El notario, la pasada semana en la calle Ancha de la capital gaditana. :: FRANCIS JIMÉNEZ
Manuel Cotorruelo. Directivo del Colegio Notarial de Andalucía y presidente del Club de Tenis de Cádiz

«Durante el 'boom' inmobiliario le perdimos el respeto al dinero, al esfuerzo de ganarlo, a gastarlo»

El profesional gaditano mantiene vínculos activos con San Felipe Neri, su cofradía o el Cádiz Club de Fútbol, del que se declara incondicional

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Puede dar fe. Y la da. Es la virtud de creer en lo que no se ve ni resulta comprobable en forma alguna. Cree en el futuro de la ciudad de Cádiz. Hace falta tener fe de sobra para darle tal uso. Como eximente, confiesa que siempre estuvo «muy apegado», forma elegante y fina de contar que le gusta mucho Cádiz, que muere. Mejor, que la vive o lo intenta. Pero además, cree en la ciudad.

Puede dar fe. Nada menos que fe. De hecho, se gana así la vida. Es notario desde 1991. Empezó a ejercer dos años después en Melgar de Fernamental (Burgos). Luego, más o menos cada trienio, conseguía un destino más cercano a su Cádiz, unos cientos de kilómetros más a mano de su infancia, los afectos, la familia y los recuerdos. Saltó a Navas de San Juan (Jaén), de ahí a La Puebla de Cazalla (Sevilla), luego, ya, Arcos de la Frontera en 2001. De ahí a San Fernando, en 2008. Desde 2010, en Cádiz.

Manuel Ignacio Cotorruelo Sánchez (Cádiz, 1965) cursó Derecho en la Hispalense. Comparte despacho (con vistas de revista) con José Ramón Castro uno de los más prestigiosos y veteranos de la ciudad. Pero sus vínculos con la comunidad gaditana, si es que eso existe, van más allá de lo profesional.

Aunque su profesión sea la prioridad y hace poco que forme en la directiva del Ilustre (claro) Colegio Notarial de Andalucía, sus lazos con la capital gaditana han sido, además de permanentes, diversos. Exalumno «agradecido» de San Felipe Neri, presidió su asociación de padres y mantiene un contacto directo. También preside el Real Club de Tenis de Cádiz desde 2012 con la ilusión de devolverle protagonismo social, complementario al deportivo, que tuvo hasta las dos últimas décadas del pasado siglo. Hasta es cofrade. Hermano del Nazareno del Amor. Está en todas, o lo parece, en el ocio y el negocio, pero siempre para dar fe, para repartir alegría y entusiasmo, con la intención de contagiar la esperanza de ver resurgir la ciudad que ama. Creció en la plaza de San Antonio, ágora ecuménica que reunía alrededor de un trompo, una lima o una pelota a unos pocos cocodrilos de ropa cara y a muchas rodilleras que tapaban remiendos. Nadie preguntaba a nadie. Jugaban.

Aquel Cádiz afable que aún creía que avanzaría le dejó cicatrices que ni puede ni quiere borrar. Es un vecino voluntario y feliz de una ciudad que recuerda luminosa y dichosa. Pero la memoria es una gran embustera y no se sabe si el notario está en lo cierto o no. Por ahora, puede dar fe.Lo intenta. Está convencido de que hay motivos.

-Dentro de poco van a poder, ustedes los notarios, incluso casar y divorciar a la gente. Qué ilusión.

-Pues creo que va a ser algo que nos va a acercar a la gente. Es verdad que somos profesionales algo desconocidos, allí, lejos, metidos en el despacho. Cualquiera sabe que tiene que ir para hacer testamento o si compra una casa pero nada más. Con estas nuevas situaciones vamos a entrar más en contacto con la sociedad. Creo que nos benefician porque, a diferencia de lo que pueda parecer, somos baratos.

-¿Notario y barato en la misma frase? ¿Cómo dice?

-Parece que será una de las consecuencias del Proyecto de Ley de Jurisdicción Voluntaria, que así se llama. Llevan mucho tiempo trabajando en él. Hay muchos intereses: abogados, procuradores, notarios... Pero creo que nos van a dar los matrimonios y los divorcios de mutuo acuerdo, sin hijos ni disputa. Y esos trámites van a costar unos 60 euros. Comparemos esa situación con la de ahora, con letrados, trámites distintos durante un tiempo y demás. En comparación con todo eso, va a ser una gestión muy barata y rápida, de un día para otro.

-Va usted a tirar por tierra el mito del notario hierático, que sacrificó media vida en unas oposiciones inhumanas y, sobre todo, forradísimo.

