Imagen de un colegio concertado de la ciudad de Alicante
Imagen de un colegio concertado de la ciudad de Alicante - JUAN CARLOS SOLER
EL FUTURO DEL MODELO EDUCATIVO

Educación concertada para todos los públicos

La realidad de muchos centros educativos con gestión privada ahuyenta el tópico del elitismo

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El rechazo de grupos de la oposición a la renovación de los conciertos educativos a nivel autonómico a pocos meses de las elecciones ha generado cierto debate acerca de la idoneidad de este modelo. Lejos del estigma de que los centros concertados son cuna de clasismo, discriminación o segregación, muchos colegios con este mismo formato jurídico ejercen una labor social en zonas desfavorecidas de muchas localidades por todo el territorio autonómico. Se trata de centros que, financiados a medias por la administración y aportaciones privadas, ocupan un lugar necesario en la sociedad en aquellos puntos donde el dinero público no alcanza y el esfuerzo de los padres o de otras instituciones se vuelve indispensable. Desde la administración, ante todo, se defiende la «libertad de los padres» a la hora de elegir escuelas para sus hijos ya sean públicas, concertadas o privadas.

La única meta, aseguran, es que cada euro destinado a educación garantice la «calidad» a un alumnado que irá a un colegio u otro en función de las preferencias de su familia, sus principios, convicciones o intereses.

La fórmula de centros concertados permite, más allá de céntricos colegios a cargo de grandes órdenes religiosas, el acceso a la educación a niños y familias en situaciones desfavorecidas. En total, el Ejecutivo autonómico subvenciona, parcial o totalmente, más de dos mil centros escolares. Casi uno de cada cuatro de ellos es concertado, por lo que la supresión de esta figura supondría un grave perjuicio a muchos niveles. Puestos de trabajo directos o indirectos, escolares matriculados y familias involucradas: alrededor de 450.000 personas residentes en la Comunidad podrían verse afectadas.

Labor social

Muchos centros concertados situados en zonas humildes de distintos municipios ejercen una obra casi de reinserción para niños que aún no han tenido la oportunidad de saberse parte de una comunidad. En plena ciudad de Alicante, y en un área residencial de todo menos conflictiva, hay un centro prácticamente único a nivel autonómico en lo que a obra social se refiere. Su trabajo trasciende el barrio en el que está pues hasta sus dependencias se trasladan cada día, beca de transporte mediante, casi 200 niños cuyas situaciones familiares y económicas tocan de lleno la marginalidad.

Este colegio fue fundado por la Compañía de Jesús en 1957 y ahora, casi 60 años después, sigue dando respuesta a muchos problemas sociales y a muchas historias individuales. Su particular plan de estudios, aprobado por todas las autoridades pertinentes, no busca la mera transmisión de conocimientos teóricos. Educación pragmática, cívica y moral como base para la formación de niños que llegan con carencias tanto materiales como humanas. Familias desestructuradas y situaciones trágicas detrás de casi cada uno de ellos, que en Nazaret encuentran un reducto al que asirse en un desesperado intento por formar parte activa e integrada de la sociedad que les rodea.

Las donaciones privadas, siempre bienvenidas, suponen una sólida base con la que completar las aportaciones de la Conselleria de Educación y la Concejalía local. Los alumnos, todos ellos becados, reciben una instrucción pragmática que pueda familiarizarles con el entorno al que podrán exponerse una vez abandonen el centro, con el objetivo a largo plazo de conseguir un trabajo. Planes similares a los de Formación Profesional para ofrecer, además, un aliciente más allá de densas cargas teóricas.

Desayuno, comida, merienda, peluquería, ropa... son todas coberturas que el Nazaret ofrece no como un lujo, sino como solución que asegure necesidades primarias en edades tempranas. Un centro que trata de exprimir cada minuto para, sin salirse del habitual horario de nueve a cinco, ofrecer al mismo nivel enseñanza en asignaturas básicas así como lecciones prácticas adicionales acerca de comportamiento social, humano y ético. Un centro sin «tablets» en las aulas ni lujosos coches en la puerta esperando para recoger a alumnos, pero que desempeña un papel esencial en el panorama educativo, como tantos otros.

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