Economia

Mucha retórica, escasas propuestas

El popular Juncker o el socialista Schulz ganarán las elecciones de una Europa en la que 26 millones de parados piden una solución

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Se trata de la política exterior, de la inmigración, de las políticas sociales, de los fondos de cohesión, de la agricultura y la pesca... Pero, sobre todo, se trata de una cosa: «The Economy, stupid! (la economía, estúpido)». Quizá James Carville nunca se hubiera imaginado que su eslogan, el mismo que en 1992 llevó a Bill Clinton a derrotar al por entonces imbatible Bush padre, iba a estar tan presente en las elecciones europeas de un 25 de mayo de 2014. A buen seguro que ni al popular Jean-Claude Juncker (PPE) ni al socialista Martin Schulz (PES) les ha hecho falta pegarse un post-it en el ordenador mentando aquella exitosa campaña. Hoy, 22 años después, la economía condiciona un vetusto continente que quiere dejar atrás su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial.

Ahora bien, ¿cómo hacerlo? Crecimiento, desempleo, déficit, deuda, unión bancaria, industria, fraude fiscal... Los grandes partidos europeos han edulcorado sus programas con ideas difíciles de rechazar. 'Hay que combatir el desempleo, salarios dignos, no gobernar para los bancos...'. Mucha retórica pero escasas propuestas. A continuación diseccionamos el programa económico de las dos principales formaciones que condicionarán la política comunitaria hasta 2019. Un momento clave.

¿Cómo funciona la UE?

La Comisión, atada de manos

Europa es así. Tan cercana y tan desconocida. Tan necesaria y tan compleja. Ya sea por deméritos propios o por falta de interés de sus 500 millones de habitantes, la UE afronta las elecciones más decisivas de su historia reciente con datos llamativos. Por ejemplo, que un 60% de los españoles no recuerda quién ganó los últimos comicios o que un 75% de ellos votará «en clave nacional» cuando España 'solo' tiene 54 de los futuros 751 europarlamentarios.

La confusión es tal que no son pocos quienes desconocen que, en lo personal, Miguel Arias Cañete (PP) o Elena Valenciano (PSOE) se juegan poco más que liderar el grupo español en la Eurocámara dentro de su propia familia política europea -tendrán unos 20 representantes en un grupo de 200 personas-. Obviamente, a más representantes, más peso interno y más capacidad de influencia. Eso sí, el puesto de comisario, el que le toca a España, será para Cañete. Éste no se dirime en las urnas.

Por primera vez, y gracias al Tratado de Lisboa, los europeos podrán decidir al nuevo presidente de la Comisión Europea. O ganarán los conservadores, el exprimer ministro de Luxemburgo Juncker, o lo harán los socialdemócratas, el todavía presidente del Europarlamento, Schulz. Uno u otro sustituirá a Barroso al frente del Ejecutivo de Bruselas siempre y cuando el Consejo Europeo, órgano que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de los 28, así lo corrobore. Quien lidere la Comisión dirigirá en exclusiva la maquinaria legislativa hasta 2019. Pero una cosa es proponer y otra muy diferente aprobar, poder que sólo ostenta la Eurocámara, aunque siempre con el necesario plácet de los 28 y del Consejo, es decir, de los grandes países y de Merkel.

El desempleo, el gran reto

26 millones de parados

El 25 de mayo están convocados a las urnas 26 millones de europeos -casi 6 de ellos españoles- que desean trabajar y no pueden. Es la gran lacra, el gran reto. Una competencia en la que, aunque reside en los estados, Europa tiene muchísimo que hacer. Para muestra, los 6.000 millones que el Consejo aprobó el año pasado para combatir el paro juvenil. Una cifra a todas luces insuficiente ya que el Europarlamento pidió más de 20.000.

Es la primera prioridad de ambos programas. Pero, ¿qué hacer? El PP defiende, por ejemplo, la creación «de un mercado único digital para consumidores y empresas», que podría generar «500.000 millones de crecimiento adicional en Europa durante el mandato de la próxima Comisión, creando cientos de miles de nuevos puestos de trabajo y una sociedad basada en el conocimiento».

Para los socialistas, «los hombres y mujeres de Europa deben tener un trabajo digno que les permita disfrutar de una buena calidad de vida». Y para crearlo prometen aumentar el presupuesto destinado a la garantía juvenil, a fin de que abarque a los menores de 30 años, impulsarán «una ambiciosa política industrial», apoyarán la «economía social», a las pymes, empujarán la innovación tecnológica y sostenible, combatirán los contratos precarios, reforzarán el papel de los sindicatos...

«Una generación de jóvenes extremadamente formados son explotados de forma irresponsable», censuró Schulz en un reciente debate. En él, Juncker defendió la aprobación de «una renta mínima en todos los países» y que los jóvenes europeos puedan trabajar en otros estados miembros. Tema delicado que España tiene el dudoso honor de protagonizar junto a Grecia.

Déficit público, rescates, la troika...

La disciplina fiscal, a debate

Es la madre de todos los debates. Europa, por los pelos, ha sobrevivido a la peor crisis en décadas con sus cimientos intactos -la moneda única- pero muy magullada en lo social. Se cometieron errores, se tomaron decisiones sobre la bocina en una tesitura tan desconocida como inimaginable que supusieron rescates públicos de cientos de miles de millones de euros a países como Grecia o Portugal, y que en lo económico han retrocedido más de una década. Llegaron los hombres de negro de la 'troika', los recortes, las protestas... Para los populares, y en líneas generales, «se tomaron las decisiones que había que adoptar», pues la herencia de «gasto desmesurado» de países gobernados por la izquierda los llevaron al borde del colapso. Sin embargo, proponen nuevas recetas para futuros casos. «Queremos que en el futuro cualquier tipo de apoyo y reforma se realice a través de una evaluación de la sostenibilidad fiscal, aunque también a través de una evaluación de impacto social. Los efectos sociales de las reformas estructurales deben ser discutidos en público. Mi partido cree en la economía social de mercado. Y precisamente no es compatible con ella que en una crisis los armadores y los especuladores se hagan aún más ricos, mientras que los pensionistas no saben cómo pagar sus necesidades diarias», sentencia Juncker.

