Elizabeth Bishop con su gato «Tobías» en 1954
Elizabeth Bishop con su gato «Tobías» en 1954
LIBROS

La altísima poesía de Elizabeth Bishop

Pocas autoras han sido tan exigentes y rigurosas como Elizabeth Bishop, la poeta de las «escenas iluminadas»

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Según Konrad Lorenz, «si no se pueden entender los elementos de un sistema en su conjunto, no se puede entender ninguno de ellos». Y así parece ser en poesía: al menos, cuando se trata de obras tan conscientemente definidas y tan perfectamente articuladas como la de Elizabeth Bishop (1911-1979), cuya escritura es un ejemplo de extrema exigencia y máximo rigor. Quien la lea no puede dejar de admirar la solidez de los poemas y la sabiduría de su integración: la distancia temporal que separa sus libros -a veces, una década- demuestra el cuidado con que los componía.

En el primer poema del primero de ellos -«North & South» (1946)- se advierte ya el principio rector de su unidad: su visión de un paisaje, convertido en idea, al que infunde un inusitado recorrido que incluye un singular proceso de verbalización no ajeno a la índole icónica de lo cartográfico, que explica su fusión de texto e imagen y su magistral uso de la écfrasis.

Como en «The Man-Moth» -título resultado de una errata, pues en el original era «Mammoth»-, Bishop nos conduce «por túneles artificiales» y nos obliga a «soñar sueños recurrentes».

«Love Lies Sleeping» es una actualización de la albada provenzal, como hizo también Jaime Gil de Biedma, e incluso la alusión a los gorriones es común a ambos. Lo que induce a pensar que parten de una fuente común. «A Miracle for Break-fast» inaugura un nuevo tipo de focalización y narratividad del paisaje urbano a partir de una técnica que un verso suyo define como «una pequeña escena iluminada». Y, de hecho, es lo que muchas de sus composiciones de interior son: fotograbados a escala reducida.

Belleza iridiscente

«Florida» confirma este modo de aproximación a la realidad que culmina en el llegar a ser la más pobre postal de sí misma. «Gallos» introduce la crítica política de una «ordinaria belleza iridiscente». En este primer y ya gran libro suyo aparecen los rasgos distintivos de su escritura: el uso de la estrofa y de la rima, la perfección formal, la polimetría, el monólogo, la canción, la elegía.

A «Cold Spring» (1955) toma su título del primer poema que lo abre y que, como los dos que lo siguen, profundiza en el desarrollo de una lírica narratividad. Sigue fiel a la rima y la estrofa en otros, y practica de modo recurrente la doble y triple adjetivación; utiliza la epístola, poetizando incluso el taxímetro; tematiza los paisajes industriales como había hecho ya con los urbanos; y usa el estribillo combinado con el versículo.

Retrato y sátira

En el tercero, «Questions of Travel» (1965), el paisaje es Brasil y también la realidad sociopolítica y cultural que lo configura. Introduce el retrato y la sátira; sigue experimentando en y con las posibilidades líricas de lo narrativo y busca un espejo virgen, en el que jamás se haya mirado nadie, y en el que no haya recuerdo de un reflejo. Recupera la estrofa sáfica y la balada y la sextina -como también Gil de Biedma y Sylvia Plath- y lo que antes eran «pequeñas escenas iluminadas» se convierten ahora en microcosmos.

En su cuarto libro, «Geography III» (1976), opta por el poema en prosa y el poema largo, el monólogo dramático, la elegía con tercetos encadenados y cuarteto final, y recoge un poema de Octavio Paz, que ella misma traduce. Y del «Apéndice» destacan «Mujer ebria» y, sobre todo, «Poema vago (vagamente un poema de amor)», cuyo último movimiento es altísima poesía. Jeannette L. Clariond ha sabido muy bien interpretarla en su convincente y muy fiel versión.

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