ARTE

Rodin, desde otras perspectivas

Doble oportunidad de descubrir nuevas facetas de Rodin: En la Fundación Canal (dibujos) y en Mapfre, en diálogo con Giacometti

Una de las mujeres desnudas dibujadas por Rodin

José María Herrera

Auguste Rodin (1840-1917) pertenece a esa clase de varones ilustres sobre los que corren últimamente rumores inquietantes. Aunque nadie discute su genialidad, ni su posición destacada en la Historia de la escultura, una sombra de sospecha enturbia su biografía. El motivo: una mujer, Camille Claudel .

Discípula, ayudante, modelo y musa , Camille mantuvo con Rodin una turbulenta relación amorosa rota cuando él se negó a separarse de su antigua amante, la costurera Rose Beuret . Consciente de su valía como artista, él continuó apoyándola, pero pese al éxito que alcanzó, su salud mental fue deteriorándose hasta que su hermano, el poeta Paul Claudel, optó por internarla. Así permanecería hasta su muerte, treinta años después.

El cine y la literatura, horrorizados con la trágica suerte de Camille, han deslizado algunas dudas sobre el comportamiento del escultor. ¿Se aprovechó del genio de Camille? ¿Impidió por celos que evolucionara su arte? ¿Fue el responsable de su desequilibrio al hacerle abortar el hijo que esperaban? Hay quienes han llegado incluso a considerarlo un usurpador. Cuando se supo que alguien hizo desaparecer la firma de una de las esculturas de Camille y la sustituyó por la de Rodin, lo primero fue acusar a este y después, exonerado de cualquier culpa, hablar de machismo y patriarcado, como si los chanchullos de los marchantes tuvieran que ver con la ideología y no con la codicia.

Sin resentimiento

Camille plasmó su desesperación en una pieza titulada La edad madura . Una joven, ella misma, intenta retener a un hombre maduro, Rodin, al que una mujer demonio con la cara llena de arrugas, Rose Beuret, aparta de su lado. Es difícil encontrar una escultura tan emocionante , pero por mucho dolor que se exprese en ella, no hay rastro de resentimiento hacia el escultor. Camille admiraba al artista y amaba a la persona, aunque el precio que el destino le cobró por su entrega fue la infelicidad.

A Rodin lo identificamos generalmente con El pensador y El beso . Reproducidas con toda clase materiales y formatos, estas obras pertenecen al imaginario de la humanidad . No obstante, como miembro de la generación que se rebeló contra el academicismo, su escultura tardó en ser comprendida. Tanto su desdén por el perfecto acabado de las piezas como su afición a mostrar la manera en que las formas se abren paso en la materia, atestiguan claramente su condición de artista moderno. «¿Por qué Rodin entrega sus obras sin acabar?», se preguntaba un crítico de su época.

Pero además de escultor formidable, Rodin fue un diestro dibujante . El dibujo era la base de su arte. Tradicionalmente se ha dicho que solía esconderlos porque atribuía a su poca habilidad en ese campo el haber sido rechazado en su juventud por la Escuela de Bellas Artes. No es así. En 1897 editó un álbum con 142 dibujos y, en la exposición universal de 1900, se exhibieron otro buen puñado.

«Mujer desnuda de perfil haciendo el puente», de Rodin

En realidad, hizo miles de dibujos, y no sólo como bocetos para esculturas . En la década de 1870, en pleno apogeo del Simbolismo, llenó varios álbumes en los que abundaban escenas siniestras, desde suicidios a encuentros sexuales entre mujeres y diablos. A partir de 1900, con 60 años, el dibujo llegó a convertirse en su principal actividad. El lápiz le permitía captar el gesto y el movimiento de las personas que representaba siempre del natural. Sus predilectas eran las bailarinas y la mujeres en general. Cientos de ellas pasaron por su taller para hacer de modelos. Que sus dibujos sean a menudo provocativos y licenciosos ha disparado retrospectivamente las alarmas. ¿Fue acaso uno de esos tipos que aprovecha su posición para abusar de las mujeres?

La franqueza sexual no estaba entonces bien vista. Cuando Rodin presentó El escultor y su musa (ella apoya su mano en los genitales de él como indicando de dónde procede el ímpetu creativo), las reacciones fueron negativas. Sospecho que tampoco habría sido mucho mejor si se hubiera leído entonces lo que cuenta Isadora Duncan en su autobiografía sobre sus encuentros en 1900 con el escultor. Después de visitar un día su taller, ella le prometió bailar para él en el suyo. Rodin fue y, cuando Isadora, después del baile, comenzó a explicarle su teoría de la danza, él puso sus manos sobre su cuerpo y lo recorrió y presionó como si fuera arcilla . No pasó de ahí, aunque ella, impresionada por la concentración del gesto, lamentó que no hubiera ido más lejos. Se ve que Rodin no pensaba únicamente en lo que piensan los puritanos.

Con algunos dibujos coloreados con acuarela el artista hacía recortes que luego convertía en esculturas de papel. Nunca se han visto en España. Agradezcamos a la Fundación Canal que lo haya remediado.

Rodin, dibujos y recortes. Fundación Canal. Madrid. C/ Mateo Inurria, 2. Comisaria: Sophie Biass-Fabiani. Colabora: Museo Rodin de París. Hasta el 3 de mayo.

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