De hecho, se lo dije a José María Jurado García-Posada, al que le comenté que ya no tenía ninguna ilusión de ir a la plaza y que aquello había sido una cosa de chavalillo… Y fui a una corrida y estuvo muy bien Morante de la Puebla, que es de quien hablo en el poema. Ahí conecto el mundo el toreo con Homero. De hecho, la «Odisea» comienza hablando de las hecatombes de toros.

César Antonio Molina me comentaba días atrás en una entrevista que la poesía española se había vuelo aburrida, ¿está de acuerdo?

Yo creo que ahora mismo estamos viviendo un buen momento, con un grupo de poetas muy buenos. Además, casi nunca se ha publicado tanta poesía como ahora. De todos los géneros literarios, creo que es el que goza de mejor salud y constantemente están saliendo poetas que a mí me interesan. A mí lo que me pasa también es que cada vez leo menos poesía actual y leo más hacia atrás. No estoy muy al tanto de los poetas actuales que van saliendo, aunque hay muchos poetas vivos que me interesan. No soy un lector voraz de novedades de poesía.

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