«Wall Drawing 413», uno de los 17 murales que puede verse en la sala de la Fundación Botín en Santander
«Wall Drawing 413», uno de los 17 murales que puede verse en la sala de la Fundación Botín en Santander - MassMoCA. Kennetfick

Sol LeWitt: viaje al centro del arte conceptual

La Fundación Botín acoge una gran muestra dedicada a los dibujos murales del estadounidense, la primera en España

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Sol LeWitt (1928-2007) realizó su primer dibujo mural en 1968, en la pared de la galería Paula Cooper, en Nueva York. No fue una prueba, ni un tanteo. Era Arte. En mayúsculas. Al trasladar el dibujo (entre 1968 y 2007 creó más de 1.200) del papel a un espacio arquitectónico, el artista dio un paso radical en su concepción. Y fue un paso tan importante para la técnica como lo que Jackson Pollock hizo con el dripping en la pintura.

Sin pretenderlo, LeWitt se convirtió en uno de los padres del Arte Conceptual. Una figura un tanto difusa a la que la Fundación Botín dedica en Santander la muestra «Sol LeWitt. 17 Wall Drawings. 1970-2015», que permanecerá abierta hasta el 10 de enero.

Se trata de la exposición más importante dedicada en España a los murales del artista, compuesta por 17 monumentales dibujos (16 inéditos en nuestro país) y realizada en colaboración con la Yale University Art Gallery y The Estate of Sol LeWitt.

En su recorrido, junto a los comisarios ( John Hogan, director de instalaciones del Wall Drawing en la Yale University Art Gallery, y Benjamin Weil, director artístico del Centro Botín) se despliega el modo rompedor que el estadounidense tenía de concebir el arte, emparentado directamente con aspectos semióticos y lingüísticos. «Cada muro cuenta una historia diferente. Encontraba inspiración allá donde miraba y nunca le intimidó un reto», explica Hogan. El curator se detiene, emocionado, ante «Wall Drawing 821A», la primera obra mural que el artista ejecutó con pintura acrílica (está fechada en marzo de 2007, poco antes de su muerte), escogida para recibir y despedir al visitante.

LeWitt «estaba muy abierto al trabajo de otra gente», por lo que nunca dudó en establecer diálogos creativos, poniendo su labor en manos de jóvenes y veteranos. Para la muestra de la Fundación Botín fueron seleccionados 15 (se presentaron 459) artistas y estudiantes (nacidos entre 1965 y 1991), que se encargaron de ejecutar los murales de nuevo. Todo los pasos seguidos, como LeWitt los concibió en su momento, son importantes. Sus instrucciones eran siempre muy precisas, aunque dejaba espacio a la libertad: en «Wall Drawing 118» la única exigencia era partir de 50 puntos aleatorios relacionándolos con líneas.

El proceso creativo está por encima del resultado final. Aunque defendía que la obra de arte ya existía antes de su materialización, su ejecución era fundamental, y de la evolución de su trabajo se desprende su compromiso. Es el caso de «Wall Drawing 413», mural creado con cuadrículas pintadas con aguadas de tinta de colores (gris, amarillo, rojo y azul) que se cruzan e invierten, y cuyo resultado es una cuadrícula superior de veinticuatro conjuntos.

Las paredes se relacionan siguiendo una especie de partitura emocional en la que destaca, sobre todo, «Wall Drawing 46». Ese mural, imponente, fue ejecutado en mayo de 1970, pocos días antes de la muerte de la artista Eva Hesse («No te preocupes por parecer cool», le dijo en una de las cartas que la envió), buena amiga de LeWitt, que lo concibió como homenaje. En él, el artista introduce, por primera vez, líneas de lápiz irregulares, que nunca debían ser rectas, ni tocarse. La sensación, asombrosa, es que el muro llora la pérdida del ser querido, con lágrimas que LeWitt derramó sobre la pared.

«Los artistas conceptuales son más místicos que racionalistas. Llegan a conclusiones que la lógica no puede alcanzar», anotó en la primera de sus «Sentencias del Arte Conceptual» (1969). Una lección que el mundo artístico tardó en asimilar (ya no digamos aprender) y que, ocho años después de su muerte, se despliega en la Botín como un mantra delicado, casi imperceptible, pero hermoso.

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