Juan Pedro Quiñonero en Barcelona
Juan Pedro Quiñonero en Barcelona - Inés Baucells

Juan Pedro Quiñonero: «Ser independiente y pobre es de manicomio»

El corresponsal de ABC en París presenta «Volaverunt», sexta antología de textos de su blog

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Juan Pedro Quiñonero mantiene los hábitos saludables de la lucidez: se levanta muy temprano y sale a las calles de París para zambullirse en la realidad –con ojos y cámara– y desintoxicarse de prejuicios. También sigue leyendo a Pla, Gaziel o Galdós. Su blog «Una temporada en el infierno» ha dado a la imprenta seis entregas de resonancias goyescas: la última, «Volaverunt». La petimetra del grabado podría ser España: «Una señora alta y guapa que vuela cual sonámbula sin saber hacia dónde va, sobre una peana de demonios que tira cada uno para un lado…»

El Capricho podría completarse con el «Duelo a garrotazos», si atendemos a la guerra de aritméticas partidistas de las últimas elecciones. Un país dominado por la obstinación y la imposibilidad de intentar escuchar: «Esa obstinación en destruirnos viene de la picaresca», apunta Quiñonero: «¡Matémonos, que eso divierte al personal! Dialogar es una muestra de debilidad, como decir algo bueno del adversario».

¿Y cómo ven la España de ahora mismo en Francia?, preguntamos: «El galimatías español causa pavor a los franceses. Ellos están orgullosos de su nación, de su lengua y de su cultura…»

Vamos a las cifras: Francia crece un 1,1% y el paro va en aumento. En España se crea empleo y se crece al 3%. Nuestro telón de Aquiles: «Cuando se crea prosperidad sobreviene el duelo a garrotazos: Rajoy no se entiende con Sánchez y éste no se entiende con Iglesias. Una inmensa pérdida de energías». De entre las lecturas, Quiñonero comenta un artículo de Josep Pla en 1924: el buen gobierno nace de una tríada: autoridad social, política y administrativa. Si no existe ese equilibrio, la España actual –sonámbula, como la mujer de «Volaverunt»– padece «la falta de entendimiento entre la autoridad administrativa (Estado, comunidades autónomas), la autoridad política (oligarquía ideológica partidista) y la autoridad social (cuando existe, si es que existe)».

Un galimatías

Quiñonero presenta su libro en una Cataluña sometida al calendario independentista. Comenta con estupor eso de la República Catalana en dieciocho meses: «Se habla de independencia, mientras se evita el debate para crear más riqueza y repartirla mejor. Ser independiente y pobre es de manicomio». Lo más trágico, concluye, «es que este galimatías encarecerá los intereses de los doscientos mil millones que España necesita y lo acabará pagando el contribuyente». Frente al sonambulismo de las utopías, el corresponsal de ABC opta por el idealismo de la cultura, «siempre que el Estado se mantenga lejos».

¿Adónde irá a parar la España-Volaverunt? Echen una ojeada a las próximas entregas de «Una temporada en el infierno», ese blog con título de Rimbaud y formas de Goya: simbiosis cultural de un español en París.

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