Los socialistas lo niegan con vehemencia. Denuncian que en estos cinco años «la derecha ha creado una Europa de temor y austeridad», mientras que «nosotros hemos luchado por una Europa socialmente justa y democrática». Sostienen que «el legado de la 'troika' refleja un claro fracaso» de esas medidas. Por cierto, los populares no incluyen ni una sola vez la palabra 'troika' en su programa.

Con la recuperación en ciernes y cambios de Gobierno como los de Francia e Italia, el debate sobre la disciplina fiscal ha vuelto a escena. Juncker, expresidente del Eurogrupo, se ha mostrado a favor de ella, que no de la austeridad», mientras que Schulz se presenta mucho más flexible. «Lo haremos de forma justa y sostenible», asegura en su manifiesto, un texto que evita concretar unas futuras medidas que, por contra, sí avanza Elena Valenciano en su web: «Crearemos un calendario flexible de reducción del déficit, con un ahorro de 85.000 millones».

La Unión Bancaria, un paso histórico

¿La hora de la Unión Fiscal?

No hubo champán, pero el ambiente lo demandaba. La pasada legislatura europea concluyó a mediados de abril con el impulso definitivo a la Unión Bancaria, el proyecto más importante desde la creación del euro. Extrema el control sobre el sector bancario, elimina su vínculo con la deuda soberana del país de residencia -ya no habrá bancos franceses, alemanes, españoles o italianos, solo europeos- y, sobre todo, estipula que los contribuyentes no volverán a pagar el rescate de un banco. «Nos aseguraremos de que nunca más los bancos vuelvan a apostar con la vida de la ciudadanía», remarca Schulz.

El proyecto ha supuesto un gran desgaste a los gobiernos, debido a la férrea postura defendida por el Parlamento -quizá el mejor ejemplo del 'do ut est' que domina la relación entre ambas instituciones, obligadas a negociar siempre-. Europa, no obstante, debe seguir caminando y el siguiente gran reto es la Unión Fiscal. ¿Llegará el día en que exista en la UE o en la 'zona euro' un IVA común? «Complicado», auguran los analistas.

Ambas formaciones dicen apoyar el proyecto. El PP, por ejemplo, señala que «es esencial progresar en ella, creando una capacidad fiscal común que aumente la resistencia ante eventuales turbulencias económicas y ofrezca mayores condiciones de seguridad al cubrir mejor los riesgos compartidos». Los socialistas, por su parte, hacen especial hincapié en el fraude y la evasión fiscal, una rémora que supone pérdidas de «un billón de euros al año». «Reducir a la mitad la evasión fiscal para 2020 y aplicar mano dura contra los paraísos fiscales serán prioridades centrales», afirman. Sin embargo, la competencia reside en los estados miembros y países como Luxemburgo, precisamente, Austria o Irlanda hacen de esa misma política un modo de existencia. De ahí lo complicado de crear una Autoridad Fiscal Única.

Todas las miradas apuntan al BCE

El futuro del euro y la deuda

Bastaron unas palabras del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, para calmar a los mercados. Aquel famoso «whatever it takes (haremos todo lo que sea necesario)» salvó de las garras de los mercados a Italia y España, tercera y cuarta potencias del euro. De ahí que al BCE se le exija ahora. Pero, sin embargo, se sigue escudando en reiterar que su mandato principal es controlar la inflación. He aquí el gran problema de fondo, la propia concepción del BCE.

Es un capítulo que el manifiesto de los socialistas europeos apenas aborda, dejando todo el peso en sus delegaciones estatales. «Queremos reducir el coste de la deuda pública y acabar con la inestabilidad de los mercados y las primas de riesgo. Queremos la reforma del BCE y los eurobonos», concreta el programa liderado por Elena Valenciano. Una petición -la de los eurobonos- que, sin embargo, su candidato señaló en fechas recientes que «no está en la agenda». No hay que olvidar que Martin Schulz es alemán y que su partido gobierna en coalición con Merkel.

Jean-Claude Juncker, por su parte, advierte de que no hay una mayoría suficiente para impulsar los eurobonos y se muestra partidario de «reequilibrar la relación entre los políticos electos y el BCE en la gestión diaria de la zona euro». «Admiro lo que Draghi ha hecho para salvar el euro. Pero tuvo que hacerlo en una situación claramente excepcional. El BCE no quiere ni puede gobernar la Eurozona. En realidad, debe ser administrada por la Comisión y por el Eurogrupo, que tendría que ser presidido por un presidente a tiempo completo» (¿Luis de Guindos?).

Industria y energías renovables

Acuerdo comercial con EE UU

Juncker y Schulz están de acuerdo en que Europa debe crecer a partir de su industria -el objetivo del 20% del PIB en 2020 está aún muy lejano-, de sus pymes, de la inversión en I+D y de competir en el mundo siendo el mejor en tecnología y no a la asiática, a través de los salarios.

Ambos coinciden, además, en apoyar el gran acuerdo de libre comercio con EE UU -podría inyectar en Europa 120.000 millones- y en impulsar una reforma energética que les haga menos vulnerables al gas ruso, apostando por las renovables.