-Es verdad que tenemos muchas ventajas. En lo económico es una profesión bien retribuida pero no tanto como la gente piensa. En mi caso, por ejemplo, tenemos a 15 familias que dependen de nosotros directamente. Es una pequeña empresa y lo que cobramos, un arancel, está determinado por el Gobierno. Con eso hay que organizar el despacho. En la época del 'boom' inmobiliario se ha ganado mucho dinero, es verdad, pero también ha hecho mucho daño. Porque hemos pasado del cénit, en el que creas una estructura, contratas personal, y de pronto todo baja. Hay muchas notarías que lo están pasando muy mal. Pero muchos queremos mantener la estructura para poder mantener la atención al público. Recibimos muchas consultas, nos demandan mucha información, sobre todo del mundo inmobiliario, de temas bancarios, también en herencias y testamentos, apartado en el que el notario es el primer punto de atención a la sociedad. Es un trabajo continuo. Se atienden 20, 30 citas diarias. El papel de fedatario en gestiones inmobiliarias fue el principal foco de actividad. Ya no existe esa demanda ni es el principal objeto de consulta. Ahora es el apartado hereditario. Además, en esta época tan difícil todo se mira con lupa, cada herencia, cada testamento. Trabajamos en muchas renuncias a herencias, que antes se daban menos pero ahora son más comunes porque recibir una supone a veces una carga fiscal que el heredero no quiere. Eso está a la orden del día.

-Ha comentado el enorme incremento de actividad que vivieron en el 'boom' inmobiliario ¿Qué recuerdo le queda de esa etapa? ¿Fue sana para la sociedad? ¿Tenía entonces la sensación de vivir algo insano, ilógico?

-No me atrevería a decir que no lo veía sano. Quizás no lo veía normal en determinadas ocasiones. El número de operaciones era... Aquello no era normal. El dinero parecía muy fácil de ganar y se le perdió el respeto, al dinero, al esfuerzo de ganarlo, a gastarlo. Hay que recordar que un promotor nada más poner el cartel, cuando aún no había metido la primera retroexcavadora en un solar, ya tenían vendidos todos los pisos. Los compradores, además, antes de poner el 10% del coste ya los tenían prácticamente revendidos, también en ese mismo momento. Eso no podía durar. No era normal. Ahora, con perspectiva, ves que tampoco era sano para la sociedad. Para nadie. Ni para los promotores, ni para los compradores, ni para los notarios, para nadie. El dinero hay que ganarlo y gastarlo de forma respetuosa para poder valorarlo en su justa medida, ni de más ni de menos. Y se perdió ese respeto.

-La indigestión fue larga y pesada, la peor que hemos conocido casi todos ¿Ha terminado? ¿Se nota cierta recuperación de la actividad inmobiliaria seis años después del cataclismo?

-Actividad inmobiliaria, no tanto. Pero sí se nota más movimiento, más consultas. La gente viene más al despacho, pregunta, se constituyen más sociedades, se hacen operaciones normales que estos años apenas se han hecho por falta de liquidez... Sí, se nota que algo más hay pero el mercado inmobiliario sigue parado porque la financiación se ha complicado mucho. Y no porque los bancos no quieran dar dinero. Es que ahora dan dinero como deben darlo: con unos criterios normales a los que nos habíamos desacostumbrado.

El factor gaditano

-En Cádiz, los conflictos nacionales ligados a la fractura económica y financiera se unen con los locales y específicos: índices de paro galopantes, fuga de habitantes, envejecimiento de la población ¿Tiene la sensación de que su ciudad está en decadencia?

-Esos datos, esos números, son ciertos y seguros. Pero confío. Soy optimista por mi condición y por la historia de Cádiz. Siempre hemos sido una ciudad de altibajos. Hemos pasado del esplendor a la decadencia y hemos sabido resurgir. En Cádiz creo que hay un problema esencial que es el de la vivienda. También el del trabajo pero mucha gente podría trabajar en la Bahía y vivir en Cádiz, con toda normalidad. Pero para los jóvenes es un problema la vivienda. Se ve, se percibe cada día, que los jóvenes ni compran ni alquilan vivienda en Cádiz. En la Bahía, sí. Es un problema a solucionar. Hay muchísimas fincas vacías. Caras. Las administraciones hicieron mucho en rehabilitación pero quizás no se terminó el trabajo. Hay que facilitar el acceso a la vivienda, no sólo a la compra. Los ciudadanos también nos tenemos que quitar la obsesión por la compra. Si consiguiéramos eso, Cádiz recobraría habitantes, población, que creo que lo necesita. Es cultural lo de comprar y no alquilar. Es más fácil decirlo que hacerlo. Yo, hace unos años, cuando tuve que decidir, ni me planteé alquilar. Eso tenemos que cambiarlo. Yo quería venir a Cádiz, comprar un piso y que mis hijos crecieran rodeados de su familia...

-¿De dónde sale tanto arraigo por una ciudad en la que es tan difícil trabajar, encontrar vivienda? ¿Habría tenido usted mejor carrera en otro sitio?

-Económicamente, seguro. Pero luego hay otros factores. Mis colegas de otras ciudades me envidian. Estoy donde quería estar. Estoy tranquilo, con mis hijos como quería que estuvieran, pero...

-¿Pero sus hijos podrán hacer lo mismo? ¿Podrán quedarse?

-A eso iba. Va a ser difícil que mis hijos puedan vivir en Cádiz. Una ya la tengo estudiando en Madrid. Otra quiere hacer Derecho e irse fuera. Los que son más jóvenes que nosotros van a tener difícil quedarse en Cádiz. Se unen el problema de vivienda y el de trabajo. A Cádiz le falta una orientación empresarial, social y económica definitiva. Nuestros políticos deben decidir qué quieren que sea Cádiz.

-¿Qué cree usted que debe ser? ¿Cuál debiera ser esa orientación?

-Entiendo que el turismo y el comercio. Pero apostar a muerte. Hay gente que critica el segundo puente y puede que tenga argumentos pero yo creo que, en sí mismo, creará riqueza para Cádiz. Si convertimos Cádiz en una ciudad comercial, hostelera, de veras, tendremos más posibilidades. No hablo sólo de verano. Los amigos que vienen un fin de semana en invierno, con un paseo nada más, alucinan. Pero no se termina de apostar. Sólo he ido una vez de crucero pero, al llegar, veías una cantidad de servicios a disposición del visitante que no se ven aquí en Cádiz. Tenemos que tener disponible toda nuestra oferta cultural, las diez cosas que tenemos. Hemos recibido muy poca inversión pública en esta ciudad. Por eso defiendo lo del segundo puente. Lo que tengamos, aprovechémoslo. Han sido pocas las inversiones y muchas de ellas, fallidas.

-¿Tanto influirá el nuevo puente?

-Yo lo defiendo. Puede suponer recuperar la idea de Bahía. Puede unificar la gestión del puerto, en el sentido de hacer realidad el nombre que ya tiene como Autoridad Portuaria de la Bahía, sin distancia entre La Cabezuela y Cádiz. Si el tranvía llegase a funcionar pronto... Todos esos elementos pueden contribuir a recuperar la idea de Bahía de Cádiz, la idea de la Mancomunidad. Por eso soy 'propuente' y me da coraje que tenga oposición.

-Además del presente y el futuro de la ciudad, de la profesión y la economía, habrá que hablar de asuntos realmente importantes ¿Qué hará su Cádiz Club de Fútbol esta tarde? ¿Tan fiebre amarilla es usted?

-Mucho. Soy socio desde chico. Al cumplir los 40 me regalaron un cuadro con todos los carnés juntos. Iba con mi abuelo desde los primeros años 70. En los últimos años me ha costado ir algunas temporadas al estadio pero nunca he roto el vínculo, nunca he dejado de ser socio. Creo que Antonio Muñoz nos complicó la existencia. Tuvo la venta de Baldasano, frustrada. Luego, a los italianos, con un pago aplazado que no se efectúa y hay que recuperar la prenda. Todo muy complicado, fallido. Para un club es muy peligroso. La ley de sociedades anónimas le hizo mucho daño al Cádiz. Le habría beneficiado seguir como club. Ahora tiene unos costes de mantenimiento muy altos. Pero soy cadista. Y optimista. El fútbol va por estados de ánimo y creo que tenemos una buena racha. Antonio Calderón la ha cambiado. No somos del mismo año pero estudiamos juntos, como con Jose, que jugaba con nosotros, con los mayores. Les tengo aprecio. Creo que a Calderón le va a salir bien.

-Como presidente del Real Club de Tenis, en una ciudad sin ningún deporte en primera línea regional más allá del fútbol ¿Cómo entiende que Ayuntamiento o Diputación construyan estadios o ciudades deportivas y le regalen su uso a un equipo?

-Las necesidades del Real Club de Tenis no son comparables con las de una entidad como el Cádiz. El Club de Tenis sólo necesita que le dejen vivir, no pedimos ayuda de nadie. Somos autosuficientes, nos autofinanciamos con los socios, aunque cada vez sea más difícil. Ser socio de un club de tenis es algo superfluo y en época de crisis, es lo primero que quitas. Hemos sufrido una merma de socios. Con la moda del pádel tenemos más actividad pero también más competencia.

-¿Cuál es su reto, su objetivo en el Club de Tenis?¿Recuperar el protagonismo social, al margen del deporte, que muchos recuerdan hasta los años 80?

-Los nuevos directivos llegamos hace casi dos años. Queremos dotar al club de un contenido social. Clubes de tenis hay otros. De pádel hay muchos. Pero con ese añadido social ya no hay tantos. Queremos abrirlo a la ciudad. Ya hacemos unas fiestas de Carnaval que funcionan muy bien, también en Navidad. Torneos sociales, que sean encuentros. Un proyecto de club de lectura, un campus infantil y educativo con pádel, en meses de verano... Tenemos unos salones pequeños pero en unas instalaciones bien ubicadas, privilegiadas. Queremos dotarlas de actividad pero los de la directiva no somos profesionales ni tenemos todo el tiempo que nos gustaría. El aspecto deportivo está bien cubierto por los trabajadores del club pero queremos darle a los socios una actividad cultural y social añadida.